
Un hecho saca de la rutina a Aurora. Es una llamada. Su padre acaba de fallecer. Tras el funeral vendrán los recuerdos, marcados por una relación paterno-filial distante durante los últimos años. Es el momento de rememorar pues. Pero también el de descubrir. Pues el padre de Aurora no solo hacía llaves que abrían puertas, también facturaba otras que guardaban… recuerdos.
Bajo esa premisa se edifica “El Cerrajero”, de Adrián Benatar y Carmen Cantero. Un tebeo editado a principios de año por Cósmica Editorial que crece conforme se recorren sus viñetas. Pues lo que aguarda en esta propuesta es una acertada combinación entre intimismo y fantasía que apela al recuerdo y a la ausencia en un duelo, pero también a la búsqueda de la paz interior de la protagonista, que mediante lo sobrenatural llegará a un camino de aceptación.

En el guion, lo emocional está presente de forma tan precisa como sobria, consiguiendo así dar mayor empaque a la historia. Otro de los elementos esenciales para que funcione con precisión el relato es el enfoque centrado en la protagonista, asistiendo así el lector al proceso que va a vivir. Un proceso que, aun envuelto en un halo de ficción, apela a momentos y sentimientos muy reales. Eso es lo que da sentido y fortaleza a la trama realizada por Adrián Benatar: el uso con oficio de lo ficcional para apelar a lo más terrenal, consiguiendo una suerte de acertada metáfora sobre lo que es un duelo y la aceptación de cuestiones no resueltas con el finado. Como una catarsis sutil: contenida en forma pero intensa en fondo.
Para ello, el personal trazo y estilo de Carmen Cantero (“Gustavo y sus leyendas”, “Viaje a Xambala” o “Bufalo Bill y el último dragón”) se revela como un aliada ideal para el resultado gráfico del relato. Mediante sus líneas limpias atrapa los matices y complejidades de esta apuesta argumental a priori arriesgada. Una apuesta de la que sale no solo airosa, sino triunfante en este recorrido sentimenal y emocional que es “El Cerrajero”.

Un camino que, como digo, es mágico e intenso. Que apela a lo íntimo en un viaje por el pasado de la protagonista, mientras que se ponen de relieve cuestiones referentes a la memoria y a su maleabilidad subjetiva. Con esos mimbres se tejen las 112 páginas que componen “El Cerrajero”: un viaje lleno de fantasía que lleva de cuestiones muy humanas y pegadas a lo real de la existencia, como es la importancia de los recuerdos de los seres queridos. Entre el escalofrío de la sensibilidad y con la emoción de los recuerdos vividos. Sin duda, un fresco y solvente hallazgo.
