Si hay algo que ha influido en Marvel Comics en los últimos años es, sin duda, el gran peso que ha adquirido su versión cinematográfica. Un peso traducido en una serie de blockbusters que han hecho caja a lo largo y ancho del planeta y ha abierto el universo superheroico de “la casa de las ideas” a nuevas generaciones. Esta ha sido una expansión calculada y medida, a través de cintas para todos los públicos que, de la misma manera que usaban las viñetas como fuente de inspiración, desdibujaban algunas de las creaciones que llevaban a la pantalla grande. Todo ello ha dado lugar a la paradójica situación de que ya hay un sector del público que personajes como los Vengadores, por poner un ejemplo, los entienden como creaciones cinematográficas, pues es ese el primer contacto que han tenido y el que define su relación con esos mitos modernos.
Es lógico pensar que el pasó a la pantalla desnaturalice el concepto clásico de muchos héroes. Aquel concepto instalado en aquella continuidad clásica de la editorial, que se inició hace más de 60 años. Mientras tanto, licencias de toda clase de productos asociados a estos personajes se venden en todo el planeta. Ese es el mundo actual. Del de ayer no queda nada…. ¿O sí?
Esta reflexión viene a colación del tebeo que nos ocupa hoy: “La vida de la Capitana Marvel”, (“Life of Captain Marvel vol. II”), de Margareth Stohl, Carlos Pacheco, Rafael Fonteriz, Marguerite Sauvage y Marcio Menyz. Una serie limitada de cinco entregas publicada en Estados Unidos entre septiembre de 2018 y enero de 2019 (fechas de portada) al calor del estreno cinematográfico de la película protagonizada por Brie Larson.
Un tebeo que orientaba a Carol Danvers a su versión cinematográfica, sin perder parte de su esencia, añadiendo elementos de retrocontinuidad que alteraban el pasado hasta entonces conocido de la heroína. Elementos tan definitorios en su gestación como la verdadera razón que explica la obtención de sus poderes Kree. La apuesta a priori era temeraria….
Poco queda en estas páginas de algunas de las características de aquel personaje creado por Roy Thomas y Gene Colan, cimentado con mimo por Chris Claremont, evidentemente no queda rastro alguno de esa primeriza “Ms. Marvel” o la “Binaria” que se asoció con los Starjammers. Esta Carol Danvers es otra. Como dijo el propio Pacheco en una entrevista concedida a Pedro Monje en el número de relanzamiento de Dolmen en 2020: “ La Carol que el lector clásico conoció sería hoy en día una especie de Susan Sontag. Un ser que merienda en el Soho, en un loft de moda, más que otra cosa. No podría ser el personaje que hoy en día es adorado por tantos lectores nuevos.”
A los lectores que se refiere Pacheco son los que, evidentemente, podrían venir desde las salas de cine. Pero también a los que Kelly Sue Deconnick y David López cosecharon con la fresca redefinición del personaje que llevaron a cabo. Una senda que en su serie regular se encargó de mantener Margareth Stohl, responsable de su cabecera regular por aquellas fechas. Stohl se encarga de presentarnos una historia “de vuelta a casa”, de retorno a las raíces y origines, de reencuentro con viejos traumas olvidados mientras una antigua amenaza vuelve a presentarse ante la familia Danvers. Una amenaza que servirá como acicate para que Carol se reconcilie con su pasado y tome consciencia del origen de su poder.
Stohl afronta esta tarea utilizando recursos elementales de las típicas tramas de traumas familiares no resueltos, sazonados de elementos costumbristas que dotan de profundidad el relato. Hay espacio para lo heroico y lo espectacular, pero el núcleo del argumento reside en los problemas familiares de Carol. Y este hecho es lo que mantiene la atención de la obra en sus cinco entregas que discurren de forma orgánicamente fluida.
A ello contribuye el papel artístico que jugo Pacheco en estas páginas. Autor de los bocetos de todas la obra, asume el lápiz y se acompaña de las tintas de Rafa Fonteriz en las páginas que narran el “tiempo presente” de la narración, mientras que cede el lápiz definitivo a Marguerite Sauvage en las viñetas de “flashbacks”. Sauvage respeta los layouts de Pacheco de forma fiel en la mayoría de casos y entendemos que eso refuerza el apartado gráfico de la obra, al tener una sintonía mayor todas las páginas. Sintonía que no se ve interrumpida por el excesivo papel protagonista que toma el color de Menyz, “dibujando con colores” más que pintando, en algunos de los rasgos de los rostros. Hecho que quizá quita brillo a la intencionalidad original de algunos de los dibujos, éste es el único “pero” que vemos al conjunto de la obra.
Pacheco, que tras años sin un entintador fijo, dio con Fonteriz el socio ideal para sus lápices. Un socio que sirvió para que luciera más y mejor ese trazo que, por evolución, se tornó más estilizado que antaño y que, después de años de trabajos notables, volvieron las páginas sobresalientes en esta Capitana Marvel. Pacheco, que a lo largo de los años provocó varias rupturas estilísticas en su carrera, se consideraba ante todo un narrador que buscaba siempre “contar”. Más allá de lucirse en splash pages, su objetivo siempre fue poner su lápiz al servicio del guion que tenía entre manos, cuidando hasta el extremo el detalle y buscando la legibilidad de lo gráfico, que estuviera en consonancia con lo textual. Mas allá de buscar un sello personal, siempre primó en el artista de San Roque la voluntad de contar bien con sus viñetas el guion. En “La Vida de la Capitana Marvel” vuelve a hacerlo de forma notable y fresca, demostrando que su arte no pertenecía a ningún momento de tiempo, sino que evolucionaba en un estilo vivo, consiguiendo frescura en sus resultados. Y eso, en trayectorias largas, es muy difícil de lograr. Pacheco lo hizo. Aquí están esas páginas que lo demuestran.
Unas páginas que directamente vieron la luz en castellano compilados en un formato cartoné que Panini puso a la venta en febrero de 2019, que incluían, además de las cinco grapas todas las excelentes portadas principales a cargo de Julian Totino Tedesco, y como extras todas las variantes a cargo de Joe Quesada con Richard Isanove, Artgerm, Sana Takeda, Fiona Staples, Terry Dodson con Rachel Dodson, Adam Kubert con Paul Mounts, Jen Bartel, Sujin Jo, Kaare Andrews, Joe Quinones y Tomohiko Tanida. El volumen incluía además un par de textos aparecidos en la edición de Marvel en grapa. Uno a cargo de Margareth Stohl y otro en el que el propio Carlos Pacheco comentaba la elaboración de algunas de las páginas de la obra.
Así la genialidad de Pacheco y Fonteriz, junto al oficio de Stohl y Sauvage, llevaron a buen puerto la redefinición del pasado de Carol Danvers en una obra ideal para quienes salían de los cines con ganas de saber más sobre la Capitana Marvel. Pero también ofreciendo una lectura en sintonía con la revolución que inició Deconnick y, lo más difícil, siendo coherente en la esencia con el personaje de siempre. Aunar esos tres objetivos no fue fácil, pero se consiguió.