La vida es sueño: revisitando los clásicos

Mi honor como padre está agraviado y mi enemigo es poderoso. Que el cielo me ayude, que me alumbre el camino.
Aunque no sé si podrá, cuando, en este confuso abismo, es todo el cielo un presagio y es todo el mundo un prodigio.

En el magnífico prólogo que acompaña esta obra, la catedrática Evangelina Rodríguez Cuadros reflexiona sobre ciertos problemas pedagógicos que dificultan la visualización de un personaje teatral del siglo de oro español en detrimento de otros quizá más célebres pero no por ello más universales. En otras palabras, nos cuesta imaginar al Segismundo de La vida es sueño, pero cualquiera de nosotros podría hacer un retrato robot del Hamlet de Shakespeare. Esto nos lleva a un debate que parece bastante interiorizado en la sociedad española, y es el complejo de inferioridad que a menudo parecemos sentir respecto a otras tradiciones, a pesar de la inmensa riqueza que arrastran los siglos que nos contemplan (vale, me ha quedado muy poético, pero viene al caso). El tema es que nuestros clásicos quedan muchas veces relegados a cierto olvido o indiferencia. Por suerte, de vez en cuando hay autores que combaten esta injusticia a base de revisitar nuestras grandes obras y darles un enfoque accesible para las nuevas generaciones.

Es apreciable cierta tendencia en el cómic español actual a reclamar grandes nombres de nuestro arte y ponerlos en el candelero con homenajes originales. Lo vimos recientemente con obras como El fantasma de Gaudí, Las Meninas o Vigilia. Tal vez menos habitual es la propuesta que nos ocupa, ya que recurre a uno de nuestros más famosos dramaturgos, Calderón de la Barca, para actualizar la que quizá sea su obra más conocida, La vida es sueño. El equipo creativo, formado por el guionista Ricardo Vilbor (Chorizos atraco a la española, Carroñero), el ilustrador y animador de cine Alberto Sanz y el colorista Mario Ceballos, intenta que no olvidemos la tremenda vigencia que posee, y fascinación que ejerce, una obra tan importante.

LaVidaEsSueño1

Bajo mi punto de vista, Ricardo Vilbor acierta en dos aspectos fundamentales a la hora de encarar una obra de este calibre. Primero, ha logrado hacer una gran labor de concreción y síntesis del texto siempre desde el máximo respeto hacia la obra original. Él mismo asegura que de inicio tenía planeados varios guiones diferentes, alguno de los cuales contaba con diálogos mucho más extensos sacados directamente del texto de Calderón y que se vio obligado a recortar y adaptar para no perjudicar el ritmo de la narrativa. La adaptación resultante es sobresaliente, consiguiendo que la obra adquiera una coherencia absoluta y suponga un homenaje o versión intachable.
En segundo lugar, creo que da en el clavo al conseguir un perfecto término medio en el modo de hablar de los personajes, quienes adoptan un lenguaje más moderno que en la obra de Calderón, pero siempre conservando un clasicismo, una musicalidad y (a menudo) una rima que sirve de puente entre el público adulto y el más joven.

La trama, evidentemente, respeta la historia original siguiendo a Segismundo, príncipe heredero de Polonia que vive cautivo en una torre desde su nacimiento. El rey Basilio, su padre, le encerró creyéndole maldito, pero muchos años después decide que ha llegado el momento de liberarle y comprobar si es digno de gobernar los designios del país con benevolencia. Aunque la obra alberga muchos conceptos, se hace especial hincapié en la contraposición del libre albedrío del individuo frente al destino predefinido, al tiempo que también se hace un estudio sobre el efecto del poder en el ser humano. Todo ello da una pequeña idea de la universalidad siempre vigente de «La vida es sueño».

LaVidaEsSueño3La adaptación se beneficia además de un dibujo que, si bien a priori puede dar la impresión de no ser muy adecuado, finalmente se revela como otro acierto de esta edición. El estilo de Alberto Sanz, lógicamente influenciado por su experiencia en el cine de animación, le otorga al cómic un aire de dibujo animado disneyniano que le añade a la obra un innegable dinamismo visual. El trabajo de Sanz es apreciable en la representación de una gran cantidad de gestos faciales que nos remiten al teatro, allí donde «La vida es sueño» disfruta de una larga vida. Pero dentro del aspecto visual destaca aún más si cabe el tremendo tratamiento de color que ha realizado Mario Ceballos. Aparte de dotar a las viñetas de un toque pictórico, los tonos utilizados, unidos a un sensacional uso de la iluminación, adquieren una importancia narrativa inusual en otro tipo de obras. Por tanto, también es de alabar todo este trabajo artístico.

Para completar, la edición que presenta Panini bajo el sello Evolution está a la altura del reto gracias a un tamaño y encuadernación en tapa dura que la acercan a lo que acostumbramos a ver en algunas publicaciones de calidad de cómic europeo.
Es de agradecer que a día de hoy sigan existiendo este tipo de adaptaciones que reivindican autores y obras que nos han concedido nuestra idiosincrasia. No puedo, por tanto, más que recomendar «La vida es sueño» a cualquier lector capaz de vencer los prejuicios que a menudo nos generan los clásicos y con curiosidad por acercarse a una obra inmortal cuya traslación al mundo de las viñetas no le ha sentado nada mal.

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