Watchmen: El desencanto de lo superheroico

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“Diario de Rorschach. 12 de octubre de 1985:
El cadáver de un perro yacía en un callejón esta mañana. La marca de los neumáticos sobre su estómago reventado. Esta ciudad me teme. He visto su verdadero rostro.”

En un día como hoy, comenzaba uno de los cómics que hizo evolucionar el género de superhéroes hacia planteamientos más maduros y complejos. La cita arriba señala es la que aparece en la primera viñeta de “Watchmen #1”, publicado por DC Comics con fecha de portada septiembre de 1986. Un cómic con el que Alan Moore, Dave Gibbons y John Higgins llevaban el mundo dicotómico de los héroes en mallas a una escala de grises más sórdida, realista y siniestra. A lo largo de las doce entregas de la obra, como leitmotiv de la misma planeaba de forma solemne “Who Watches the Watchmen?” (“¿Quién vigila a los vigilantes?”), entroncando este cómic con la locución del poeta romano Juvenal: “Quis custodiet ipsos custodes?”.

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Partiendo de esa premisa, Moore despliega un preciso relato en el que el desencanto frente al infantil mundo superheroico queda patente en todas y cada una de las viñetas. Comenzando con un asesinato de uno de los héroes de este universo (“El Comediante”), la trama se va tejiendo a la vez que el lector va conociendo un “dramatis personae” que le sirve para adentrarse en este mundo de vigilantes, pero a todas luces sin héroes. Pues aquí no hay épica del sacrificio, sino cinismo y desencanto.

Así se despliega un reparto coral notable, creado para la ocasión. En principio “Watchmen” lo iban a protagonizar los personajes de la Charlton comics (Blue Beetle, Question, Capitán Átomo, El Pacificador, etc) que había comprado DC Comics, pero al ver los derroteros que tomaba el guion, Dick Giordiano y Len Wein consideraron oportuno “no quemar” la inversión realizada” y sugerir a Alan Moore que creara nuevos personajes para la ocasión.

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De ahí el evidente paralelismo de, por ejemplo, Rorschach con Question. Si bien, Moore les añadió una capa de complejidad a los personajes de Watchmen. El Dr. Manhathan, sin ir más lejos, es un ser mucho más elevado que el Capitán Átomo. Un ser que está por encima de los humanos que viven con él, no por soberbia, sino por el mero hecho de ser mucho más poderoso y sabio. Como, sirva la analogía, un ser humano contempla hormigas.

Así descubrimos a Rorschach como un letal enfermo mental, a Búho Nocturno como un adulto que dejó atrás sus sueños de juventud, a Espectro de Seda como un juguete roto que vivió la vida preparada por su mader, o a Ozzymandias como el gran “benefactor” que es capaz de tomar las mejores decisiones para la humanidad sin tener en cuenta a nadie más que a sí mismo, en la mejor de las tradiciones de despotismo ilustrado.

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Por encima de todo, el motor que desencadena la historia con su asesinato: Edward Blake, El Comediante. A pesar de la ausencia física en la trama, planea el cinismo de este personaje complejo y peligroso. Sádico en ocasiones, el más ventajista de todos los superhéroes de la época dorada del universo a que se refiere el cómic. Un hombre capaz de las mayores crueldades, pero poliédrico y complejo en su caracterización, tal y como nos lo presentan Moore y Gibbons.

Watchmen comienza de forma aparentemente sencilla para ir geminando en algo mucho más grande. Apoyado por una estructura formal de cada entrega, donde la portada es un detalle de la primera viñeta de cada capítulo y donde la mayoría de páginas se estructuran en una equilibrada sinfonía de 9 viñetas dispuestas en una composición de tres por tres. Composición que solo se rompe en momentos muy puntuales para dar mayor énfasis al guion. Esa armonía, y sus puntuales rupturas, da mayor consistencia al conjunto de cada grapa por separado y en conjunto, como engranajes de un reloj preciso. Ese que nos acerca al juicio final conforme la trama discurre “in crescendo”.

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En lo gráfico, un pletórico Dave Gibbons, da una lección magistral en todas y cada una de estas páginas. Tanto por el detalle de realidad sórdida que impregna cada viñeta, como por la expresividad que denotan los personajes nacidos de su lápiz. Sobrios y pegados a lo real, a pesar de la licra que puedan llevar algunos de ellos. Es Gibbons el que ejecuta con su arte la preciosista partitura de Alan Moore, apoyado en todo momento por un efectivo color de John Higgins. Dando como resultado una ejecución sobria y rotunda, con viñetas que quedan en la retina del lector por siempre.

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“Watchmen” puede parecer la crónica de un desencanto, pero es mucho más: Una mirada lúcida y valiente hacia el género de superhéroes, que perdió la inocencia con obras como ésta. Un cómic que destierra las dicotomías y lleva el tradicional comic-book de superhéroes hacia pastos creativos más verdes. Siendo este cómic, junto al “Dark Night Returns” de Frank Miller, Klaus Janson y Lynn Varley, los motores que hicieron madurar el género de superhéroes en los años ’80. Por todo ello, hoy 12 de octubre, volvemos a leer la entrada de Rorschach en su diario para volver a recorrer una obra maestra del noveno arte. Una obra que nos recuerda, que bajo la máscara, no hay nada más que alguien, parafraseando a Friedrich Nietzsche. “Humano, demasiado humano”.

“Mirarán hacia arriba y gritarán: “¡Sálvanos!”
Y yo miraré hacia abajo y susurraré: “No”.”

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