La compra online está muy bien, eso es innegable. A todos nos ha permitido acceder a cualquier tipo de cómic imaginable, de cualquier época y en cualquier idioma. Pero hay algo a lo que el comercio digital aún no puede compararse. Y es pisar una tienda especializada y encontrar en una estantería una obra totalmente desconocida que, por algún motivo, te llama la atención. Eso es lo que me pasó con Pobre Marinero, publicada en nuestro país por Apa-Apa. Tras hojear su interior brevemente, me dejé llevar por la intuición y adquirí uno de los dos ejemplares de los que disponían. ¿Acerté? Seguid leyendo.
Hay un dicho que ahora no recuerdo y que habla de grandeza y frascos pequeños, seguro que os suena. «Pobre Marinero» es justamente eso, una obra relevante que viene presentada en un formato extrañamente diminuto (14 x 14 cm.) que, contrariamente a lo que pudiera parecer, resulta idóneo para lo que cuenta. Y lo que cuenta es una adaptación del cuento breve En el mar de Guy de Maupassant. En él, encontramos la historia de Thomas, un leñador que vive en plena montaña con su mujer, llevando una vida austera. Un día recibe la visita de su hermano, un experto marinero que planta en su cabeza promesas de una vida de aventuras en el mar y acceso a conocer las maravillas que puede ofrecer el mundo. Pese a la negativa de su esposa, Thomas decicirá marcharse, abandonando todo lo que conocía.
Publicado por primera vez en 2003, «Pobre Marinero» es una acertada exploración del inconformismo humano que a menudo nos lleva a la miseria. Las ansias por descubrir lo que no conocemos y que terminan cegándonos y llevándonos a desear cosas que no necesitamos y que, la mayoría de las veces, nos traerán una gran insatisfacción. Sammy Harkham, autor poco conocido en nuestro país, pero que posee una gran influencia dentro de círculos minoritarios del cómic independiente, adapta el relato de Maupassant con una increíble precisión, demostrando la validez del cómic como medio narrativo. Con tan solo una viñeta por página y obviando el texto salvo cuando es estrictamente necesario, Harkham nos regala una historia desgarradora que desprende melancolía y añoranza valiéndose de una narración increíble.
«Pobre Marinero» es una demostración incontestable de lo que se dado en llamar «narrativa gráfica». Abrazando el minimalismo como medio de expresión, Sammy Harkham consigue contar algo en cada panel, encerrando diferentes emociones en el cuadro perfecto que es cada una de las páginas de esta obra. Además, el cómic supone todo un canto a un recurso tan poco explotado como la elipsis. El continuo salto hacia adelante en el tiempo sin transición de que hace gala «Pobre Marinero» está manejado con una maestría insólita, y su efecto inmediato es tocar la fibra del lector pese a la aparente frialdad de las imágenes. Porque todos podemos meternos en la piel del protagonista e imaginar sus sentimientos en cada instante. Y conseguir eso en una obra tan breve, que puede leerse en apenas 5 minutos de reloj, me parece un logro asombroso.
El trazo de Harkham es igualmente esencial, ahorrándose a menudo tanto los fondos como cualquier detalle intrascendente. Esto ayuda a que la obra vaya directa al grano, centrándose en transmitir lo que necesita contar. No quiero decir con ello que estemos ante un dibujo feísta; al contrario, me gusta mucho el diseño de los personajes y me gusta mucho una cosa que hace Harkham en algunas páginas, que es situarlos directamente en la parte inferior de la página, muy abajo, consiguiendo un curioso efecto. El cómic está en blanco, negro y verde pastel, color utilizado para resaltar cosas como el mar o el campo.
En definitiva, puede que veáis esta obra en las estanterías de alguna tienda y os pase desapercibida por su diminuto tamaño. Incluso podéis pensar que su precio es alto si puede leerse en unos escasos minutos. Pero creo que las grandes obras están al margen de cualquiera de estas consideraciones. Por la cautivadora atmósfera que es capaz de crear su autor, por su ejemplificante narración y, sobre todo, por el gran poso que deja su lectura, creo que «Pobre Marinero» merece un hueco en la colección de cualquier amante del cómic. Aunque sea un hueco pequeño.