Estoy seguro de que en más de una ocasión habréis tenido el sueño. Ese sueño en el que algo os persigue incansablemente, ese sueño en el que todo parece ralentizarse excepto vuestro perseguidor, ese sueño en el que tropezáis para que la peor de las angustias se apodere de vosotros. Posiblemente despertéis con un sobresalto en el momento en que os da alcance, o con suerte el sueño mute hacia algo mucho más sereno y relajado. Pero siempre os quedará la sensación, durante los escasos momentos en que vuestro cerebro os permita recordar el sueño, de que hay algo extraño en el ente que os acechaba. Algo que no tiene sentido.
Permitidme la pequeña licencia del párrafo anterior a modo de preámbulo de lo que nos ocupa, que no es otra cosa que hablar del manga Wet Moon, obra de Atsushi Kaneko recientemente publicada en 3 tomos en nuestro país por ECC. Y es que «Wet Moon» explora a la perfección terrenos oníricos como el que he descrito arriba, sólo que aquí el protagonista no es quien huye, sino quien persigue. La trama nos lleva de la mano del inspector Keiji Sada, que investiga un asesinato aparentemente perpretado por una misteriosa mujer llamada Kiwako Komiyama. El caso y la mujer se convierten en una obsesión para Sada, quien además tiene una cicatriz en la cabeza que, además de amnesia selectiva, le causa terribes dolores y continuas alucinaciones y paranoias, casi siempre relacionadas con la luna. La línea que separa la realidad de la alucinación es más difusa que nunca para Sada y, por extensión, para el lector.
El autor nos propone una trama irresistible, con una investigación detectivesca que se ve trufada de detalles ambiguos. «Wet Moon» encierra varios misterios en sus páginas, a los que Kaneko irá dando solución (o no) a medida que la trama avanza. El gran atractivo del cómic, y su componente más original, es la introducción de un elemento surrealista omnipresente durante toda la historia. Aprovechando la incierta condición del personaje principal, el autor le introduce continuamente en situaciones bizarras que parecen sacadas de las películas más turbias de David Lynch, por lo que la obra queda rodeada por un misterio neblinoso e inaprensible. Y es que el inspector Sada padece constantes visiones y alucinaciones, relacionadas con la mujer a la que persigue, con recuerdos de su infancia, y con la otra gran protagonista de «Wet Moon», que no es otra que la omnipresente luna. Es por ello que durante toda la lectura pondremos en duda la autenticidad de los hechos que se relatan, y pensaremos si todo es producto de la mente del protagonista o si realmente hay una especie de conspiración contra él.
El dibujo de Atsushi Kaneko puede que no esté tan trabajado como el de otros mangakas más conocidos, pero no cabe duda de que resulta plenamente funcional y adecuado para la historia que nos está contando. Especialmente destacable es la utilización de una narración gráfica que nos ofrece continuamente primeros planos de partes del rostro del protagonista, lo cual nos sumerge directamente en las paranoias constantes que este sufre y contribuye a generar una sensación de angustia en el lector. Kaneko sitúa la obra en un momento crucial para la humanidad, apenas unos meses antes de la llegada del hombre a la luna. En ese sentido, la ambientación está francamente lograda, resultando una delicia vislumbrar los numerosos detalles de aquella época que aparecen en sus páginas.
El gran peligro de la obra es que puede parecer al principio que estamos ante una mera sucesión de escenas un tanto inconexas, pero lo cierto es que el autor consigue dar cohesión al asunto y al final todo adquiere un sentido bastante completo. Confieso que no soy consumidor habitual de mangas, pero recomiendo sin duda la compra de «Wet Moon» ya que, aparte de su enorme calidad, nos ofrece una historia cerrada en sólo 3 tomos, alejándose de la tendencia del mercado oriental de presentar series con infinidad de números y que se alargan hasta la extenuación. Por tanto, es de agradecer la aparición en nuestro país de obras tan concisas como «Wet Moon» o Museum de Ryousuke Tomoe. En definitiva, tenemos una obra tan bizarra, compleja y ambigua como fascinante y adictiva. Aunque no es para todos los públicos, queda recomendadísima.