En 1936 el recién creado Euzko Gudarostea (Ejército de Euskadi), dirigido por José Antonio Aguirre, que llevaba poco tiempo en su cargo de Lehendakari, y formado por batallones de distintas ideologías, mantenían la lucha frente a los sublevados del frente nacional. En el plano militar, la superioridad militar de los golpistas era patente. Para tratar de evitar la caída de Vizcaya en manos sublevadas, el Gobierno vasco levantó el denominado Cinturón de Hierro, una línea defensiva estática, destinada a la defensa de Bilbao, siguiendo las instrucciones del general e ingeniero Alberto de Montaud Noguerol.
Una línea defensiva que respondía a la estrategia de defensa estática procedente de los altos mandos franceses en la Primera Guerra Mundial. Contaba con los búnkeres subterráneos y trincheras provisionadas con las ametralladoras para contrarrestar los ataques tanto terrestres como aéreos. En su diseño participaron varios ingenieros tanto de minas como industriales, todos liderados en los trabajos por el capitán de Ingenieros Alejandro Goicoechea. La construcción se realizó con un gran número de trabajadores, iniciando los trabajos en 1936, pero debido al devenir de la guerra, la obra quedó incompleta y solamente se pudo realizarse un 28% de su construcción total.
Hubo un traidor entre las filas republicanas en el mando euskaldun: El capitán Goicoechea consiguió pasar las líneas del frente en febrero de 1937, llevándose consigo todos los planos e información que pudo recolectar sobre el entramado defensivo. De esta forma, los mandos del Ejército franquista pudieron saber que en el sector del monte Gaztelumendi, a unos 12 kilómetros al este de Bilbao, el cinturón poseía una sola línea de defensa en deficiente estado. El Ejército sublevado lanzó su ofensiva final contra Bilbao, comenzando con un bombardeo preliminar de piezas de artillería, acompañado por los ataques aéreos de la Legión Cóndor y la Aviación Legionaria. Este es el escenario de partida de “1937 La caída del Cinturón de Hierro”, de Rafael Jiménez y Cristian Sánchez. Un tebeo de Carmona en Viñetas que sigue enriqueciendo su “Universo 36”.
Estamos ante una pieza más de un universo de ficción que sigue apoyándose en los dos pilares que lo definen: Por un lado, los hechos narrados y la crónica mostrada son fieles a la historia. De otra parte se consigue sumar a la realidad histórica toda la épica de los superhéroes. La historia de la Guerra Civil reformulada con la participación de seres superiores, magos, mutantes y otras criaturas mitológicas. Todos ellos juegan su papel en la historia, nuestra Historia.
Rafael Jiménez es el creador de todo este universo, además de responsable del festival sobre cómics que se celebra en Carmona y de las actividades que allí se desarrollan en centros educativos. También, director editorial de la asociación sin ánimo de lucro Carmona en Viñetas. En su hoja de servicios figuran obras como “1936 La Batalla por Madrid”, “La Orden Oscura”, “Orígenes del Universo 1936”, “Piel de Toro” o el recientemente editado “1525: Pavía”. Para “La caída del Cinturón de Hierro” nos brinda un relato que consigue enganchar gracias tanto a los hechos reales que describe como a la caracterización de los superhéroes, consiguiendo un toque “de realidad” dentro de la ficción que suponen los metahumanos.
Cristian Sánchez, cuyo trabajo también se puede apreciar en un relato incluido en el número 20 de la revista Cthulhu, se encarga del arte del tebeo, con un dibujo correcto, sin alardes pero con la energía necesaria para que el lector centre su atención en lo narrado.
En cuanto a la edición, estamos ante una grapa de 32 páginas en formato comic book a color. Carmona en Viñetas sigue trabajando afanosamente en la difusión del cómic como elemento cultural y en dotar de oportunidad a autores noveles para ir “fogueándose” con trabajos que puedan ser conocidos por un público de mayor espectro.
El Universo 36 permite que gracias a estos tebeos, los lectores que desconozcan la historia del siglo XX español se puedan adentrar de una forma dinámica y atractiva, lo que puede atraer a las jóvenes generaciones a explorar la historia que existía durante la guerra civil y la posterior posguerra. Quien quiera leer los hechos consumados de las historias de la guerra civil española mezclándolo con superhéroes no se puede perder estos tebeos. Una labor, la de Rafael Jiménez y compañía, que se puede comparar con el trabajo que hacían las grandes editoriales americanas durante la Segunda Guerra Mundial.