
Las cosas grandes nacen en ocasiones de pequeños pasos en los que nadie repara. Desde la independencia, sin hacer excesivo ruido, pero dejando huella en quien lo detecta. Una que, lejos de borrarse, se va engrandeciendo conforme avanza. Eso es lo que ocurrió, en cierta manera con el origen del cómic que hoy nos ocupa: “ Ragnarök: El destino de los Dioses”, de Mariano Saura: una trilogía sobre el apocalipsis nórdico que Cartem lo acaba de rescatar en una edición a la altura de su contenido.
“Ragnarök”, o “Destino de los Dioses”, es el final que las profecías reserva a las divinidades de Asgard. Los dioses (“ragna”) saben, en la mitología nórdica, cual es su destino, su “rök”: morir en la batalla con la que el ciclo llegará a su fin. Ese será su ocaso y a el se enfrentarán con orgullo y dignidad. Pues, aunque el final inexorable esté escrito, combatirlo es la mayor demostración de grandeza de Odín y sus hijos, en una épica catarsis que envolverá a los nueve mundos.

Esa era la creencia vikinga, sabedora de que nadie escapaba del cruel paso del tiempo, de la mutabilidad de todo cuanto conocían, incluidas sus divinidades. En el mito quedaba implícita la concepción cíclica del mundo, donde todo morirá y resurgirá. En una rueda eterna de existencias finitas que dan paso a otras nuevas cuando perecen, como las estaciones de cada año: tras el invierno llega la primavera. Tras la muerte, el nacimiento, cumpliendo cada elemento con su función existencial. Una que es finita y temporal, condenada a desaparecer, pero formando parte de la rueda eterna y cíclica.
Ese es el mito que ha perdurado a lo largo de la historia, adquiriendo una saludable resistencia al paso del tiempo. Uno del que han bebido tanto la alta cultura – Wagner o Niezche – como la popular. No hay más que rastrear muchas de las temáticas de bandas icónicas de Heavy Metal, o sus reflejos en los cómics de superhéroes del siglo XX: además del evidente Thor de Marvel comics, conviene resaltar la evidente influencia del Ragnarök en las célebres “Crisis” donde el multiverso de DC comics se va reordenando cada cierto tiempo. Unos crossover donde, además del evidente “reset” comercial de muchos personajes y cabeceras, subyace la idea de que todo acabe para dar paso a un nuevo comienzo: Ahí está el motor de la primera crisis, el clásico de Marv Wolfman y George Pérez, sin ir más lejos.

En el caso de Mariano Saura, el autor cartagenero optó por un enfoque muy fiel al mito original, trasladando a viñetas el apocalipsis nórdico a una trilogía que alumbró desde la independencia absoluta otorgada por tres exitosas campañas de crowfounding. Realizadas a lo largo de tres años, logrando materializar este proyecto en tres álbumes: “Señales”, “El Rugir del Acero” y “Sangre sobre Vigrid”, títulos a día de hoy difíciles de aduirir dada las características de limitación, por su propio concepto implícito, que tienen las autoediciones.
Si bien, las altas dosis de épica que tienen estas páginas (bien sazonas con soberbios ejercicios antrologicos), merecían un recorrido comercial mayor. Al fin y al cabo, este es un cómic que no solo entretiene, sino que emociona conectando con la épica del mito y, a la vez, ilustra en el sentido de que su lectura aporta y enriquece. Por todo ello, este “Ragnarök”, por méritos propios, merecía renacer en una edición que pudiera llegar más lejos, a cualquier librería del país para encontrarse con nuevos lectores.

Así lo ha entendido Cartem, responsable de rescatar esta joya de culto para ponerla a disposición del gran público, en una cuidada edición integral bañada por la solemne e impactante nueva portada que Mariano Saura ha llevado a cabo. Dentro, junto a los textos firmados por Pako Domínguez, Heliodorian y el propio Saura, además de botecos preliminares de los personajes principales de la obra, esta la trilogía completa. La que bebe del mito pero que hace mucho más que recrearlo. La que emociona apelando al instinto y la épica, pero también enriquece desde la racional reflexión que deja la metáfora tras de sí. Una llena de la violencia de la catarsis final, llena de sangre y acero. Donde el ocaso da paso a un nuevo comienzo, pues el ciclo es eterno. Por todo ello, celebramos que ““Raganrök. El Destino de los Dioses” tenga una nueva vida editorial. Al fin y al cabo, quizá estemos ante el tebeo más fiel al mito nórdico de cuantos se hayan hecho. Que empezó con pasos pequeños, pero alcanzó altas cotas.
