El siglo XX en alcanzó en occidente, a mediados de sus cien años, las mayores tasas de bienestar material conocidas para una gran parte de la población. Hecho desencadenado a ambos lados del Atlántico por políticas económicas de expansión de la demanda, con un papel determinante del estado como agente económico que estimula la economía; con el reconocimiento de una serie de derechos para todas las capas sociales de la sociedad y una serie de garantías hasta entonces inexistentes en las relaciones laborales. Así “El Estado del bienestar” se asentó en Europa de la mano del Plan Marshall y en los Estados Unidos el “American Way of Life” floreció de las semillas del “New Deal” de Roosevelt.
Sin duda, la coyuntura jugó a favor de estas medidas: por un lado, el proceso de reconstrucción de una Europa devastada contribuía a un alto crecimiento de los indicadores económicos; por otro, el miedo a hipotéticas revoluciones como la comunista hizo el resto para reconocer derechos y garantizar mejores condiciones laborales. Quedaban atrás años de reivindicaciones obreras de corte socialista, comunista o anarquista, que remaban en la misma dirección desde sus diferencias conceptuales.
Ahora situémonos en el primer tercio de siglo, antes de la segunda guerra mundial, en plena década de los años veinte. El comunismo ya es una realidad en la nacida Unión Soviética y en el resto de Europa las relaciones laborales se antojan tumultuosas entre huelgas de obreros y matones contratados por la patronal para cortar de raíz las reivindicaciones. No existían mesas de diálogo por aquel entonces, sino la fuerza del poder para imponer los intereses de una de las partes sobre la otra. En ese contexto, la ideología anarquista prendió entre muchas capas de la sociedad. Una ideología que a día de hoy es desconocida por una gran parte de la sociedad al haberse asociado en productos culturales a conceptos cercanos al caos, desdibujando su esencia. Es posible que el cómic que hoy comentamos ayude a clarificar conceptos. Se trata de “¡Viva la Anarquía!” (“Viva L´Anarchie”) de Bruno Loth y Corentin Loth, recientemente editado en castellano por Ponent Mon.
Que nadie piense que estamos ante un tebeo propagandístico. No es el caso. Ni ante un manual de ciencia política en viñetas. Tampoco diremos que es una obra apolítica, porque toda manifestación cultural que produce el ser humano la lleva implícita. El ser humano es un ser político “per se”.
Si que estamos ante un cómic que captura en esencia el momento y sensaciones de una época y un sector de la población: el movimiento obrero anarquista. Personificándolo en una conversación en 1927 entre dos figuras del movimiento, entre Pepe Buenaventura Durruti y Néstor Majnó. Antes del estallido de la Guerra Civil española y del triunfo de los fascismos europeos, antes de la Segunda Guerra Mundial. Antes de todo ello descubriremos como Majnó y Durruti compartirán su historia y vivencias el uno con el otro. Así presenciaremos la situación vivida por el campesinado ucraniano y como pasaron del sistema feudal zarista a colectivizarse en los primeros años de la revolución bolchevique, antes de que Moscú ahogara cualquier pensamiento disidente. También seremos testigos de las condiciones materiales del proletariado urbano español. Todo bajo la perspectiva de dos hombres que no se quedaron solo en el sentido teórico en su búsqueda de un mundo mejor, sino que pasaron a la acción.
Así, en boca de sus protagonistas conoceremos en este cómic momentos clave para entender cómo se vivirán las relaciones laborales a principios de siglo XX en Europa, junto con los cambios que se experimentaron esos años. Todo ello sin salir de esa mesa que comparten Manjó y Durruti junto con, entre otros, Francisco Ascaso y Gregorio Jover, tras la liberación de la cárcel de París en la que estaban. Un cómic sin duda con una finalidad didáctica, pues, sintetiza hechos clave de un movimiento significativo de principios de siglo sin tomar partido. Y sirve para la reflexión y el pensamiento. Y, como decía Luis Buñuel, “el pensamiento no delinque”.
Para ello la síntesis que plantea Bruno Loth en cada página funciona a la perfección por el ritmo que dota a sus páginas: un guion plagado de historia que no renuncia al tono que debe poseer un buen relato. Remando en la misma dirección, la paleta de colores suaves que nos brinda Corentin Loth, donde los tonos sepia florecen cuando los protagonistas hablan de sus recuerdos, potencia ese viaje al París de los años veinte y a la Ucrania y España del primer tercio del Siglo XX.
Del anarquismo español, Juanarete se ha encargado en estos años de proporcionar al lector español obras que han protagonizado Ramón Acín, el propio Durruti o Francisco Ponzán, editadas por GP Ediciones. “¡Viva la Anarquía!” no se debe contemplar como el mismo acercamiento biográfico, pues ya de por si nace de otro planteamiento de origen. El de “sentar en la misma mesa” a dos figuras del movimiento en un determinado momento de su vida y confrontar sus vivencias hasta entonces. Es la captura de un momento vital, el de 1927, de ambos. No el retrato biográfico completo. Ahí radica la diferencia y la complementariedad de estas lecturas.
“¡Viva la Anarquía!” se editó originariamente en Francia por La Boîte à Bulles. Ponent Mon ha sido la encargada de hacer cruzar los pirineos esta obra en un excelente formato cartoné de 88 páginas, que viene prologado en su edición española por Carlos Taibo. Un primer volumen de esta obra compuesta de dos entregas, que como todo buen relato histórico o social, nos da algo más que una mera lectura de entretenimiento. Un tebeo que enriquece, con independencia de la ideología que tenga el lector maduro que abra este volumen. Es lo que proporciona la conversación en tiempos extremos que nos espera en estas páginas.