En el noveno arte, como en cualquier medio artístico, hay creadores que a base de trabajos solventes han consolidado su posición en la industria. A través de títulos que van sorprendiendo a lo largo de los años, permitiendo establecer la máxima relación literaria con sus lectores: esa que el público concede al artista mediante ese “cheque en blanco” que tiene el mensaje implícito de “cuéntame lo que quieras”. Ya ha pasado el momento de demostrar que sus creaciones son merecedoras de atención. Su público lo sabe y se acerca a cada nueva obra dispuesto a disfrutar de lo que ofrece, más allá de géneros o etiquetas. Ese estatus no está al alcance de cualquiera. A nivel internacional ese “Olimpo” podría estar conquistado por genios de la talla de Alan Moore o Grant Morrison, por citar tan solo a un par incuestionables.
Centrando el foco en el panorama nacional, algo de esto ocurre con Juan Torres, “El Torres” (“Phantasmagoria”, “El bosque de los Suicidas” o “Goya. Lo sublime terrible”). Un tipo que, a base de trabajos notables, ha ido cimentando un prestigio como guionista. Cultivando varios géneros en su trayectoria, título tras título el reconocimiento y los premios han llegado, a la par que los lectores que reconocen una voz propia en sus guiones, con independencia de la temática que aborde. Así se seduce, con las buenas prácticas de un “contador de historias” que domina los resortes de los géneros que se adentra en sus propuestas, donde sabiamente se esconde siempre un “algo más” de lo que a priori parece. Lograr que una gran base de lectores llegue a esa misma conclusión requiere de mérito y de oficio.
Por todo ello, este nuevo salto sin red que supone para El Torres “Galdós y la Miseria” ha sido acompañado por muchos aficionados desde el primer momento que el trabajo se ha editado por Nuevo Nueve. Sin trapecio, pero con el estupendo arte de Alberto Belmonte, la propuesta que nos ofrecen llega ese buen puerto destinado solo a las obras que perduraran. Todo ello en un cómic donde personajes reales se entremezclan con seres ficticios. En un tebeo que no es biográfico pero si recoge en esencia el sentir y pulsión literaria de la figura histórica que aparece en él: Benito Pérez Galdós.
Porque no estamos ante una novela gráfica de Galdós. Para eso ya ha habido ríos de tinta publicados en los últimos cien años donde eruditos y estudiosos han escrutado vida y obra del célebre escritor. Este es un tebeo “con Galdós”, con su sensibilidad literaria planeando a cada página; con el autor de “Misericordia” participando de un drama de los que podría haber materializado con su pluma. Con el mismo tono que las novelas que alumbró el genio grancanario: preciso y sobrio, potenciando la sensibilidad de lo que se transmite en el relato y huyendo en todo momento de lo sensiblero. Reflejando, sin caer en maniqueísmos simplistas, las desigualdades sociales que también encontramos en obras como “Fortunata y Jacinta”. Con el mismo realismo galdosiano que fluye de forma directa y orgánica en el tránsito de lo que se quiere contar. Bajo esos parámetros estilísticos, que El Torres asume con oficio y solvencia, es donde germina esta historia que va atrapando, tanto por el homenaje implícito que hay en muchos de los elementos que concurren en el relato, como por el interés que va despertando su desarrollo. Un ejemplo sin duda de genialidad. Otro más.
Para que “este salto sin red” sea así de magistral ha sido clave el arte de Alberto Belmonte, que da en lo gráfico con el Galdós ideal, que nos lleva con sus lápices en ese Madrid de principios del siglo pasado, plenamente reconocible. Ritmo, secuenciación y colores aplicados se alinean para ofrecernos el tono galdosiano que atesora este guion de El Torres, para robustecer una obra donde, como los mejores textos de Galdós, menos es más y tan importante es lo que se muestra como lo que se sugiere.
Así surgen las sensaciones al acabar la lectura de “Galdós y la miseria”, en una edición cuidada con mimo hasta el último detalle, donde continente y contenido maridan a la perfección. Y mientras el arriba firmante contempla este maravilloso volumen en cartoné editado por Nuevo Nueve se imagina como debería haberse sentido un espectador tras el estreno en teatro de “Doña Perfecta”, mientras cae el telón y los aplausos se suceden en la sala. Porque el “salto sin red” que supone este tebeo es merecedor de una ovación.