“Bellum dulce inexpertis”
Erasmo de Rotterdam
La guerra sólo es dulce para quien no la ha probado. Solo así se puede ver la batalla desde la óptica épica. Cuando se prueba el amargo sabor del combate, solo queda perder o perder más. Porque siempre se pierde algo, aunque el objetivo militar se cumpla. Siempre queda el horror y la atrocidad. Y la primera víctima, la inocencia.
Eso es lo que le espera a Fletcher Arrowsmith, el ingenuo chaval protagonista de una obra ya de culto: “Arrowsmith”, de Kurt Busiek, Carlos Pacheco, Jesús Merino y Alex Sinclair. “Tan elegantes con sus bonitos uniformes” (“So smart in their uniforms”) era el nombre de arco argumental editado en 2003. Seis entregas que pasaron a la historia como “Arrowsmith”, ya que trascurrió el tiempo y la historia de Fletcher Arrowsmith no tuvo continuidad. Era algo que tanto Kurt Busiek como Carlos Pacheco querían dar solución y continuidad, pero los proyectos mainstream iban ocupando los días de los dos artistas. No fue hasta el 2019 cuando ambos pudieron ponerse manos a la obra en la secuela de la obra : “Behind the enemy lines”, de la que en breve daremos cuenta. Hoy volvemos, una vez más, a este clásico de culto que esconde mucho que atesorar en las seis grapas que lo componen.
De todo lo realizado por Kurt Busiek, Carlos Pacheco y Jesús Merino, esta quizá sea la obra más célebre y personal. Más madura también, por todo lo que implica este relato. Tanto por lo fantástico que es y muestra el universo creado para esta serie, como por todo lo que subyace en el relato que nos espera en estas páginas.
Situémonos en plena Primera Guerra Mundial, con los bandos en pleno conflicto en una Europa resquebrajada. Galia, Prusia, Albión y demás estados mantienen una guerra total y abierta. El uso de magia y seres fantásticos como armas es común para todos los bandos. Una revolución mágica en la que lo sobrenatural es el camino que ha tomado la humanidad en lugar de la evolución tecnológica. Los Estados Unidos de Columbia también intervienen en la guerra, reclutando jóvenes ilusos con ganas de vivir aventuras mientras vuelan con sus dragones. Todo es luminoso y parece que el gran cliché heroico y homérico nos espera al comienzo del relato. Pero esto solo es el principio…
Ese sería el punto de partida de la serie. Un rico universo contextual con mucho que ofrecer por su mera existencia. Un mundo mágico, con el encanto de emplear magia en lugar de tecnología, en el que un joven inocente se alista en el ejercito para ir a la guerra. En lo gráfico esperan páginas con un concepto compacto lleno de magia, dragones y hadas, que pueblan esas calles reales de las ciudades y pueblos de Europa de principios de siglo XX. Todo un universo creado, al milímetro, envuelto por el detallado arte que Pacheco y Merino vierten en estas páginas.
Pero esto es mucho más que solo un rico universo fantástico. Eso solo es, como digo, el contexto. Fletcher Arrowmsith, el ingenuo protagonista, no va recorrer el camino del héroe en este relato. En la guerra no hay gloria. El camino que espera a Arrowmsith en su devenir es una senda que a cada paso la inocencia se pierde, ante el horror que le mostrará esa guerra que ha ido a buscar.
Así lo luminoso de los colores de Alex Sinclair de las primeras entregas se va tornando oscuro conforme llegamos al final del relato. Un hecho que refuerza el verdadero leit motiv del cómic: lo bélico en el sentido más realista del termino. Aunque se tenga que enfrentar a vampiros, zombies y hombres lobo. Aunque cuenten los soldados con dragones y otros seres mágicos. Al final son solo soldados y como tal nos los muestra Busiek en este guion que dice mucho en apenas seis grapas.
De la euforia inocente pasaremos a la melancolía o tristeza del que ya sabe lo que es vivir un conflicto bélico. Un camino de pérdida de fe, de descreimiento. De que no hay héroes en las batallas, solo supervivientes con mayor o menor fortuna. Esa evolución personal la veremos de forma implícita en el camino que toma la trama; y también de forma explicita: sirva de ejemplo las cartas que escribe Fletcher en cada capítulo como evidencia de la evolución del personaje, conforme lo vivido va haciendo mella en él.
Kurt Busiek, que ya realizó combinaciones argumentales de lo realista con lo mágico en “Tierras Otoñales”, pone sobre la mesa la conjunción de conceptos muy solventes para dar con ello una obra rotunda. Con razón de ser y estar en cualquier tebeoteca que se precie. Tanto por la capacidad de contención y precisión, por lo mucho que abarca en apenas seis entregas, como por lo bien hilvanado que queda todo el guion. Un concepto que, a priori, puede llegar al lector por lo fantástico del universo que ofrece, pero al final deja poso precisamente por lo real que esconde en sus viñetas.
“La mayor parte de esos elementos fantásticos podrían ser sustituidos por otros ausentes de esa cualidad sin que la serie alterara excesivamente sus premisas de partida y su desarrollo” (Carlos Pacheco)
“De hecho, los elementos fantásticos son casi anecdóticos, mientras que hemos tenido que manejar una cantidad enorme de información y documentación relativa a la Primera Guerra Mundial. Eso puede dar una idea de qué es lo principal y qué es lo accesorio.” (Jesús Merino)
Así se expresaban Carlos Pacheco y Jesús Merino en la entrevista que les hizo David Macho en la primera entrega de la edición española de Planeta (bajo el sello “World Comics”) en grapa en el ya lejano 2004. Una documentación, la que remite Merino, que se ve puede apreciar en las páginas que nos esperan en este tebeo: Riqueza y detalle en lo gráfico que hace el resultado único. Pacheco y Merino, en perfecta sincronía consiguen páginas sublimes en esta obra, demostrando quizá que son de los mejores por separado, pero juntos eran insuperables.
La habilidad de Pacheco para dirigir la atención del lector, basculando los detalles a la zona del dibujo donde reside la importancia del relato es capital en esta obra. Al igual que la tinta de Merino, dando volumen y definición, entendiendo la jerarquía visual en cada imagen que dotaba el lápiz de Pacheco y potenciándola con la tinta. Pocas veces en la historia del cómic se ha visto una pareja gráfica tan resolutiva como efectiva. De las que hacen historia.
Sino la más personal, esta es la obra más rica en términos creativos de sus autores. No por nada crearon conceptual y gráficamente un universo entero. Donde en apenas seis entregas nos llevan por un camino de desmitificación, de pérdida de inocencia, de toma de conciencia ante el horror de lo bélico. Donde Sinclair nos lleva con sus colores de lo luminoso a lo oscuro. Pero siempre con claroscuros. Porque otro de los mensajes que hay en este tebeo es que aquí no hay buenos ni malos: solo carne de cañón.
“Solo podemos llegar hasta el final. Tratar de contener el fuego hasta que se acabe. Y esperar que algo sobreviva.”
Eso es lo que nos espera en esta obra, publicada originariamente por DC Comics en su sello Cliffhanger! de Wildstorm (el reservado para que los creadores conservaran la propiedad de su obra en la época) en el 2003. En apenas un año, como ya hemos citado arriba, Planeta la trajo a las librerías españolas. Norma la recopiló en rústica en el año 2007 y en tiempos más cercanos, el 2015, ECC la rescató del olvido en un formato cartoné. Actualmente se encuentra descatalogada cualquiera de estas ediciones en castellano. Si bien, en este 2022 Image Comics, coincidiendo con el estreno en TPB de su segundo volumen, ha reeditado en inglés la obra en tapa dura y un excelente formato más grande que el habitual del comic book. Incluyendo además extras y una nueva portada a cargo de Carlos Pacheco, José Rafael Fonteriz y José Villarrubia. Entendemos que, teniendo pendiente “Behind Enemy Lines” su estreno en castellano, vendrá acompañado por su hermano mayor. Al fin y al cabo, estamos hablando de uno de los mejores tebeos que han hecho Busiek, Pacheco y Merino. Uno de esos tebeos que siempre debería estar disponible para que nuevos lectores lo pudieran descubrir.
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