Aquí: el tiempo inexistente de Richard McGuire

Probablemente, H.G. Wells tiene la culpa. Debido a su imaginación, cada vez que pensamos en una máquina del tiempo nos viene a la cabeza un gigantesco armatoste electrónico capaz de albergar a una persona en su interior. Era una idea romántica y poco moderna, pero se instaló en nuestros cerebros con la fuerza de una fascinación tal, que un siglo y cuarto después de la publicación de la obra de Wells, seguimos visualizando ese artilugio al pensar en los viajes en el tiempo. Pero, aunque aquí no sea relevante, los tiempos avanzan, y hete aquí que Richard McGuire, gracias a la obra que nos ocupa, ha venido a demostrarnos que teníamos una óptica terriblemente errónea sobre el concepto de viaje temporal.

Y es que Aquí es una máquina del tiempo evolucionada, una perfecta herramienta para que seamos testigos de toda la Historia. Historia en este caso centrada en un único punto del espacio, eso sí. Porque McGuire nos sitúa en un pequeño rincón, dejando la «cámara» estática durante toda la obra y enfocando a una habitación. Desde ese punto de vista, siempre inalterable, el autor nos lanza todo lo que ha sucedido en esa habitación a lo largo de millones de años. Sí. Habéis leído bien. Así, de la misma manera que podemos asistir a escenas familiares cotidianas situadas en la actualidad, también podemos ver a una pareja de indios en 1609, a un grupo de estudiantes en 2213 o asomarnos a la mismísima era de los dinosaurios. Todos esos momentos quedan capturados en las páginas dando lugar a un collage sorprendente. Para facilitar las cosas, todas las viñetas vienen acompañadas del año en que tienen lugar. Eso sí, en cada página podemos tener un buen puñado de viñetas que corresponden a diferentes años, confiriendo a la obra un espíritu de rompecabezas multitemporal. Tal vez es más difícil explicarlo que comprenderlo a través de las imágenes, por lo que espero que las que acompañan a este artículo sirvan a tal fin.

Aqui1Rumiada a lo largo de casi 30 años, la creación de McGuire compone un fresco del ser humano basándose en recursos visualmente novedosos, siempre al servicio de la narración. Como sucede con todas las grandes obras, la sencillez de la idea primigenia explota en un sinfín de posibilidades que el autor aprovecha para contar muchas vidas simultáneas que en el fondo son una. Hay mucho de autobiográfico en «Aquí», pero eso no impide que el conjunto esté impregnado de una universalidad aplastante. Como es lógico, la mayor parte de las imágenes con las que el autor salpica el relato corresponden a los siglos XX y XXI. En ellas seremos testigos de la evolución (o retroceso) de varias unidades familiares. Es este uno de los puntos de choque del cómic, ya que en numerosas ocasiones vamos a poder identificarnos con lo que vemos en las páginas, pudiendo emocionarnos algunas de esas estampas porque parecen hablarnos a nosotros mismos. Tal es el grado de inmersión y reconocimiento que logra «Aquí» en su representación de experiencias humanas cotidianas y trascendentales. Pero su fuerza no se queda en eso. El inmenso contraste entre las escenas más o menos actuales y las que se van mucho más atrás en el tiempo (o adelante, hacia un futuro ignoto) causa un impacto inmediato que de alguna manera consigue colarse en nuestro subconsciente para tocarnos la fibra.

Mcguire, portadista del NY Times, demuestra una capacidad insólita para capturar instantes e inmortalizarlos en viñetas. Aquí no es el dibujo lo más importante, pero su trazo es sobrio y funcional, poseyendo cualidades tremendamente ilustrativas. A nivel estructural, McGuire reconoció la influencia en su trabajo del sistema operativo Windows, del que aprovecha la polivalencia a la hora de mostrar diferentes ventanas. Esto le permite acceder a una narración al mismo tiempo dividida y multiplicada, en la que se superponen diferentes ventanas —viñetas— en un desarrollo multitasking que no creíamos propio del mundo del cómic. El resultado es una historia de infinitas historias en la que las capas del tiempo se superponen y solapan de una manera que no habíamos visto antes.

Aqui3Richard McGuire ha creado algo único. «Aquí» es un auténtico prodigio, un artefacto narrativo potentísimo que, pese a su espíritu de puzzle, es tremendamente intuitivo.  Aunque parezca lo contrario, estamos ante un cómic cuyas 300 páginas se pueden leer de una sentada y ser ampliamente disfrutadas. Eso sí, debe quedar claro que la importancia de la obra radica en su majestuosa riqueza de detalles, por lo que durante su lectura nos encontraremos en una perenne búsqueda de la continuidad, teniendo que retroceder o avanzar páginas constantemente. En otras palabras, viajaremos en el tiempo.
Una curiosidad: la obra fue adaptada a cortometraje en un producto digno de verse y que funciona muy bien como complemento al cómic. Podéis verlo en este enlace: Here (1991).

Con todo lo expuesto, estamos ante uno de esos casos en los que realmente podemos afirmar que se llevan las posibilidades del medio a un nuevo nivel, alcanzando unas cotas hasta ahora inexploradas en cuanto a expresión secuencial. Porque la obra habla del paso del tiempo, pero resulta atemporal. La humanidad, y aún más, queda comprendida en el interior de este libro extraordinario. Por fin podemos viajar en el tiempo, hacia el pasado o el futuro. O anclarnos al presente, si lo preferimos. Para ello no hemos de pulsar ningún botón ni accionar ninguna palanca; simplemente hemos de pasar las páginas de «Aquí».

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