Paco Roca es, a día de hoy, uno de los dibujantes patrios más laureados y reconocidos del panorama. Poseedor de ese estatus incluso en nuestro país, cosa nada fácil pues la mayoría de nuestros artistas más punteros trabajan para fuera de nuestras fronteras. Desde “Arrugas” a “Regreso al Edén”, pasando por “El invierno del dibujante”, “Los surcos del azar”, “La casa” o su entrañable “Hombre en pijama”, ha forjado una trayectoria tan sólida como reconocida.

Antes de estos hitos, Paco Roca ya llevaba veinte años de trayectoria, la cual comenzó allá por 1994 en Kiss comix #33 con la inclusión de su historia de corte erótico: “Aladino en 3D”. A partir de entonces, fue colaborando tanto en esta cabecera como en el mítico “El Víbora”, ambas editadas por La Cúpula. Unos primeros pasos que le llevaron con posterioridad a publicar ya obras de mayor entidad, como “El Juego Lúgubre”, de 2001. Es justo entonces cuando su siguiente paso es la obra que hoy nos ocupa: “Hijos de la Alhambra” (“Les voyages d’Alexandre Icare: Les fils de l’Alhambra”) editada en origen para el mercado franco belga por SAF comics en 2003 y que Cartem comics ha tenido a bien rescatar.

Para situar en contexto al lector, cabe destacar que hay que situarse cuatro años antes de que su gran obra “Arrugas” lo cambiara todo. Hasta llegar a ese primer hito se aprecia una tendencia ascendente en las obras que acomete Roca, (“El Faro” o las historias cortas “Como cagallón por acequia” o “Nuestros muertos”). “Hijos de la Alhambra” es justo la antesala a esa época y Paco Roca refleja en este trabajo una marcada querencia por la Bande Dessinée más clásica. Aquella que nos retrotrae a la línea clara de Tintín o Blake y Mortimer.

Sin duda, la marca de la Línea Clara está en estos “Hijos de la Alhambra”. Un volumen que en principio se planteó como el comienzo de una serie de corte clásico de aventuras. De ahí el “los viajes de Alexandre Ícaro” como antetítulo que aparece en la portada del cómic. Pero no pudo ser. Estos viajes se quedaron solo en éste. Un viaje que igual merecía haber tenido mejor suerte cuando fue publicado en origen y que Cartem ha rescatado con gran olfato.

Lo que nos espera en esta aventura, además de la evidente referencia a Washington Irving del título, es un tebeo de aventuras de sabor clásico. Ideal para degustarlo deleitándose tanto por ritmo narrativo como por lo que aporta viñeta y argumento. Roca nos presenta aquí al protagonista, Alexandre Ícaro, un pintor parisino que se deja seducir por el influjo romántico que despertaba la Alhambra de Granada desde mediados del siglo XIX.

Así llegará a las ruinas del ciudad palatina nazarí, donde descubrirá que una antigua maldición sigue presente en el lugar. Un enigma regado de sangre y que entronca directamente con la toma de Granada por parte de los Reyes Católicos y la expulsión de los moriscos siglos después. Con todos estos mimbres históricos, Paco Roca construye una acertada aventura de sabor clásico envuelta en línea clara.

En estos parámetros se desenvuelven los “Hijos de Alhambra” de Paco Roca. Ideal para los amantes de la Bande Dessinée clásica y para los fans de Paco Roca en general, que tienen en su época pre “Arrugas” material muy disfrutable. Quizá no tan rotundo en términos artísticos como lo que ha venido posteriormente, pero muy interesante y estimulante si se quiere seguir la evolución de este gran artista.

Ese es el caso de “Hijos de la Alhambra”, que ya conoció una edición en castellano en 2007 de la mano de Planeta al calor del éxito de “Arrugas”, pero que desde entonces nadie había reeditado la obra. Hasta ahora, que Cartem la ha devuelto a las librerías en una solvente edición en formato de álbum europeo de 56 páginas, y que ya va por su segunda edición. Señal de que los trabajos de Paco Roca previos a su consagración siguen teniendo magnetismo para atrapar a nuevos lectores.