
“¿Qué tebeos quiero hacer?
Quizá antes de ponerme a dibujar y frustrarme con lo que sale, tendría que tener claro qué hacer…”
Hace algún tiempo, no mucho, cerrábamos la reseña de “Bibelots” con el deseo que vinieran más viñetas de este tipo. Unas cargadas de angustia existencial, costumbrismo y miserias privadas, bañadas con un tono entre lo confesional y lo ingenioso. Aquellas que beben buenos sorbos de, entre otros, Chester Brown y Robert Crumb para macerarse con la experiencia y voz propia de su autor: Adrián Bago.
Pues bien, el 2025 ha traído una nueva ración de píldoras existenciales del señor Bago. Bajo el antetítulo de “Una confesión laica de dudosa veracidad en formato popular”, se presenta su nueva criatura: “Ateo de uno mismo”, recién editada por Autsaider cómics. 28 páginas que siguen la estela, en concepto y formato, de “Bibelots” y «Sicofante«, en una grapa de muchos quilates y querencia por los maestros del mejor underground que se ha visto (y leído) a ambos lados del Atlántico.

Dice el propio Bago en una viñeta que “Aquí se viene otro cómic auto vergonzante y neurótico al estilo Crumb! Sólo que… ¡peor dibujado, menos divertido y mucho más caro!”. La contundente afirmación apela a una lucidez brutal, pues el autor sabe de donde viene, y la aprovecha para meter ingenio desde el primer momento. Pues esos códigos y resoluciones son los que planean (intuimos deliberadamente) sobre estas crónicas vivenciales, donde lo confesional se amalgama con lo patético. Caldo de cultivo perfecto para adoptar un tono tan íntimo como ingenioso.
Así las frustraciones presentes dan paso a los traumas y anhelos adolescentes. Acoso escolar, el despertar del sexo y el onanismo se plasman junto a recuerdos inconfesables, Esos son algunos de los elementos para que Bago construya sus preciados esperpentos. Esos que vierte en unas viñetas que, si bien tienen mucho de generacional, pueden conectar con cualquiera que busque más allá de los lugares comunes. Aquí los territorios que se pisan son menos transitados. Ya recorridos por muchos de los grandes del underground, pero que siguen teniendo fertilidad si se sabe jugar con los códigos y elementos de este tipo de historias. Y Adrián Bago juega hábilmente con ellos en este tebeo.

Así se conforma esta alhaja existencial, entre lo grotesco y lo vivencial, con humor y patetismo en igual proporción. Con una notable capacidad de atrapar en cada una de las historias que lo componen. Las ingeniosas dosis de costumbrismo implacable y miserias privadas que esperan aquí conviene degustarlas. Una vez más, Adrián Bago, reafirmará la fe de quien se acerque a este “Ateo de uno mismo”.
