Nada es absoluto blanco. Nada es terminante negro. Toda luz y oscuridad se han de mezclar, se han de confundir, se han de abrazar. Ver y entender con la luz de tu alma.
Que me aspen si entiendo de filosofía. Es más, a riesgo de que me tachen de ignorante, me atrevo a afirmar aquí que no estoy seguro de que la mejor manera de entender la realidad sea leer los pensamientos que tienen otras personas sobre la vida y el ser. Supongo, desde mi analfabetismo existencial, que lo único que puede ayudar a comprenderse a uno mismo es la simple y pura experiencia. ¿Qué tiene que ver esto con el mundo de los tebeos, que es de lo que hablamos aquí? Pues muy sencillo. La balada de Jolene Blackcountry es experiencia pura y dura.
El valenciano Victor Puchalski (Enter the Kann) nos ofrece una obra conceptual y experimental con la que se adentra en una filosofía arcana para contar el eterno combate entre el bien y el mal. Que nadie busque aquí una narración hilada al uso ni una historia contada de manera habitual. Esto es otra cosa. «La balada de Jolene Blackcountry» es un mantra que nos invita a abrir los ojos (o a cerrarlos, según se mire) para acceder a una realidad diferente. Esto queda perfectamente ilustrado incluso antes de abrir el cómic, gracias al particular formato elegido por el autor y por la editorial Autsaider Comics para publicar la obra, y es que tanto las portadas como la mayor parte de páginas interiores vienen serigrafiadas con texturas fotoluminiscentes. Gracias a ello tenemos, literalmente, una doble lectura de la obra; primero leyendo a plena luz del día o iluminados por la lámpara de nuestra mesilla, y después en una total oscuridad (después de haber «cargado» las páginas aplicándoles un foco de luz). El resultado es espectacular, y no solo por el llamativo efecto que se consigue, sino porque es la demostración de que no todo está inventado en el mundo del cómic y de que pueden utilizarse herramientas novedosas al servicio del mensaje que quiere transmitir el autor.
Sobre este mensaje, el sentido es el que cada uno quiera darle. Es esta una obra que apela al subconsciente del lector introduciendo conceptos de metafísica. Si nos quedamos en la superficie, la historia es la de una joven, Jolene, que emprende un viaje interior convertida en una guerrera (¿de la luz? ¿de la oscuridad?), para librar un combate eterno que ayude a salvar a su compañero S.A.T.A.N (Sistema de Almacenamiento Transitorio de Administración Nodriza). Si nos zambullimos profundamente en la propuesta de Puchalski, lo que tenemos es un relato que se sitúa en algún punto entre las enseñanzas de Carlos Castaneda y los dictados oscuros de Aleister Crowley. También es inevitable acudir a la influencia del Alan Moore más psicodélico e inaccesible, dada la importante carga de simbolismo que impregna todo el cómic.
A nivel gráfico, Victor Puchalski también experimenta, mezclando y agitando diferentes estilos de dibujo. Por un lado, tenemos un evidente aire manga en cuanto al diseño y representación de los personajes; por otro, asistimos a una línea mucho más sucia y realista a la hora de plasmar otros elementos —la casa, el ciervo, las rocas místicas—. El autor no sigue un patrón estructural fijo, haciendo que cada página o par de páginas se diferencie del anterior, configurando así una idea de cambio y transformación que ayuda y complementa al mensaje que nos quiere transmitir. La ausencia de color queda más que justificada por la doble visión lumínica que nos proporciona aún más interpretaciones posibles a una obra que de ya por sí le habla a cada lector de diferente manera.
«La balada de Jolene Blackcountry», por tanto, es experiencia en grado sumo. Su lectura es comparable —supongo— a acudir a una lejana selva sudamericana para encontrar la guarida de un chamán y someterse a la ingesta de peyote o ayaguasca para «ampliar tus horizontes». Victor Puchalski es nuestro chamán, y su obra es la droga que nos separa de la realidad cotidiana para despertarnos a un mundo de combates espirituales, piedras místicas, dioses navegantes del tiempo y montañas más grandes que la vida. Compren este cómic.