Un paso como un relámpago: La participación de Carlos Pacheco en el Flash de Mark Waid

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Relámpago:

  1. Resplandor vivo y momentáneo producido por un choque entre nubes tormentosas cargadas de electricidad estática.
  2. Se usa para expresar la extraordinaria rapidez con que una persona realiza una actividad o una cosa produce un efecto.

La definición de la Real Academia Española nos sirve de introducción para la efímera contribución de Carlos Pacheco al Flash de Mark Waid: Aquella serie que sobrevivió y mantuvo un tipo excelente mientras Image sacudía la industria del comic estadounidense en los ´90. Una serie que sigue siendo recordada décadas después, y que sirvió para que Mark Waid fuera uno de esos nombres que hay que tener en cuenta cuando ves los autores de un nuevo tebeo. Un tipo que siempre te garantiza un estándar elevado de oficio, una historia artesanalmente construida que siempre da lo que a priori promete.

En pleno 1994, Marvel UK cerró abruptamente cancelando, casi de un día para otro, todas las cabeceras de su ambiciosa expansión en los quioscos. Eso originó que muchos títulos dejaran colgadas las historias que narraban, como es el caso de “Dark Guard”. Historias cuyo final quedaron en el limbo del cajón del editor y de las que nunca más se supo. También dejó el prometedor comienzo de muchos artistas españoles de la división británica de Marvel en un extraño “stand by”, como fue el caso de Carlos Pacheco, Salvador Larroca y Pasqual Ferry, que de repente se habían quedado sin encargos a corto plazo. Una puerta se cerraba de forma repentina…. Pero otra se abría a un océano de distancia…

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Una vez demostrado el potencial gráfico en aquellas entregas, la primera oportunidad en los States para Pacheco llegó de la mano de DC Comics, y en una serie que ya tenía un reconocimiento entre la crítica: El Flash de Mark Waid, que ya por entonces aunaba en sus páginas un amor por el clasicismo superheroico y un buen desarrollo de personajes. Elementos que le permitían a esta cabecera hacer frente a aquellos cómics “hot” que copaban el top de ventas, a través de números uno con cromos de regalo, portadas brillantes y montones de splash pages que impactaban, pero no contaban nada más que los más primarios lugares comunes mil veces vistos y pocas veces recordados. Ese era el mercado donde se forjó la reputación de Mark Waid, ofreciendo precisamente un trabajo opuesto a lo que estaba de moda: historias solventes, personajes bien construidos y argumentos e ideas de largo recorrido como las vertidas en Flash que, aún a día de hoy, están en el ADN del velocista escarlata en la “Distinguida Competencia”, con independencia que nos remitamos a Barry Allen, Wally West, Jay Garrick o Bart Allen.

Era la época de “Velocidad Terminal”, cuando Wally West protagonizaba con solvencia la cabecera, y los conceptos del legado heroico ya comenzaba a introducirlos Waid de forma natural. Un legado que iba en ambas direcciones: la sombra de Barry Allen, aun muerto tras las primeras “Crisis”, planeaba sobre el relato de Waid y éste lo sabía aprovechar, entroncando a Wally West con el pasado de forma sólida y a su vez proyectándolo hacia el futuro con la introducción de “Impulso”, Bart Allen (el nieto de Barry) , una excelente creación de la época que sirvió para hacer madurar a Wally West y llevarlo al papel de protector y mentor que tanto potencial le sacaron en los tebeos que vinieron años después. Legado y paternidad latente se daban la mano en estos tebeos solventes, resistentes a modas y al paso del tiempo. Como “la fuerza de la velocidad” en sí misma.

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Era la época de la gestación de este clásico: un momento de siembra de los conceptos que a día de hoy aun son capitales en lo que supone el concepto de Flash. Curiosamente esta serie nunca fue de las top de ventas, pero DC comics supo entender la inversión que tenía entre manos con lo que ahí se estaba contando.

Un periodo en el que Pacheco tuvo la oportunidad de participar en cuatro entregas, concretamente en los números #93, #94, #99 y #100, aportando tanto en “Reckless Youth “(“Temeraria Juventud”) como en “Terminal Velocity” (“Velocidad Terminal”) sus lápices. Unos lápices que respetaron el estilo del dibujante principal, Mike Wieringo, y a los que las tintas de José Marzán Jr. (con la asistencia de Wayne Faucher y Ken Branch) y el color de Gina Going-Raney se encargaron de potenciar la unidad estética de la serie. La entrega centenaria además, contó con el arte de Salvador Larroca y Óscar Jiménez. En conclusión, el paso de Pacheco por la cabecera fue un paso en sentido profesional: eficiente y sin ninguna ruptura estética con Wieringo quedan sus lápices en estas cuatro entregas de la gran historia rio del Flash de Mark Waid. Unas entregas en las que, sirva de anécdota, Wally y Bart pasan por la Bahía de Gibraltar.

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El grado de cumplimiento de este encargo le abría la posibilidad a Carlos Pacheco de hacer otros números de la serie del velocista escarlata. No solo eso: Un relanzamiento de “Shazam” con guiones y tintas a cargo de Jerry Ordway y los “Sovereing Seven” con guiones de Chris Claremont eran algunas de las tareas que le tenían reservadas en DC Comics para sus lápices. Pero la “Oficina Mutante” de Marvel Comics ya se había cruzado en el camino del dibujante de San Roque y eso, como se suele decir, ya es otra historia.

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