Los primeros pasos del cine, mucho antes de que el sonido irrumpiera en las cintas , fueron eso que se denominó “cine de atracciones” entre 1895 y 1910. La mera representación del hecho que se filma fue el primer motivo de las primeras películas rodadas. Después llegaría la voluntad de narrar con una cámara una historia. Así, en la época que nació el cinematógrafo, éste se consideraba una atracción y espectáculo de feria.
Poco a poco las posibilidades que daba este nuevo arte se fueron expandiendo y las películas que se hacían con motivos más ambiciosos, contando un relato. Es esa época, la del cine silente o mudo, donde aún no hay sonido sincronizado, cuando el fenómeno se va consolidando y el séptimo arte pasa ya de forma definitiva a instalarse en salas de cine, dejando atrás las ferias y fiestas como principal enclave de representación, aunque se mantuviera a lo largo de las décadas como forma residual de exhibición.
A la par las técnicas de rodaje se fueron ampliando y descubriendo. Los profesionales del nuevo oficio fueron innovando en este arte por entonces joven. Uno de ellos, nacido en Teruel allá por 1871 revolucionó el medio con sus técnicas de rodaje y trucajes de efectos especiales. Nos referimos a Segundo de Chomón, el que está considerado “el Méliès Español”.
Segundo Víctor Aurelio Chomón y Ruiz (Teruel, 17 de octubre de 1871-París, 2 de mayo de 1929) quizá es el primer cineasta español. Director pionero de cine mudo y experto en efectos especiales de la época. Es unánime su reconocimiento en lo que aportó a filmes como “ Cabiria» (1914), de Piero Fosco (Giovanni Pastrone) o «Napoleón» (1927), de Abel Gance. También para la historia quedan, entre otras, “El Hotel Eléctrico” (1908), “Viaje a Júpiter” (1909) o “Lulú” (1923). Trabajos de su autoría que revelan la capacidad innovadora de Chomón como autor cinematográfico. Además de ello, inventó un sistema de coloreado de películas, previo al Technicolor. Con todos estos hitos a lo largo de una vida, no es de extrañar que Queco Ágreda y Roberto Morote centraran la atención en la figura del cineasta turolense y crearan “Chomón. El Mago de la Luz”, que ha editado este año GP Ediciones.
«Chomon. El mago de la luz” pasea de forma biográfica por la vida y obras de su protagonista. De forma lineal asistimos a la vida de Chomón y somos testigos de parte de su técnica y pericia. Todo de forma sintética en viñetas que permiten descubrir la intrahistoria de aquel cine que pasó de ser un mero espectáculo de feria para pasar a ser, aun en periodo silente, un vehículo visual narrativo tanto en forma como en fondo. Queco Ágreda (“La noche perdida de Luis Buñuel”) dosifica toda la información de forma precisa, para aportarla al relato de esta vida cuando es menester, revistiendo la narración de mayor interés. Sin excesos de información, solo dejando que los datos fluyan de forma natural, sin avasallar al lector.
El acertado, por evocador, dibujo de Roberto Morote (“Camino de Sirga”), nos lleva a esa época de cambio de siglo. Ilustrando, de forma sintética pero efectiva, la atmosfera de esos días en viñetas recorre la vida del biografiado. Cabe destacar también el juego que da el color empleado, tanto por el resultado plástico explícito como por el homenaje implícito al primer cine coloreado, que nos remite a esas películas. Así discurre este paseo gráfico donde las composiciones de página marcan el tempo del relato, como una buena película rodada con oficio.
Así, en apenas 70 páginas se nos da a conocer “Chomón. El Mago de la luz”. Un tebeo que satisfará tanto a los cinéfilos como a los que se acerquen por primera vez a la figura del cineasta turolense. Un cómic, en definitiva, “bien rodado”, que maneja el tempo con esmero y dosifica la información que atesora. Una biografía en viñetas, editada por GP Ediciones en formato cartoné, que nos acerca a los días del primer cine de la mano de uno de los pioneros del séptimo arte.
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