“Escuchadme y juzgar si el relato es verdad o es mentira.”
Alejada del continente, la Isla de Frea parece el lugar más avanzado de todo el universo de Môm. Sus gobernantes no lo son por la imposición de las armas, ni por los designios divinos de unas creencias compartidas, sino que se eligen entre iguales. Así habitan los elfos esta isla, que parece ser una de las potencias económicas de este mundo. Una economía que se nutre del trabajo de no solo los elfos, sino también de los esfuerzos y trabajo de los mesotrolls, otra raza que puebla este mundo. Con regularidad cantidades de mesotrolls llegan a la isla. Bajo la esperanza de una vida mejor llegan a Frea para ser empleados en los trabajos a priori más duros y peor remunerados. Un movimiento migratorio que genera consecuencias. La más evidente, y que beneficia a los grandes titulares de las explotaciones económicas donde se emplean, es una presión a la baja sobre el precio de los salarios que se han de pagar. Un hecho que pone en el punto de mira, no al ventajista que aprovecha la coyuntura para pagar menos, sino al pobre que no tiene alternativa a aceptar un sueldo de miseria.
Mientras tanto, se extiende una red que se encarga de traer más mesotrolls a la isla, de forma clandestina, con el único fin de saltarse la burocracia y tener mano de obra a precios irrisorios. Bajo el aparente avance económico de la isla de los elfos, no reluce solo el metal, sino las miserias escondidas de la codicia, del deseo de ganar más, a costa de lo que sea y de quien sea. Y las consecuencias que ello genera en una sociedad en la que sus grupos recelan unos de otros.
Esa es la isla a la que vuelve Norian, un joven elfo de familia potentada que ha pasado una década formándose en las escuelas más notables de este mundo, y ese es el punto donde comienza el tebeo que tratamos hoy: “El Mes del Dragón” (“El Mes del Drac”). Un tebeo donde Quim Bou puso al servicio lo mejor que podía ofrecer de su “Continente de Môm” para contribuir a una causa cívica allá por 1998, tan vigente a día de hoy como hace dos décadas, pues siempre hay miserables dispuestos a alimentar, con dosis de miedo e ignorancia, el odio al diferente para obtener algún tipo de redito económico, social o político.
Un tebeo que nació a propuesta de la asociación multicultural GRAMC (Grupos de Investigación y Actuación con Minorías Culturales y Trabajadores Extranjeros), de Girona, que buscaban un cómic dirigido al público adolescente, que sirviera en las aulas para trabajar y analizar el problema del racismo. Un joven Quim Bou aceptó el reto y a lo largo de 72 páginas situó la obra en el fantástico Continente de Môm, un universo por el que por aquel entonces ya comenzaba a dar sus primeros frutos.
Situando la acción en un tiempo previo a lo que se cuenta en “Oro Rojo”, Bou nos ofrece una historia compleja y alejada de maniqueísmos simplistas, sabiamente trazada por la fluidez en la que se desarrolla. Sembrando elementos para la reflexión mientras la historia germina, crece y llega a su cenit. Así estas páginas de un joven Bou aún mantienen su vigencia, con ese trazo apresurado con el que tuvo que afrontar este encargo que hizo tan suyo, a pesar de la urgencia del plazo de entrega con el que contó. Hecho que se aprecia en las páginas que componen el relato, pero que no resta ni un ápice de fuerza de un guion excelentemente edificado. Que sabiamente deja elementos para el debate racional y sosegado, que pueden servir tanto para abordar la cuestión del racismo de forma didáctica, como para reflexiones posteriores en lectores más maduros.
Así discurre “El Mes del Dragón”, que con motivo de la inminente edición de “Oro Rojo” está disponible en castellano y catalán en formato digital en el “Pack Juglar” que Grafito oferta en la campaña de lanzamiento del integral de Bou, ofreciendo al lector de esta manera ir un poco más allá en todas las posibilidades que ofrece el continente de Môm. Un continente que vuelve a desembarcar en las librerías de toda la península de manera inminente, para gozo de los amantes de la buena fantasía heroica. Una saga, que como vemos, tiene mucho que ofrecer y que no ha perdido su vigencia. Tanto en sus relatos principales, como pueda ser “Oro Rojo”, como en los que a priori podrían considerarse erróneamente menores, como “El Mes del Dragón”. Un tebeo que mantiene una absoluta vigencia, y casi me atrevería a decir su extrema necesidad de existencia. Para contribuir a frenar la ola de odio irracional que muchos “irresponsables políticos” están extendiendo en beneficio propio, “El Mes del Dragón” se nos antoja una excelente lectura para nuevas y veteranas generaciones. Un tebeo que puede despertar el espíritu crítico y cívico. Una herramienta didáctica de las que sirven para fomentar el pensamiento y no la consigna simplista propia del extremismo ignorante. Y eso es lo que distingue a las sociedades que avanzan de los conjuntos tribales que retroceden.