El cantar de Renardo: Magia sin milagros

Popularizado en la Baja Edad Media, Renardo (“Renart”) fue el protagonista de varios poemas en francés datados en los siglos XII y XIII. A lo largo de sus ingeniosos versos se dibujaban curiosos cuentos que parodiaban la novela cortés y la épica, con una gran carga satírica. Ambientados en una sociedad animal, reflejo del entorno en que se escribieron sus versos, se servían de esa “fantasía” para criticar, con afilado y malicioso humor, estamentos y elementos de la sociedad de la época. Hecho que supuso que la Iglesia de la época quisieran prohibir sus textos y su difusión. Aún con eso, Renardo traspasó fronteras, siendo popularizado en el resto del continente como Reynard, Renard, Renart, Reinard, Reinecke o Reinhardus.

Una popularidad que sirvió en Francia para llamar a los zorros “renart” en lugar del “goupil” proveniente del latín. En un tiempo de supersticiones, donde se creía que la sola mención de la palabra “zorro” provocaba mala suerte, la gente comenzó a referirse al animal por el nombre del protagonista de los poemas medievales, quedando ya designados los raposos en Francia bajo el término de “renart”.

No solo fueron lugares, Renart también trascendió su época llegando a nuestros días, protagonizando varias fábulas populares con carácter infantil, conservando el ingenio pero despojado ya de la malicia original. No obstante, esa garra medieval llena de sátira es lo que se propuso recuperar Joann Sfar con “El cantar de Renardo” (“La Chanson de Renart”), recién publicado en España por Fulgencio Pimentel.

Bajo esa premisa, Sfar compone un mordaz fresco donde el imaginario de Renardo convive con otros mitos y referentes de la cultura francesa y europea. María de Francia (Marie de France), la primera poetisa en lengua francesa, mitos católicos como el diablo o judíos como el Golem, conforman un dramatis personae tan curioso como certero, donde hasta el propio Merlín y Georges Brassens tienen su lugar. Todos ellos sustentan esta sátira, que tiene origen en lo medieval pero es, ante todo, atemporal, por los temas que aborda con ingenio.

En sus páginas se advierten rasgos que permanecen constantes en la historia de la humanidad, como, por ejemplo, la hipocresía que rodea al poder. Narrado con ese tono tan propio de Sfar («Vampir«, «L’amour» o «Aspirina«) uno que mezcla lo ingenuo con lo descreído de forma natural, es combustible de un relato que gana a cada página, sumergiendo a quien lo lea en sus viñetas. Por la fantasía que se expone y la realidad metafórica que sugiere. De forma, como digo, orgánica: fluyendo a la par que el relato crece. Como aliado en su recorrido está el certero trazo de Sfar, que perfila irresistibles viñetas marca de la casa, bañadas por los colores de Brigitte Findakly, haciendo que en cada página se advierta un estilo propio, personal y reconocible. Singular, en definitiva. Rasgo solo reservado a quien es capaz de presentar propuestas personales.


El Cantar de Renardo”, deviene así en una acertada sátira atemporal, clásica en origen y fresca en su resultado. Publicado originalmente en Francia por Gallimard, Fulgencio Pimentel lo acaba de editar en castellano, con traducción de Joana Carro, en un solo volumen que reúne los dos álbumnes originales de la serie: “Le Seigneur des entourloupes” y “La Magie sans miracle”. Y magia, sin milagros, es lo que desprenden las 120 páginas que comprende la edición de Fulgencio Pimentel. Por lo bien que sienta la mordacidad vertida en ellas, cargadas de ingenio y una sátira que ya es, a todas luces, atemporal.

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