Se generó una gran expectación cuando, hace unos meses, Tom King anunció en sus redes sociales que estaba trabajando en un número especial de nuestra querida Cosa del Pantano. Tener a uno de los guionistas más en forma del panorama actual (si no el que más) en la cabecera del personaje a quien diera lustre Alan Moore era sin duda un caramelo demasiado irresistible como para que todos los aficionados estuviésemos atentos. Hace unas semanas se publicó el resultado y aquí os contamos nuestro parecer sobre él.
Swamp Thing Winter Special es un cómic bastante especial, ya que en sus 80 páginas se aúnan dos historias muy diferentes entre sí pero plenamente recomendables ambas. La primera, titulada «The Talk of the Saints», se trata de una historia corta guionizada por el mencionado Tom King y dibujada por Jason Fabok en la que encontramos a una Cosa del Pantano que parece haber recogido a un niño pequeño en un paraje nevado. Aparentemente, van huyendo todo el tiempo de la presencia de un monstruo al que no llegamos a ver, pese a que el niño se refiere constantemente a él. Según avanza el tiempo nos damos cuenta de que la Cosa del Pantano parece no recordar bien lo que ha pasado, y sus conversaciones con el niño son un constante déjà vu.
Personalmente, la historia que plantea King me resulta un tanto críptica y su mensaje queda un poco oculto entre la omnipresente nieve que decora todo el relato. Mi interpretación, totalmente subjetiva, es que el guionista quiere dar una visión especial de una enfermedad que bien pudiera ser la depresión o el alzheimer, ya que da la sensación de que la historia tiene mucho que ver con la memoria. En ese sentido, es de alabar la intención de Tom King de no ir a lo fácil y ofrecer un relato alejado de convencionalismos que exige al lector cierta reflexión. Al inicio y al final de su historia, King hace una analogía con algo acaecido en un partido de fútbol americano y que para mi gusto descoloca un poco, aunque también aumenta el misterio de lo que realmente quiere contar.
El arte de Jason Fabok raya a gran nivel en todo el relato, sabiendo trasladar en todo momento al lector una sensación de frío y de cierta tristeza, abundando en la intención de la historia de dejar huella. La primera página me parece sensacional a nivel de narrativa gráfica, muy deudora de lo que hizo Alan Moore con el personaje, y lo mismo sucede con las páginas finales. Fabok consigue, pues, una acertada ambientación para un relato tan especial, y a ello contribuye poderosamente el tratamiento del color que hace Brad Anderson, presentando un llamativo contraste entre el luminoso verdor del bosque (según nuestra teoría lo identificamos como una representación de la salud) y el gris y triste paraje nevado (que correspondería a la degeneración propia de la enfermedad).
El segundo segmento que se incluye en este especial corresponde al último guion que realizó el legendario Len Wein para el personaje, y que iba destinado a convertirse en el inicio de una nueva miniserie. Rebecca Taylor, editora de DC, explica en unas notas su decisión de presentar esta historia sin diálogos, ya que Wein murió antes de poder finalizarlos, con la intención de dejar inalterado el trabajo del guionista. Pese a no contar con los textos, se puede apreciar el inconfundible toque de Wein en una historia bastante clásica en su concepción y desarrollo.
Tal vez tenga sus detractores, pero aquí el dibujo de Kelley Jones se adapta como un guante a ese espíritu casi gótico que era marca de la casa de Len Wein. El tono conseguido es perfecto, remitiendo a ese terror añejo e inocentón que tanto se disfruta si lo vemos con los ojos adecuados. Como aliciente, la historia concluye con la aparición de uno de los personajes más célebres de la editorial. A modo de extra, y para que podamos comprender la historia en su totalidad, se añaden notas de guion para cada página, con lo cual podemos obtener el esquema completo de lo que Wein quiso contar.
Bajo mi punto de vista, son de agradecer las apariciones en el mercado de este tipo de números especiales que se salen de la continuidad para brindar historias que basan todo su peso en el equipo creativo. Creo que cualquier aficionado encontrará motivos más que suficientes para leer este especial de invierno, independientemente de si se es seguidor del personaje o no. Contar en un número con una historia de Tom King ya es algo a tener muy en cuenta, pero si además contamos con el testamento artístico de un mito como Len Wein, sin duda el calificativo de imprescindible es facilmente aplicable.