No lo tenían nada fácil los pobres hombres que tenían que subirse a lomos de ellos y surcar los cielos. El Fairey Swordfish era un avión biplano construido en el periodo de entreguerras que tuvo que hacer frente a la superioridad tecnológica alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Una de las armas con las que la Marina Británica se defendió durante la contienda. Lento en comparación con los adversarios, y la necesidad de una gran aproximación para poder soltar los torpedos en el objetivo, lo hacían parecer obsoleto a todas luces.
La flema británica de sus tripulantes los bautizó como “Stringbags”, como las bolsas de la compra populares de aquella época. Una cabina abierta, más propia de principios de siglo que de los años 40 del siglo XX y tres miembros a bordo: piloto, observador (que indicaba la ruta) y un tirador mirando hacia la cola y el timón del avión. Comunicándose por tubos acústicos, sufriendo las inclemencias climatológicas de la altitud, los hombres que tripulaban esos artefactos podrían considerarse directamente carne de cañón frente a la armada aérea nazi.
“Lo único que tenían a su favor era su juventud y su entrenamiento.”
Sin embargo y contra todo pronóstico, los tripulantes de estos biplanos protagonizaron varias gestas bélicas a lo largo de la Segunda Guerra Mundial. Con todo aparentemente en contra, frente a “goliats” tecnológicos consiguieron grandes victorias durante el conflicto, también protagonizaron derrotas frente a lo inevitable, en la que se hacia patente la sangre, sudor y lágrimas que prometió Winston Churchill en su legendario discurso bélico.
Un sacrificio humano de muchas vidas en definitiva, que consiguió desbaratar los planes italianos y alemanes tanto en el Mediterráneo como en el Atlántico. Material de primera para ser contado en un buen relato bélico. Garth Ennis (“Predicador”, “The Boys” o “The Pro”) es sabedor de ello. Conoce el género bélico a la perfección y es quizá donde brillan con más intensidad sus relatos. Ahí están sus “War Stories” o “Battlefields” para comprobarlos, series que albergan entre sus entregas algunos de los mejores cómics bélicos producidos en las últimas décadas. Incluso en sus incursiones en Marvel, suele ser una constante que lleve a los personajes con los que más juega al campo de lo bélico: véase su “Punisher” o “Max Furia. Mis Guerras Perdidas”, por citar solo dos ejemplos.
Es en ese terreno donde nos encontramos a un Gath Ennis sobrio y certero, bien documentado y al servicio de lo que quiere contar. Más ejemplos de ello se nos ocurren conforme escribimos estas líneas (“Sara” o “Dreaming Eagles”) y otro más se suma con el cómic que centra nuestra atención hoy: “The Stringbags”, donde Ennis centra su mirada en lo que supuso en la Segunda Guerra Mundial para las líneas británicas contar con los modelos Fairey Swordfish y la tropa que los tripuló y se sacrificó en el conflicto.
Centrando la atención en tres de las operaciones militares más destacadas que estos biplanos participaron (el ataque a Tarento, el hundimiento del Bismarck y “la carrera del Canal”) para brindarnos tres relatos que describen a la perfección lo que implicaba volar con uno de esos aparatos y lo que se jugaban (y muchos perdieron) sus tripulantes.
Con un cuidado máximo en cuanto a contexto histórico y detalle bélico, Ennis nos presenta a una tripulación ficticia que participa en las tres operaciones militares que muestra el cómic. Una tripulación que bien podría ser un estereotipo de aquellos soldados y le sirve a Ennis para meter al lector de lleno en la historia. Personajes de ficción, tratados con sobriedad y que sirven para que el lector empatice con ellos; vehículos en definitiva para transmitir lo acontecido en esas batallas, sin poner a nadie palabras que no dijo y, a su vez, homenajear de alguna manera a todos los hombres que se expusieron al peligro. Respeto, en definitiva, como afirma el propio Ennis en el texto final que cierra tebeo.
Un tebeo bélico, donde la sobriedad con que lo conduce Ennis se ve respetada por el dibujo que vierte en las viñetas P.J. Holden, que da con el punto exacto para mostrarnos esa realidad que ocurrió en toda su dimensión. Pegado a lo verídico, sin escatimar recursos cuando hay que reflejar lo dantesco de las batallas aéreas o navales que se narran. Cabe destacar un excelente detalle que nos mete de lleno en el relato en todo momento y nos soprende con impactantes splash pages dobles, que nos vamos a guardar de enseñar para que no diluya el efecto en una primera lectura, pero que a buen seguro quedarán en la retina de muchos lectores.
Kelly Fitzpatrick nos pinta el justo color que remite a esos días fríos, en los que la muerte puede esperar en los cielos o en el océano. Sin estridencias y con una sobriedad acorde al tono general del relato de Ennis, los pinceles de Fitzpatrick colorean en la misma dirección.
Así se presenta esta obra sólida, donde Ennis vuelve a dar otra lección maestra de cómic bélico y se rodea de un equipo artístico más que solvente para hacer que “The Stringbags” se abra un hueco en cualquier tebeoteca bélica que se precie. Y esa obra, editada originariamente en ingles por Dead Reckoning en colaboración con The Naval Institute Press, es merecedora de ello. Y de una edición superlativa, que es la que ha llevado a cargo Aleta en este fin de año para el mercado español, con un cuidado tomo en cartoné de 192 páginas que tiene tanta presencia como esencia aguarda en su lectura. Una lectura en la que volvemos a encontrarnos a Garth Ennis en plena forma y nos descubren como aquellos pequeños biplanos hicieron historia en la Segunda Guerra Mundial.