Galdós y la Ceguera: excelente folletín galdosiano en viñetas

“…He ido a dar con una trama digna de una novela del propio Galdós.”


Esta frase, extraída del cómic que hoy nos ocupa, recoge muy bien lo que nos espera en su lectura. Un tebeo que no solo se lee con agrado, sino que atrapa con los recursos que despliega. Nos referimos a “Galdós y la Ceguera”, de El Torres y Alberto Hernández Rivero, recién editado por Nuevo Nueve.

El tiempo pasa rápido y desde que su antecesor, “Galdós y la Miseria” apareciera a finales de 2020, cinco años han transcurrido. Quizá demasiados para una obra en un mercado en el que las novedades llegan por oleadas mes tras mes. O quizá no. Porque lo que plantea y desarrolla El Torres aquí es un guion cuidado con esmero, de esos que están destinados a resistir el paso del tiempo por lo que aborda. Una ficción en la que el propio Galdós es uno de los protagonistas destacados. Y está tan bien construida que no solo resulta creíble, sino que acapara la atención por completo cuando te sumerges en sus páginas.

A modo de “folletín galdosiano”, la historia de Elena prosigue en esta continuación. Ella, la protagonista de la trama, es un arquetipo galdosiano en sí misma. Su caracterización, tan sobria como tridimensional, es el robusto pilar sobre el que se desarrolla el relato, como ya pudimos ver en “La Miseria”. Junto a ella, el dramatis personae elegido funciona por interacción, contraste o alineación. Con la sobriedad y fluidez que ocurren las cosas que son naturales. Así suceden los hechos en la trama. Así se relacionan y actúan los personajes aquí. Con una naturalidad propia, genuina. Sin más trucos que los de decir y hacer lo propio en cada momento. Sin rupturas y con una consistencia interior notable.

Son esos personajes, ficticios y reales, los que soportan esta trama galdosiana. Porque en esencia, lo que nos cuenta este tebeo bien pudiera haber sido escrito por el propio Benito Pérez Galdós. A modo de folletín, por entregas. Solo que en esta ocasión, el escritor canario es un personaje más de la obra que funciona con la misma naturalidad humana que el resto. Con sus debilidades, pues estamos en el final de sus días: en aquellos en los que la ceguera le trajo consigo la ruina económica. Esos son los días que nos muestra El Torres, los crepusculares del escritor. Donde personas del pasado vuelven a cruzarse en su vida, como Emilia Pardo Bazán, en un reencuentro tras el final de su relación. De esos momentos El Torres saca una sobria intensidad que hace crecer el relato. Da igual que pudieran ser ciertos o no, lo que ciertamente resultan son sólidos y posibles, por lo bien cimentados que están. Mientras tanto, Elena mejora su situación material en Madrid, a la vera del escritor. Si bien los antagonistas de la muchacha se mantienen en vilo, pues queda un secreto por cuidar. Uno que entronca con la esencia del relato.

Así sigue desplegando sus alas este folletín galdosiano en viñetas, que en esta ocasión ha contado con el arte de Alberto Hernández Rivero, que ha recogido el testigo de Alberto Belmonte, autor del dibujo de “Galdos y la Miseria”. Es curioso, porque aunque Hernández y Belmonte poseen estilos muy marcados y muy diferenciables, esas características, más que provocar una ruptura gráfica, han complementado el conjunto global. Desde un primer momento se advierte en “Galdós y la Geguera” que espera otro trazo y otra textura, la de Hernández. Una que, si bien recoge en lo cromático el mismo espíritu, se hace carne con trazo propio, dando vida y haciendo crecer los personajes a cada viñeta. Siempre al servicio de la historia, con los encuadres y composiciones precisos para que la trama funcione fluida y orgánica.

Puede que hayan pasado cinco años desde “Galdós y la Miseria”. A la vista de lo que despliega su continuación, “Galdós y la Ceguera”, en sus 64 páginas, la espera ha merecido la pena. Al fin y al cabo, esta historia es de las que se construyen para perdurar. Y en casos así, el tiempo y el esfuerzo invertidos en llevarse a cabo se justifican por sí mismos por el resultado obtenido: un tebeo sobrio y maduro, que se muestra como la punta de un iceberg creativo de algo muy sólido. Como si estuviéramos ante un yacimiento de sobria y fresca creatividad. Eso es lo que han dejado El Torres y Alberto Hernández Rivero en estas páginas. Ciertamente, esta es una trama digna del propio Galdós. Y eso es decir mucho.

Deja un comentario