
Aún está impregnada nuestra sociedad de frases que, para remarcar que falta firmeza en la acción, se increpa a quien la desarrolla indicando que lo hace “ como una niña”, dejando la huella negativa en la connotación femenina. Incluso para designar algo aburrido nos referimos a ello como “un coñazo”. Huellas en el lenguaje de un tiempo notablemente más machista, pero que perduran, y no solo en el lenguaje. Todo ello en una sociedad, la actual, que va evolucionando y en la que muchas de las personas que la integran ya están lejos de “ismos” y se sienten más cómodas y naturales tratando a las personas como lo que son: personas, con independencia de cualquier género.
No obstante, esos “eslabones perdidos lingüísticos” perviven y a veces se nos cuelan en el lenguaje, como un recordatorio de roles pretéritos. Y todo eso puede dejar huella y secuela. Como es el caso que nos ocupa hoy: “Mi vida sin rosa”, un tebeo de Lizth Bianc, editado por Fandogamia.

Lizth Bianc (“Dada” o “Nissa”, aparecida ésta última en el magazine “Planeta Manga”) debuta valientemente con esta obra de corte autobiográfico y reflexivo. Una obra en la que deja patente el conflicto interno que puede sentir una persona ante esos comentarios tóxicos llenos de típicos tópicos de género y con olor a naftalina. Y las secuelas que pueden dejar, como la negación de todo lo femenino por las connotaciones de debilidad, dependencia o sumisión que pueden desprenderse de muchos tópicos de manual del “cuñao universal”.
Lizth vivió un proceso de superación del trauma provocado por la toxicidad que provocan frases como “juega a las casitas” o “lloras como una niña”. Un proceso y un recorrido vital que vierte en estas viñetas valientes que componen “Mi vida sin rosa”. Y lo hace a quemarropa, con páginas a corazón abierto en las que valientemente aborda su relación y conflicto con lo femenino, el sexo y el camino de superación que ha llevado a cabo. Desde una perspectiva vivencial, la suya, pero con suficientes elementos para tejer un tebeo sólido, entre el ensayo y lo biográfico, que tiene mucho de terapéutico y, lo más importante, de pedagógico. Porque lo plasmado en estas páginas, por duro que sea, esta realizado con certera eficacia: tanto para cuestionar “ismos” como roles tradicionalmente impuestos.

Es pues “Mi vida sin rosa” un camino con escalas duras, que Lizth Bianc tiene la valentía de dibujarlo sin remilgos y con contundencia. Pero también muestra la senda de superación y de aceptación que vive la autora: una senda vivencial por la que va limpiando lo femenino de connotaciones tóxicas y despojándolo de cicatrices surgidas por los conflictos de género.
Un tebeo que no deja indiferente. De los que dejan poso y huella tras su lectura. Por lo tratado y por el brillante arrojo con el que se construye y desenvuelve. La forma de abordarlo de Lizth Bianc es sin duda uno de los mayores aliados para que muchas personas que se adentren en sus 168 páginas acaben leyéndolo de tirón. Quien quiera comprobarlo tiene a disposición la reciente edición en formato rústica con sobrecubierta en bitono a cargo de Fandogamia. Un efectivo manga que demuestra una vez más que en el noveno arte cabe todo, solo hay que saber cómo contarlo, y las valientes páginas de Lizth Bianc en “Mi vida sin rosa” son un buen ejemplo.

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