
Cuando la civilización moderna se apague de un plumazo, el resultado será el caos, desesperación y un vacío de poder que nadie sabe cómo llenar. Esta es la premisa de El Rey de la Torre («The Tower King«), una obra que, a simple vista, podría parecer otra historia postapocalíptica más, pero que se eleva como un clásico atemporal del cómic gracias al interesante guion de Alan Hebden y al arte inolvidable de José Ortiz. A través de 92 páginas que rezuman tensión, acción y espectáculo puro, esta historia no solo nos muestra un Londres destruido, sino también la lucha desesperada de sus habitantes por reconstruir algo, cualquier cosa, que se parezca al orden. El tebeo, originalmente publicado en 1982 en la revista británica Eagle, encuentra en su reciente reedición editada por Isla de Nabumbu una segunda vida, presentando en toda su gloria un relato que combina lo mejor de la ciencia ficción, el thriller de supervivencia y la reflexión social.
Todo comienza con un satélite solar que, tras un mal funcionamiento, deja al mundo sin electricidad. Londres, antaño una metrópoli vibrante, es ahora un yermo postapocalíptico. El relato se centra exclusivamente en la capital británica, lo que añade un aire claustrofóbico: no sabemos qué ocurre más allá de sus límites, y, en cierto modo, eso lo hace aún más inquietante. La humanidad ha caído en picado. Sin electricidad no hay transporte, comunicaciones ni servicios básicos. La ciudad se convierte rápidamente en un hervidero de saqueos, enfrentamientos y desesperación. Es en este escenario que emerge nuestro protagonista, Mick Tempest, un hombre con un nombre tan impactante como su carácter. Tempest no es un héroe convencional; no tiene poderes ni grandes discursos idealistas. Es, ante todo, un superviviente, alguien que comprende las reglas del nuevo orden: fuerza, astucia y, sobre todo, la capacidad de liderar.

Desde el principio, el guion de Hebden deja claro que Mick no es un salvador, sino un luchador. Su ascenso al poder es tan pragmático como brutal. Reúne a su vecindario, organiza una resistencia contra los saqueadores y, finalmente, lidera a su grupo hacia un refugio icónico: la Torre de Londres. Este movimiento, cargado de simbolismo, convierte a Tempest en una figura casi legendaria: el líder que toma posesión de uno de los bastiones históricos más importantes de Inglaterra en medio del caos. Es aquí donde se gana su apodo de «El Rey de la Torre«, un título que lleva con un peso inmenso mientras enfrenta retos que pondrían de rodillas a cualquier otro.
Si el guion de Hebden establece las bases de este mundo distópico, el arte de José Ortiz lo eleva a una obra casi mítica (como casi todos los trabajos de este dibujante). Ortiz utiliza el blanco y negro de manera magistral, jugando con sombras y detalles para crear un ambiente opresivo. Cada página está cargada de tensión; los cielos oscuros y las ruinas de Londres transmiten una sensación constante de peligro. Las viñetas dedicadas a la Torre de Londres son especialmente memorables. Ortiz transforma este icono histórico en un bastión de resistencia, una fortaleza que parece tanto un refugio como una prisión. Las escenas de acción son dinámicas y brutalmente realistas, mientras que los momentos de calma están impregnados de un aire de melancolía que recuerda lo que se ha perdido. Un detalle digno de mención es cómo Ortiz representa a los diferentes grupos: cada facción tiene un diseño único, desde las de las Ratas del Metro (personajes cercanos a los Morlocks, iconos míticos creados por H.G Wells) hasta los atuendos de los demoledores o los salvajes adoradores de corazones. Esto refuerza la sensación de que cada rincón de Londres tiene su propia historia y cultura. A medida que avanzamos en las páginas nos recuerdan porque cada humano esta diseñado como una maquina de matar en potencia.

La reedición no solo es un tributo a un clásico, sino también una obra maravillosa en sí misma. La meticulosa restauración de Antonio Moreno devuelve a las páginas de José Ortiz un nivel de detalle y contraste que eleva la experiencia de lectura a otro nivel, destacando aún más los detalles de los personajes principales y la opresión del Londres postapocalíptico. Por su parte, la traducción de Javier Alcázar no solo respeta el espíritu original de Hebden, sino que además enriquece los diálogos con un lenguaje tan crudo como visceral, haciendo que los personajes cobren vida en cada línea. Por todo esto, «El Rey de la Torre» es una obra que más que un producto de su tiempo; es un recordatorio de lo que el cómic puede ser cuando se combina una historia atrevida con un arte que desafía los límites de lo posible. A medida que sigues a Mick Tempest en lucha contra todos, te encuentras no solo con un héroe, sino con una reflexión sobre la fragilidad y la fortaleza de la humanidad frente al caos. Y no me queda más que decir que, como nuestro protagonista en la cima de su torre, este cómic se alza imponente, reclamando su lugar en el gran mundo de los tebeos.
