El comienzo del presente siglo supuso un cambio de guardia en Marvel Comics. La editorial, en un momento delicado económicamente, se encontraba en la encrucijada y Bill Jemas buscó los golpes de efecto contundentes para virar un rumbo marcado por la inercia. Como reza el dicho: “Para hacer una tortilla, hay que romper algunos huevos.” Y muchos de los autores clásicos fueron sacrificados. Jemas no veía la viabilidad económica de la continuidad del Universo Marvel, aquello que los fans más acérrimos buscaban cada mes en las nuevas historias: nuevos capítulos de las biografías de sus héroes preferidos. Incluso se propuso un reseteo global, que al final solo se llevó a cabo con la línea Ultimate. Una línea que, con sus luces (“Spiderman”) y sus sombras (“Ultimatum”), coexistió con el universo Marvel tradicional.
Fue la época en la que los “Marvel Knights” de Joe Quesada comenzaron a marcar la diferencia, cuando Brian Michael Bendis escribió un Spiderman fresco, cuando los Nuevos X-Men de Grant Morrison devolvieron algo de emoción a los mutantes. También fue la época que se cancelaron “Los años Perdidos de la Patrulla-X” de John Byrne. En esas estaba Marvel entonces, y en medio de ese revuelo, Carlos Pacheco, Rafael Marín y Jesús Merino, los tres gaditanos, continuaban con sus aventuras en Los Cuatro Fantásticos… y seguían siendo ambiciosos en lo que querían contar.
“Jugamos con el concepto de que, si Galactus es Dios, tendría que tener una contrapartida, un Diablo para él solo. Y si Dios en la literatura es Moby Dick, y Galactus es un gigante cósmico, nos hacía falta una especie de Capitán Ahab que fuera pasando de multiverso en multiverso con una misión imposible: eliminar a Dios, cazar a todos los Galactus que existen en cada uno de los mundos infinitos que pueblan el multiverso Marvel.”
Así de contundentes se expresaban los autores en declaraciones que recogió Sebastián Santos (pseudónimo bajo el cual se oculta uno de los mejores escritores de ciencia ficción en castellano) en el número 10 del volumen 4 de los Cuatro Fantásticos que editó Forum. Esa era la premisa de partida de la saga “Resurrection of Galactus”, en la que los autores iban a presentar a lo que podría ser la némesis definitiva del devorador de mundos: Abraxas.
Sin duda, en el planteamiento y desarrollo del guion de Marín y Pacheco, había mucho de aquella Marvel transgresora y contracultural de finales de los ´70. De cuando lo cósmico daba lugar en la casa de las ideas para plantear cuestiones de fondo. Mucho Pulp y Sci-fi bien asimilados se juntaban en lo que podría haber sido una macrosaga de autor, de esas que resultan un punto y aparte la trayectoria de cualquier creador y creación.
Pero de aquella Marvel de los ’70 ya no quedaba nada a comienzos de este siglo. En su lugar existía una editorial viviendo un proceso de tumultuoso cambio en la que muchas “vacas sagradas” salieron por la puerta de atrás. Una empresa en crisis en definitiva, que no vendía mucho. Y en la que Jemas apostaba por liberarse de “la carga de la continuidad” para encontrar nuevos lectores.
Si en la anterior saga en la Zona Negativa ya tuvieron que recortar su extensión, “la saga de Abraxas” no iba a ser menos. Marín y Macheco tenían pensado iniciarla en la cabecera principal y acabarla en el rotundo número #50 de aquel volumen 3 de Marvel, emulando el clásico de Jack Kirby y Stan Lee donde se presentó en sociedad Estela Plateada y Galactus. Pero el número redondo coincidía con el mes de los “números mudos” de la editorial y no era viable acabar esa saga con una entrega sin texto.
También el calendario de entregas arreciaba y, por imposición editorial, se buscaron varios dibujantes para acometer esta saga, de la que Pacheco y Merino solo se reservaron el arte del tercer capítulo y de la conclusión, si bien pudieron llevar a cabo todas las portadas.
“Resurrection of Galactus” comenzó pues en el annual de ese año 2001, con los diálogos de Jehp Loeb y el arte de Kevin Maguire, con el golpe de efecto más impactante para cualquier aficionado a la Marvel cósmica: la cabeza de un Galactus cadáver cae desde el espacio a las calles de Nueva York. A partir de ahí se empiezan a mezclar realidades al paso de su némesis, Abraxas, que busca eliminar todos los devoradores de mundos del multiverso.
Abraxas era un concepto que Pacheco y Merino manejaban desde la época de la Marvel UK. Incluso lo utilizaron en el guion de aquel “Remix” que nunca vio la luz en la división británica de “la casa de las ideas”. Un concepto que ahora venia reforzado junto a un desarrollo que apuntaba a varios frentes, referencias y homenajes. A su vez, la historia planteaba un sacrificio de todos los personajes niño del Universo Marvel, que acabarían en su particular “nunca jamás” olvidados de sus padres, después de haber salvado el universo. Un planteamiento muy valiente que no cuajo en la editorial. Tampoco la extensión original de la historia fue del agrado de Marvel, a lo que Pacheco y Marín se vieron obligados a recortar.
A todo eso súmese unos diálogos de Loeb que a veces explicaban lo contrario de lo que los autores querían transmitir y una imposición de dibujantes que restó unicidad gráfica a la aventura. Ya no eran piedras en el camino, eran rocas del tamaño de un hombre lo que se encontraron Marín y Pacheco. Y obviamente el tebeo se resintió. Ya no fue el gran relato cósmico que habían preparado, pero sigue siendo una de las historias más memorables de las que se han hecho con los Cuatro Fantásticos. Con momentos fantásticos, otros emotivos, que mantiene la garra ante el paso del tiempo y se guardan en la memoria de los aficionados de la primera familia. Como curiosidad, los que pudimos acercarnos a la edición en castellano de Forum, tuvimos la oportunidad de leer un texto más acorde a la intención original de los autores, lejos de “las metidas de pata” que había en el dialogo original en inglés.
De haber permitido que todas las entregas las hubieran dibujado Carlos Pacheco y Jesús Merino, “Resurrection of Galactus” (Fantastic Four Annual 2001 y vol.3 #46 – #47) estaría a la altura de “Siempre Vengadores”. Y en lo argumental, a pesar de los “recortes”, lo está. En lo gráfico, el reparto de lápices y pinceles entre Kevin Maguire y Wayne Von Grawbadger (en el Annual) y Jeff Johnson, Joe Weems y Marco Galli (en los #46 y #48), desluce el resultado global al tratarse de estilos de dibujo dispares.
Después de eso, y tras la historia “muda” dibujada por Tom Grummett que guionizaron Marín y Pacheco, su lápiz y la tinta de Jesús Merino se despidieron de la cabecera con una historia de complemento de corte humorístico al estilo “Not Brand Echh” que parodiaba a muchos de los integrantes del bullpen que trataban con el trio gaditano.
Antes de despedirse definitivamente, Pacheco y Marín firmaron el siguiente arco argumental “A Choice of Dooms”, una excelente historia que conectaba con sus Inhumanos y que estuvo dibujada por Mark Bagley. En este caso, los diálogos corrieron a cargo de Karl Kesel, que si fue más fiel (o hubo menos injerencias editoriales) a los autores. Si la saga de Abraxas llevaba implícita la pérdida de un personaje, el final de los guiones de Pacheco y Marín nos reservó la ganancia de otro para cerrarla con un final memorable.
Y así, a pesar de todo, transcurrieron las aventuras de estos gaditanos con los Cuatro Fantásticos. En la memoria quedan los tebeos que hicieron, que componen una de las etapas que aún se habla y se recuerda. De las que a veces se vuelve a ellas por todo lo que atesoran. Y al final eso es lo que cuenta. Dos décadas después, si hablamos de los Cuatro Fantásticos de este siglo XXI, tres son las etapas que los aficionados citan: la de Jonathan Hickman, la de Mark Millar y Bryan Hitch y la de Carlos Pacheco, Rafael Marín y Jesús Merino. Y es ésta última la que sirve de puente con la Marvel que fue, la que llevó a esos héroes con pies de barro a convertirse en mitos Pop. Una Marvel que nunca volverá, porque todo son ciclos, pero que siempre tenemos a mano en los tebeos que firmaron Pacheco, Marín y Merino.