“… Y necesitamos caer en el hoyo para aprender a salir de él. Si es que logramos sobrevivir al aprendizaje.”
La División Azul fue la aportación del triunfante régimen totalitario salido de la Guerra Civil Española a la Segunda Guerra Mundial. De esta manera el General Franco colabora con el III Reich alemán en una calculada jugada de estrategia para no involucrar directamente a España en la contienda, aunque por aquel entonces el estado no escondía su simpatía nazi en ningún momento. Así se creó la 250ª División de Infantería, llamada oficialmente en España División Española de Voluntarios, compuesta oficialmente por voluntarios que iban a “luchar contra el comunismo”. Una curiosa mezcolanza humana formada por voluntarios falangistas, legionarios y soldados con un pasado comunista, anarquista o de cualquier otra corriente ideológica que se opuso en la guerra civil al bando sublevado. En total cincuenta mil hombres que oficialmente no representaban a ningún estado. De esa manera España seguía guardando las formas de “no beligerancia” en la contienda bélica mundial. Si bien aquella tropa era dirigida por oficiales del ejército español y el propio reclutamiento lo llevó a cabo el Estado bajo la propaganda de “cruzada contra las hordas comunistas del Este”.
Conforme los aliados fueron ganando posiciones y el triunfo de las fuerzas aliadas era ya un hecho palpable, el gobierno Franquista dio un golpe de timón nada sutil, dejando atrás toda aquel marketing romántico que envolvía el relato oficial de los soldados españoles en el frente contra la Unión Soviética, fomentando un tenue olvido de aquellos hombres que se sacrificaron (con independencia de cuestiones ideológicas) en las frías tierras del norte de Europa. Si algo supo hacer bien el régimen totalitario español fue sobrevivir durante 40 años en el orden mundial, aunque para ello tuviera que aplacar en las formas (que no en el fondo) sus propios sentimientos fascistas a cambio de congraciarse con los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Un sentido del oportunismo político que garantizó un sistema inmovilista, carente de libertades y conservador de privilegios, origen de muchos de los atrasos estructurales que aún arrastra la economía española en su conjunto.
Entre medias quedaron los hombres que se jugaron el tipo en la llamada Operación Barbarroja alemana, con la que Hitler invadía la Unión Soviética y evidenciaba que el pacto de no agresión con Stalin ya era papel mojado. Hombres como Teodoro Recuero, un voluntario español que participó en la contienda y sobrevivió al frío frente ruso. Años después publicó sus memorias sobre los hechos que vivió en primera persona y recientemente Norma Editorial ha editado la magnífica adaptación en viñetas de Víctor Barba de esas memorias: “Hasta Nóvgorod. Crónicas de un Divisionario”.
Recuero, nacido en un humilde hogar extremeño en 1914 y de simpatías comunistas en su juventud, tenía todos los números para no vivir mucho tiempo. Se alistó en Falange por pura supervivencia nada más comenzar la guerra civil (de no haberlo hecho el bando sublevado le “habría dado el paseo” como a muchos de los jóvenes labradores extremeños asesinados en las purgas fascistas que llevaban a cabo el bando franquista cuando tomaba una plaza). De ahí a la Legión y años después, por una cuestión meramente económica en plena época de escasez, se alistó voluntario para combatir contra la Unión Soviética.
Todo ello viene en sus memorias, que sabiamente ha sintetizado Víctor Barba (“El Truco”) en el cómic. Conservando en esencia la historia de Recuero, tanto los hechos clave de su biografía como la sensación que subyace en las memorias vivenciales del autor del libro, esa sensación de que los humildes, sean de la ideología que sean, no son más que peones en los juegos de los poderosos. Y como carne de cañón que son, no son más que un número en las estadísticas, por mucha tragedia personal que suponga para sus seres cercanos.
Así discurre este relato tan descreído como pegado a la realidad de las trincheras que pisó Recuero, que Barba ha plasmado en sus viñetas. Esas viñetas que nos remiten al frio glacial de las temperaturas extremas del frente Ruso, que nos llevan al horror mismo de la guerra, mostrándolo de forma cruda, tal cual es. Capturando a la vez las discrepancias ideológicas en una tropa formada por voluntarios que creían en una ideología que les llevó a la muerte y el resto de miembros que solo estaban ahí porque las circunstancias hicieron el resto. Todos esos complejos matices, que Recuero ya muestra en su texto, Barba los conserva en este relato que huye de lo plano y se enriquece de la complejidad de la realidad.
Editado en formato cartoné por Norma Editorial , el volumen compuesto de 184 páginas cuenta además con un capítulo de extras que contextualiza lo narrado y un jugoso apartado de bocetos para disfrutar más del arte de Barba. Un volumen, en definitiva, que se antoja necesario para recordar errores pasados y poder aprender de ellos. Un tebeo que es mucho más que un excelente relato bélico, pues la vida de Recuero es la vida de muchos españoles que sufrieron la guerra en toda su extensión y en un tiempo no tan lejano. Hechos que en definitiva conviene conocer y no olvidar.