“¿Qué serías capaz de hacer en una situación límite?”
Esa es una de las cuestiones que cualquier ser humano se habrá planteado alguna vez en su existencia. Cuando están en juego la vida y la muerte, es la prueba de fuego definitiva para los valores y creencias de cualquier persona. ¿Cómo se reaccionaría en esos casos? ¿Y los demás? ¿Se mantendrían las lealtades? ¿O posiblemente surgirían alianzas que, en un contexto sin alarma, se considerarían contra natura? Todas esas preguntas solo pueden responderse de una manera: cuando se dé una situación extrema.
Quizá por todo ello uno de los géneros que sigue en buena forma es el género de zombies. Un escenario que, por definición, es de extrema gravedad es el de una plaga de muertos vivientes. Pero ante el peligro evidente, la atención nunca se centra en este género en los fallecidos andantes ni en las causas que lo originan, sino en los que aún quedan vivos: en cómo sobreviven, se relacionan e intentan sobrevivir en ese apocalipsis. Ahí descubrimos la verdadera naturaleza de esos seres humanos corrientes ante una catástrofe extraordinaria. Ese es el punto que genera máximo interés a quien se acerque a una obra de este género. Como muestra de ello, baste citar la célebre «The Walking Dead«, el mayor éxito de temática zombie en el noveno arte, que devolvió la atención del gran público ante este tipo de historias: el cómic de Robert Kirkman y Charlie Adlard edita su entrega 194 el próximo agosto y la serie de televisión ha sido un revuelo mediático. Para recordar algo similar tenemos que irnos al cine y a 1968, cuando George A. Romero estrenara en 1968 “The Night of the Living Dead”, la película que definió el canon por el que discurren los relatos de este género.
Aún con todo lo expuesto, y bajo esos estrictos parámetros, hay margen para construir relatos interesantes. No por originales, sino porque rezuman oficio. Sirva de ejemplo, aparte de los obvios, el cómic del que hablaremos hoy: “Death Row. El Corredor de la Muerte”, de Marc Sans y Óscar Perales, editado en 2015 por Drakul. En Death Row nos vamos a encontrar los ingredientes básicos que rigen el género: una plaga inexplicable se extiende por la población y hay un grupo de humanos que no quedan contagiados. En este caso, el cuerpo de seguridad de la penitenciaría de Wolvestone y algunos de sus prisioneros. Los trabajadores del centro tendrán que asumir la situación extrema y determinar si pueden contar (o no) con los reclusos para su misión de supervivencia. El estallido vírico es evidente fuera de las puertas de la prisión y no reciben ningún tipo de información del alcance de este apocalipsis ni encuentran explicaciones que determinen las causas. Es en definitiva un escenario de pesadilla en el que se deberán forjar alianzas entre dos colectivos antagónicos por definición (vigilante y vigilado) con el fin común de sobrevivir. Pero, y con ello volvemos a la pregunta con la que iniciábamos esta reseña, “¿qué serías capaz de hacer en una situación límite?”
Bajo esta premisa Marc Sans desarrolla un guion que es pura Serie B, con todos los elementos que definen y caracterizan el género zombie. Un relato que se robustece con la sólida caracterización de los personajes principales y el ritmo que transita la trama. Un ejercicio de estilo solvente y adictivo, pues es un tebeo que aunque recorra caminos muy delimitados, lo hace con estilo al apoyase tanto en los cánones del género como con lo orgánico de su discurrir. En lo gráfico los dibujos se reparten entre Sanz y Perales, en una narración gráfica en blanco y negro que refuerza la sensación angustiosa y lúgubre del argumento. Un dibujo funcional acorde con las necesidades del relato, donde se prima ante todo lo que la historia requiere en todo momento, potenciando la tensión que exhibe el guion. En definitiva, estamos ante un elegante ejercicio de estilo tanto en lo argumental como en lo gráfico.
“Death Row. El Corredor de la Muerte” está editado por Drakul en formato rústica de 128 páginas. Un volumen de los que posiblemente se lea de un tirón, por lo bien que atrapa la trama. Y eso, en un género tan delimitado como es el de los zombies, es uno de los mayores logros que atesora esta obra: oficio, buenos personajes y una trama bien contada.