
Murió. Lo mataron. Lo encerraron en un ataúd de adamantium como si fuese una figura de acción demasiado valiosa para colocar en la estantería. Ahí quedó, inmóvil, frío, como si Marvel realmente fuera a dejar descansar al más iracundo de sus hijos. Ni mucho menos eso sería el final. Esto es Marvel. Nadie muere para siempre, y menos un personaje tan relevante como el famoso mutante canadiense. Así comienza el ritual de resurrección mutante diseñado por Charles Soule, guionista en cruzada redentora tras haber enterrado al canadiense peludo unos años atrás. Y lo veremos en Lobezno: El Retorno con Steve McNiven junto a Declan Shalvey y una premisa sencilla: Logan está vivo… y muy confuso.
Hay mucho de Odiseo en este Lobezno: un viaje de regreso, múltiples pruebas, enemigos deformes y una identidad reconstruida a través de la memoria. Solo que aquí no hay un arco con flechas ni una Penélope fiel esperándolo, sino una mujer vestida de tecnología que se hace llamar Perséfone. Esta mujer es la líder de Soter, una corporación de muerte y resurrección que haría temblar a cualquier malvada empresa. Ella resucita a Logan, le borra el disco duro, le susurra cosas extrañas, y lo suelta en un mundo donde no sabe si es un monstruo, un héroe o simplemente un tío con una mala resaca y unas garras que ahora se prenden fuego. Literalmente. Sí, las garras ahora arden: una idea tan innecesaria como irresistible. Pero no te confundas, aquí lo importante no es el efecto especial, sino la psique de Logan, dividida, atrapada en su propia mente como si fueran los horrocruxes de Harry Potter. Cada versión de sí mismo vive encerrada tras celdas de una cárcel, como si la mente de Lobezno fuera un “quien es quien” macabro. El asesino sin alma. El hombre trajeado y con parche. El enemigo público o el líder de X-Force entre otros. Todos luchan por salir, y la historia juega con esa idea de forma bastante ingeniosa, aunque menos de lo que uno desearía. Soule sugiere que Lobezno ya no es solo una cosa, sino un compendio de todas las anteriores: un mejunje emocional con garras.

Respecto a la villana de la historia, es una oportunidad desperdiciada. Tiene un diseño elegante, un aire enigmático, y un discurso que mezcla inmortalidad digital, control de cuerpos, y un plan de dominación global a través de la muerte, como si fuera una mezcla entre Apocalipsis y una nueva inteligencia artificial. Pero su motivación es etérea, casi vacía, y su conexión con Lobezno se reduce a una especie de atracción simbiótica que nunca se desarrolla con solidez. Dice que lo ha traído de vuelta porque él es “especial”, porque puede “matar y sanar” como nadie. Pero eso ya lo sabíamos. ¿Dónde está el nuevo conflicto? ¿Dónde está la evolución?. Hay destellos, eso sí. Momentos en los que el Logan real parece emerger del fuego y el delirio. Como cuando entra en contacto con una de sus versiones pasadas y debe decidir cuál liberar. O cuando se encuentra con figuras conocidas de su pasado y su presente como la aparición estelar de la Patrulla X que lo está buscando. Pero todos estos momentos quedan encapsulados en viñetas que brillan y se apagan demasiado rápido.
En lo gráfico, Steve McNiven, vuelve a dibujar a este personaje en los números 1 y 5. Es un regreso simbólico, un cerrar el círculo. Aquí McNiven no está tan afilado, pero su dibujo es claro, duro, y con ese estilo tan característico que define a sus personajes. Acompaña la brutalidad de Logan con líneas firmes y un juego de sombras que evoca a los mejores días del personaje. Pero donde McNiven es fuerza, Declan Shalvey es estilo. Se encarga del medio de la historia, los números 2 al 4, y lo hace con una limpieza visual que raya en la elegancia. Sus páginas respiran. Shalvey muestra que incluso un tipo que huele a whisky, sangre y bosque puede ser presentado con cierta elegancia. El problema: ese cambio de dibujante rompe el ritmo. Pasamos de un estilo a otro en cuestión de páginas, y aunque ambas estéticas funcionan, no casan entre sí.

Publicado ya en formato grapa por Panini Comics, y ahora lo tenemos en el formato Marvel Must-Have. Además de incluir los cinco números de «Return of Wolverine» también incluye multitud de extras. Como las portadas alternativas realizadas por Steve McNiven con Jay Lesten y Laura Martin, John Cassaday, John Tyler Christopher, Todd McFarlane con Dean White o Skottie Young entre otros grandes artistas. En definitiva, «El regreso de Lobezno» no pretende reinventar casi nada, pero sí recordar por qué Logan es uno de los personajes más potentes, complejos y magnéticos del Universo Marvel. Puede que no sea la aventura definitiva del mutante de las garras, pero sí una de esas que sus 152 páginas se leen con gusto.
