
El envoltorio de las ficciones proporciona sutiles golpes de humana veracidad. Más allá de lo fantástico y mitológico quedan, los comportamientos y sentimientos nacidos de las tramas e interacción de personajes. Es ahí, donde lo irreal queda al fondo, para apelar al lector a lo verídico del relato, más allá del escapismo de la propuesta. Pues ese y no otro es lo que hace fuerte al relato fantástico en un mundo plenamente racional como es el que vivimos.
Algo de esto hay en grandes dosis en el bestiario amoroso que supone el “Vampir” (“Grand Vampire”) de Joann Sfar. Donde, más allá de lo irreal que proporcionan los monstruos que lo pueblan, quedan las relaciones humanas de los personajes. Es esa la verdadera magia que reside en estas páginas y no la formal que puede suponer el rico revestimiento imaginario que lo arropa.

Con esos mimbres “Vampir” se ha consolidado como un clásico de culto de la Bande Dessinée. A través de unos relatos donde lo humano, demasiado humano, planea en cada página a través de la vida contada de Fernand, el vampiro protagonista. Desde la cercanía con la que está construido por Sfar, el “no muerto” logra en todo momento establecer la conexión empática con quien lea la obra. Comedido en ocasiones, culto a todas luces, más depredador de relaciones que de cuellos, Fernand es una creación tan poliédrica como rotunda. Con una potente voz propia donde Joann Sfar logró desplegar todo su potencial.
El resto del elenco que nos ocupa son originales, por caracterización, guiños a muchos de los mitos de la cultura popular del terror. Humanizados en la personalidad dotada a través de sus actos y formas de expresarse; dibujados con esa aparente y resolutiva sencillez que esconde el lápiz de Sfar. Entre ellos, destaca sobremanera “Aspirina”, la vampira eternamente adolescente a la que el autor de Niza ya le dedicó un celebrado spin- off.

La estética, acorde a la ética de las páginas, deambula entre el expresionismo alemán, literatura centroeuropea, la Hammer y el romanticismo. Dentro de esos parámetros, “Vampir” se revela como la metáfora que es en esencia: salidas nocturnas, sin plan fijo. Con la sola intención de deambular por algún pub que otro y dejar que las piezas se coloquen en el tablero de las relaciones humanas. Conocer a alguien, sin más pretensión que la del momento. Dialogo, roce y miradas cómplices. También silencios y malos entendidos entre la fugacidad. Cruces de miradas y olvido posterior. Jugar. Pura vida extremadamente íntima que se hace universal.
El primer integral de este clásico de la Nouvelle Bande Dessinée, que Fulgencio Pimentel editó en un cuidado volumen en cartoné de 216 páginas, ya va por su cuarta edición. Con traducción de Rubén Lardín, consta de los cuatro primeros álbumes de la serie: “Cupido pasa de todo”, (“Grand Vampire Tome 1 – Cupidon s’en fout”), “Pensando en humanas” (“Grand Vampire Tome 2 – 2. Mortelles en tête”), “Transatlántico en solitario” (“Grand Vampire Tome 3 – Transatlantique en solitaire”) y “El muelle de las morenas” (“Grand Vampire Tome 4 – Quai des brunes”). Una edición definitiva que recopilaba los dos primeros álbumes que la publicó Sinsentido y daba continuidad a la serie con los dos siguientes. Esta fue la definitiva y certera edición en castellano, a la que continuaron los volúmenes de «L’ Amour«, «Aspirina«, «Pequeño Vampir«, y «Pequeño Vampir y Miguel«.

Sin moraleja ni moralina, «Vampir» es la certeza de un baile cómplice y fugaz. Donde la atracción, el desamor, la amistad se muestran entre vampiros, brujas, mucho folclore europeo bien asimilado y clásicos del terror . El guion y dibujo de Sfar, bañado en cada página por los colores de Audré Jardel, nos lleva así a la la eterna búsqueda humana en sus relaciones interpersonales. Como una danza previa al apareamiento, donde aun no hay nada consumado y los juegos de seducción están presentes. En ocasiones sin obviedades y plagados de sutilezas, como en la vida. En otras no, como también ocurre.
“Las cosas más evidentes, ésas no las vemos”
Por todo ello, “Vampir” sigue permaneciendo inmortal, con todas sus dotes de seducción plenas para nuevos lectores que quieran asomarse a este bestiario amoroso, tan onírico como certero. “Amour sans amour”, en definitiva. El que se despliega con una mirada de forma fugaz. Como cantaba Serge Gainsbourg. pero ¿quién quiere vivir sin amor? … Disfrutemos entonces de estas “extrañas rosas desnudas” en forma de viñetas. En este caso, perduraran en «Vampir» en las estanterías más exigentes por toda la eternidad.
