En el año 2017 el mundo está en paz. Desde que en 1945 acabó la gran guerra patriótica el equilibrio de poderes quedó perfilado en el plantea. La Unión Soviética no ha dejado de expandir sus dominios desde entonces, primero Europa, después Asia hasta llegar a 1995 cuando el todos los territorios del continente americano pasaron a ser colonias soviéticas. La economía de planificación estatal impera en todo el globo. Aún hay focos de resistencia que luchan por la libertad individual, si bien de forma marginal. Héroes de la Revolución como el Comandante Bloodshot o Aric, hijo de la Revolución, se encargan de ello. La Brigada Roja, fuerza de seguridad mundial, salvaguarda la paz de todo el planeta. El mundo está en paz. El mundo está gobernado por la Unión Soviética Global. Es el Stalinverso.
“Esta es la realidad. Pero no es mi realidad.”
Todo funciona en el paraíso estalinista en que se ha convertido la tierra. Si bien el agente Colin King (conocido en otro tiempo y lugar como Ninjak) sabe que algo no funciona, que hubo una vez que el mundo no estuvo gobernado bajo los designios de la superpotencia comunista. Desde su posición como agente del KGB comenzará a recabar información sobre el estado de las cosas para llegar al origen de todo. No será fácil. Adam Abrams, el hombre conocido como Divinity y que podría ser el mejor aliado para devolver al mundo a su estado anterior, vive recluido en un centro psiquiátrico.
“Será mejor que aceptes que las cosas son como son. Estás solo”
Este es el punto de partida de “Divinity III: Stalinverso” (“Divinty III: Stalinverse”), de Matt Kindt y Trevor Hairsine. La culminación de las andanzas en la tierra de aquellos astronautas soviéticos lanzados al espacio en plena guerra fría y que volvieron pasadas cinco décadas a una tierra donde apenas quedaban atisbos del estado comunista al cual pertenecían. El paso lógico en lo argumental si estamos hablando de seres que pueden manipular la materia, el espacio y el tiempo. La materialización de una las distopias que han alimentado los miedos ultras del ciudadano occidental medio: un mundo organizado de forma comunista, donde no queda espacio para la libertad del individuo y es el Estado quien asume todas las decisiones.
De esta manera, en el tercer volumen Divintiy, Kindt (Ninjak, Unity, Ether) y Hairsine nos brindan una distopia en clave soviética del Universo Valiant. Kindt, cuya etapa en Ninjak fue y es celebrada, sitúa a Colin King como elemento central del relato. Una aventura donde van a pesar más los elementos de blockbuster que las cuestiones de reflexión que podrían subyacer ante un estado totalitario, sea del corte político que sea.
Para ello el lápiz de Trevor Hairsine, junto a la tinta de Ryan Winn y el color de David Baron, siguen estando al cargo de plasmar gráficamente este nuevo capítulo en la vida de Divinity, manteniendo la intensidad plástica de la cabecera tanto en los momentos de acción como en los pasajes donde nos muestran cómo sería este mundo rojo. Al igual que en anteriores volúmenes, cabe destacar el trabajo de Jelena Kevic-Djurdjevic en las portadas principales de las cuatro grapas que componen este arco, que con su maravilloso estilo pictórico sintetiza desde la cubierta lo que vamos a encontrar dentro de cada entrega.
Un mundo y una premisa que en Valiant Entertaiment entendieron acertadamente que no podía quedarse solo en una miniserie al uso y dotaron a este lanzamiento de la categoría de evento para poder explorar más y mejor las posibilidades que ofrecía el Stalinverso. Una exploración que también llevaremos a cabo en próximas reseñas. Por lo pronto hoy nos hemos centrado en “Divinity III: Stalinverso”, que Medusa Cómics ha editado en castellano en formato TPB de 112 páginas. Una puerta a una distopia comunista superheróica y un billete en primera fila para seguir contemplando las vicisitudes de este inquietante personaje que es Divinity.