
La historia es de todos conocida: El ascenso del nazismo en Alemania fue el germen de la época más negra del país teutón durante el siglo XX. Todos sabemos las consecuencias que desencadenaron: el holocausto judío y la Segunda Guerra Mundial. Pero eso no surgió de la nada. Hitler logró el poder mediante las urnas en una época convulsa, en la que Alemania estaba condenada a la pobreza a raíz del coste que implicaba cumplir con el Tratado de Versalles como perdedora de Primera Mundial. Una época en la que se decía en Alemania, dada la expansiva inflación que padecía su economía, que “si vas al bar pide dos cervezas y págalas a la vez. Porque si las pides de una en una, el precio ya habrá subido.”
Un tiempo oscuro para el pueblo alemán. Y en las crisis, como en los ríos revueltos, siempre hay alguien sacando tajada apelando a los miedos y al instinto. Y poco a poco el miedo al diferente, la búsqueda ideológica de un enemigo exterior y la racista de otro interior, hicieron el resto para alienar a unas masas que, si bien “no apretaron el gatillo”, si pusieron el arma en manos de uno de los mayores genocidas del siglo XX. Ahora bien, ¿Cómo era aquella gente que en la Alemania previa a la Segunda Guerra Mundial aupó al nazismo al poder? ¿Quién alimentó al monstruo? ¿Y el resto de la población, que sentía, pensaba o hacía? Esas y no otras son las cuestiones que rondan en la premisa de partida del cómic que nos ocupa hoy: “Chez Adolf”, de Rodolphe, Ramón Marcos y Dimitri Fogolin, editado en castellano por Ponent Mon.

“Chez Adolf” nos lleva al 30 de enero de 1933, el día que Adolf Hitler llegó al poder en Alemania. Otro Adolf, un empresario hostelero, considera que es un buen momento de rebautizar su taberna con un nombre más acorde a los tiempos, que apela a su vanidad de la misma manera que se apunta a los nuevos bríos políticos de su país: Chez Adolf. Nadie imagina en el vecindario lo que implicaría ese cambio político en los próximos años. Ni siquiera el discreto profesor Karl Stieg, el protagonista de la obra, que vivirá en primera persona como le afecta a su entorno vecinal y profesional el rumbo de su país.
De forma acertadamente costumbrista, Rodolphe construye un guion comedido pero certero, en la que va apuntando pequeñas pinceladas para ir dejando un fresco de esa época, la época en la gestó aquella tragedia europea. Con sutil verosimilitud, somos testigos de como la sociedad se va “nazificando” mientras que somos conscientes de la suerte que corrieron aquellos que se rebelan ante el orden totalitario, la misma que la reservada a los que se eligieron como chivos expiatorios.

En el dibujo, Ramón Marcos (“Silvana. La hija del explorador” o “Vida de Madre”) nos sumerge en el ambiente de la época, llevándonos por esas calles donde las juventudes nazis campaban a sus anchas, donde en un primer momento se marginaba al judío para después agredirlo. Donde quien más o quien menos presumía de su «patriotismo» mientras quien no comulgaba con la corriente era ahogado a base de violencia, bien de forma físicamente explícita, bien de forma sutil prohibiendo así proyecciones laborales o académicas. En medio de todo, el hombre común que va siendo testigo de hacia donde va el camino emprendido, aunque no sepa aún hasta donde se puede llegar. El color de Dimitri Fogolin hace el resto para meternos de lleno en la época, con acertados tonos sobrios que reflejan la crudeza de un tiempo, lugar y época para no olvidar.
Editado en Francia en cuatro volúmenes por Delcourt, Ponent Mon editó a finales de 2021 las dos primeras entregas “1933” y “1939” en un cuidado volumen integral de 112 páginas, que cuenta con traducción de Fabián Rodríguez Piastri. Un volumen que muestra aquellos seis años en los que el totalitarismo campó a sus anchas por Alemania y llevó a toda Europa a una de las mayores tragedias jamás conocidas. Unos años que, en este tebeo, podemos ver “a pie de calle”, mientras “el monstruo totalitario” crecía.
“A pesar del calor de las llamas, sentía un frío extraño”
