Este no es otro cómic erótico exótico crepuscular: Un paso adelante

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Una de las constantes de los últimos años en el panorama nacional es Javier Marquina. Desde que debutó de largo con el gran “Abraxas” junto a Ertito Montana, el guionista oscense no ha dejado de escribir y publicar. Con una voz propia, descreída y cínica, que no esconde un amor hacia el noveno arte, va labrándose su huella trabajo a trabajo. “Aquí nunca pasa nada”, “1585. Empel”, “La Tercera Ley de Newton”, “Alien Albion” o “Progenie”, entre otros, dan buena cuenta de ello. A estos títulos se pueden sumar los publicados en lo que llevamos de año: “Ilsa”, el spin off de Abraxas, o “Cómo salvar la industria del cómic sin tener ni puta idea”, donde junto a Rosa Codina han realizado una certera radiografía del sector.

Sin duda este último cómic va a dar que hablar, al igual que el que nos ocupa hoy nuestra atención: “Este no es otro cómic erótico exótico crepuscular”. Un gamberro divertimento que ha llevado a cabo Marquina arropado por un buen número de dibujantes. Autoeditado desde la independencia más absoluta, en este tebeo ha reservado Marquina una colección de relatos donde lo bizarro sirve de nexo en la amalgama que nos espera.

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Gamberro es el término que hemos utilizado, en el sentido de la voluntad transgresora que se percibe en lo contado, de ir un paso más allá. De sorprender cruzando algunas líneas para así, en ese terreno, dejar germinar el ingenio de contar algo que genere interés. Esa es la sensación que deja la lectura de esta antología. Una antología en la que Marquina se acompaña de buenos aliados artísticos: Dani Xove (“Guillotina para penes” y “Supersex”), Kisama Martínez (“Idol Master”), Benjamín Carrascal (“En la oficina”), Jaime Arántegui (“El Pez Pequeño”), Gonsart (“Shibari”), Natalia Velarde (“Caperucita”), Rafa Pérez y Alicia García (“Maxíbula”), Cen (“Amor Kaiju”), El Hombre Tucán (“Primal”), Daniel Coloma (“El cuarto oscuro”) y Boris Ramiréz (“Nunca plagies los cuentos de Palahniuk”) son los cómplices para llevar esta obra a buen término. Cada uno dando singularidad al relato que tratan, consiguen diferenciar cada una de las propuestas artísticas que componen el cómic. Como hilo, el guionista, Marquina, dando rienda suelta a su estilo más macarra, con tanta mala leche como ingenio y dejando por el camino piezas que brillan con luz propia.

Como cualquier compendio de relatos cortos, el resultado es necesariamente irregular. Pero no por ello deja de sorprender al lector en la página menos esperada. En ocasiones con ocurrencias, retorciendo referencias a las que a la vez rinde homenaje. En otros momentos dando resolutivas vueltas de tuerca al planteamiento inicial en apenas pocas viñetas. Quizá ambas cosas sean el resultado de que este tebeo nace de la libertad absoluta de autopublicarlo. Saludable opción en vista de los resultados obtenidos.

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El volumen, que cuenta con una sobria y acertada maquetación de Guillermo Montañés, está prácticamente agotado a menos de un mes desde que saliera a la luz. Una pequeña tirada de un centenar de ejemplares le siguió una siguiente de cincuenta, de la que apenas queda disponibilidad en el momento de escribir estas líneas. Señal de que Marquina ya ha conquistado a un grupo de lectores ya interesados en su manera de contar. Como muestra: “Este no es otro cómic erótico exótico crepuscular”. El título ya avisa.

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