Hace casi tres décadas, escuché a Keith Richards decir algo así como “ya sabes: el sol sale todos los días y, cada cierto tiempo, hay un nuevo disco de los Stones”. Fue durante la época de “Voodoo Lounge”, uno de sus trabajos más notables desde “Tattoo You”. Por aquel entonces, el arriba firmante se encontraba fascinado por algunas de las gemas que escondía ese disco, entre ellas aquel poderoso “Love is strong” y, sobre todo, “I go Wild”, quizá uno de los temas que mejor recogen la esencia rock stoniana a través de riffs entrelazados y un texto tan punzante como estimulante.

Pasaron los años y llegaron los aniversarios de décadas. Cuarenta, cincuenta y sesenta aniversario fueron conmemorados por todo lo alto por la mayor banda de rock de la historia a través de tours mundiales donde Mick Jagger, Keith Richards, Charlie Watts y Ronnie Wood ponían cada noche las cosas en sus sitio. Sin embargo, estas tres décadas no han sido muy productivas en cuanto a material nuevo desde aquel “Voodoo Lounge”. Un irregular “Bridges to Babylon” vió la luz en 1998, en el que lo bueno de “Lowdown”, “Out of Control” “Saint of Me”, “Do you have to mean it?”, “thief in the night” y “How can i stop?” compensa con creces el resto del trabajo. “A bigger bang” explotó en 2005 con la contundencia del disco más compacto que han facturado los Stones en décadas. Un trabajo que puede estar en el top 10 de su discografía y tratar de tú a tú a clásicos como “Beggars Banquet”, “Let it bleed” o “Sticky Fingers” (la excepción siempre es «Exile on main st.», la joya de la corona). Curiosamente, fue el disco que peores resultados comerciales dio, no alcanzando en su momento las cifras que antaño se cosechaban. Era la época del comienzo de las descargas de mp3, y aunque es difícil de cuantificar, algo debió afectar.

Desde entonces, la edición de material nuevo quedó paralizada. Dos singles que acompañaron al lanzamiento del cincuenta aniversario “Grrr!«: la enérgica “Doom and Gloom”, que sonaba a un descarte de la carrera en solitario de Mick Jagger, y “One more shot”, cuyo riff nos lleva al esplendido “How i wish”, aquel tema de Keith Richards junto a sus X-pensive Winos. Después de eso hubo de esperar hasta 2020 para que sorprendieran a propios y extraños con la solvente “Living in a ghost town”. Ese es el balance desde 2005 hasta ahora, añadiendo el soberbio ejercicio de estilo que es “Blue & Lonesome”, el disco de covers de blues que lanzaron en 2016.

No parecía pues que, en el entorno Stone, hubiera planes para un nuevo disco. Y más después del fallecimiento de Charlie Watts en 2021. Los conciertos iban a continuar, con un sustituto de lujo: Steve Jordan, el miembro más capital de los X-pensive Winos de Richards. Pero otro cantar era lanzar material nuevo. A pesar de las continuas declaraciones de los miembros de la banda, pocos apostaban por un disco nuevo con material original de The Rolling Stones. Hasta ahora.

Porque ya es una realidad “Hackney Diamonds”, el nuevo trabajo que pone las cosas en su sitio tras años de sequía musical propia. Un disco que, si bien tiene su principal amenaza en la odiosa comparación de una longeva y fuerte discografía de la banda, sale airoso del lance. Jagger, Richards y Wood eran conscientes de que no podían editar cualquier cosa y el resultado que ofrecen está a la altura de su trayectoria. Mérito que la banda comparte con Andrew Watt, responsable de la nítida y majestuosa producción de este trabajo. Así que ponemos la aguja en el vinilo y pasemos a degustar tema por tema estos “diamantes de alquiler”.

Un riff marca de la casa abre “Angry”, el contundente tema que ha servido de presentación del trabajo y que inaugura el álbum. A partir del riff se entrelazan punteos ejecutados con magistral actitud, y la base rítmica de Steve Jordan y Darryl Jones hace el resto para que Mick Jagger despliegue su voz en este tema donde los silencios cuentan tanto como los sonidos. Un tema que pide a gritos ser ejecutado en directo en el inminente tour que comenzará próximamente.

Tras el chute de adrenalina, “Get Close” baja las revoluciones en un medio tiempo memorable, con unos nítidos riffs y unos coros solventes encumbran otro de los diamantes de esta colección. El saxo final de James King eleva el tema hasta lo más alto.

“Depending on you” se asienta sobre la acústica de Keith, acompañada por la slide de Ronnie y el órgano de Chuck Leavell. Ecos setenteros y emocional esencia atemporal. Una canción que más que escucharla, conmueve. En el piano Elton John aporta su presencia.

Ya la atención se ha captado en su totalidad. Es momento de mantenerla con contundencia. De ello se encarga “Bite My Head Off”. Un tema intenso y vitalista, con un riff adrenalínico. Esencia Stone a cada nota y con el bajo distorsionado de Paul McCartney. A la primera escucha uno se imagina ya a Mick Jagger metiéndose al público en el bolsillo en un gran estadio mientras Keith y Ronnie juegan con sus mástiles.

“Whole Wide World” mantiene el listón en lo alto, en un tema que, en un mundo ideal, tendría que haber sido interpretado a dúo junto a Iggy Pop, por lo mucho que bebe de la iguana de Detroit. Mientras suena despierta esa melancolía rockera de cuero negro y alma rebelde que solo pueden entender quienes sienten las canciones como propias.

La tormenta parece que pasa, pero no la intensidad, pues a continuación florece un atmosférico blues de ecos rurales: “Dreamy skies”. Otra joya que crece a cada escucha, con la nitidez de las guitarras y resto de instrumentos, para deleite del aficionado. Harmónica, steel… una joya para sibaritas.

Conquistado el oyente con la solvente cara A, llega el momento de dar la vuelta al vinilo y descubrir “Mess it up”, donde el rock se entrelaza con el funk de forma orgánica. Un tema en apariencia menor, de los que hacen el trabajo sucio de dar consistencia total al conjunto de canciones donde están englobados. Además, la batería de Charlie está presente en este tema, dándole su personal toque.

“Live by the Sword”, con la presencia del bajo Bill Wyman y la batería de Watts, nos devuelve al line up Stone que se consolidó desde “It’s only Rock’n Roll”, en un tema que el toque único de Charlie se deja sentir como un preciso metrónomo sobre el que edificarla. Elton John participa también en este tema y da un juguetón sabor con su piano. A destacar también el brillo que aporta Ronnie aquí, como solo pocos pueden hacer. Esta es una canción que puede que pase desapercibida en una primera escucha del disco, pero tiene todos los elementos para ser una de las favoritas de muchos fans conforme pase el tiempo.

“Driving me too hard” continua la función. Bajo una alfombra de guitarras se despliega este medio tiempo, sazonado con unos excelentes y cristalinos punteos de guitarra que el Hammond de Chuck Leavell abraza. En el punto exacto para emocionar sin empalagar, nos prepara para la balada que la voz de Keith Richards nos tiene preparada: “Tell My Straight”, donde la guitarra y voz de Keith nos lleva a ese lugar donde pocos músicos pueden hacerte llegar. Quizá por eso ellos son los Rolling Stones y los demás no.

Ejemplo de ello es el siguiente tema: “Sweet sounds of heaven”, un gospel con la destacada participación de Lady Gaga, que acompaña a la voz a Mick Jagger; y el piano y órgano de Stevie Wonder. Un apoteósico clímax que crece con maestría a lo largo de sus siete minutos y veintidós segundos de duración.

Como cierre, Mick y Keith nos llevan al origen y a la esencia de la banda con “Rolling Stone Blues”, donde todo empieza y además, se mantiene y aviva, como una llama eterna plagada de actitud y savoir faire.

Así se cierra “Hackney Diamonds”. Salpicando los doce cortes como pedazos de un cristal roto de un coche, brillando entre la oscuridad. Diamantes que, más que para alquilar, son joyas para atesorar. Doce temas que mantienen la esencia Stone y nos llevan a muchos de los mejores estilos musicales del pasado siglo XX, pero que aquí suenan rabiosamente vigentes. A grandes rasgos sigue siendo solo rock’n roll. Y nos sigue gustando.

Vuelve a salir el sol todos los días y ya hay nuevo disco de los Stones.