Monstruo. Frankenstein está de vuelta

Vamos a transportarnos a la España de los años 60, en plena dictadura franquista. Es una época de cambios, marcada por el desarrollismo económico, la llegada de la televisión, el auge del turismo y las grandes inversiones industriales. Es en este contexto donde se sitúa esta secuela llamada “Monstruo” de David Muñoz y Andrés G. Leiva, de la famosa novela Frankenstein de Mary W. Shelley. Por eso vamos a ir a un barrio del sur de Madrid, donde el monstruo inmortal, nacido en 1816, intenta llevar una vida tranquila. Pero en toda buena historia, la paz no dura para siempre…

Para entender el ambiente en el que se desarrolla el cómic, primero hay que poner en contexto a la España de esa época. Franco, después de años de aislamiento internacional tras la Guerra Civil, se da cuenta de que para que su régimen sobreviva, necesita abrirse al exterior. En este entorno tan dinámico y cambiante, encontramos a nuestro protagonista, un monstruo inmortal. Después de años de vagar por el mundo, buscando un lugar donde encajar, decide instalarse en un barrio periférico del sur de Madrid. Aquí, entre bloques de pisos y chabolas, logra lo que siempre había deseado: una vida tranquila y anónima. Un monstruo, cuyo aspecto sigue siendo tan aterrador como siempre, ha aprendido a camuflarse. Viste ropas que ocultan sus cicatrices y evita el contacto visual. Ha aprendido a hablar sin que su voz delate su origen, y su imponente estatura se disimula entre las multitudes de la ciudad. Pero la tranquilidad del monstruo no dura para siempre. Una noche, escucha unos gritos en el pasillo. Abre la puerta de su casa y se encuentra a una niña llorando. Este encuentro despierta en él emociones que había reprimido durante mucho tiempo. Una niña, perdida y asustada, se convierte en un catalizador para el monstruo. Él, que había jurado no volver a involucrarse con los humanos, siente una responsabilidad inesperada hacia ella. Sus enormes manos, que habían segado tantas vidas inocentes, ahora buscan consolar y proteger. Cuidar de la niña hace que el monstruo empiece a sentir de nuevo. La paz que había logrado se ve alterada por una mezcla de ternura, amor y, eventualmente, miedo. Miedo de ser descubierto, miedo de que su naturaleza monstruosa salga a la luz y cause daño a aquellos a quienes empieza a importar.

La obra de Muñoz y Leiva, aunque situada en un contexto completamente diferente, captura la esencia de la historia original de Shelley. A través de la figura del monstruo, nos enfrentamos a preguntas profundas sobre la naturaleza humana, el rechazo y la ira. La nueva ambientación en la España del desarrollismo añade una dimensión adicional, reflejando las tensiones y contradicciones de una sociedad en cambio. Por otro lado, una de las preguntas más importantes que se plantea la obra es qué es lo que nos hace humanos. El monstruo, a pesar de su apariencia y de sus actos de violencia, muestra una humanidad que muchos de los personajes humanos no tienen. Su capacidad para amar, su deseo de ser aceptado y su sufrimiento son tan humanos como cualquier otra cosa. Sin embargo, la sociedad le niega esta humanidad debido a su apariencia.

Los diálogos que crea David Muñoz entre los personajes capturan de manera precisa los dilemas, aspiraciones y conflictos que caracterizaban esa época. Ya sea en las discusiones sobre la migración rural-urbana, el impacto de las drogas y el alcohol en los matrimonios o la aparición de nuevos valores y estilos de vida, los personajes expresan opiniones y puntos de vista que reflejan las tensiones y contradicciones. A través de sus conversaciones, los lectores pueden conocer sus motivaciones, temores y deseos más íntimos, lo que les permite entender mejor sus acciones y decisiones a lo largo de la historia. Los autores utilizan el lenguaje y el tono de los diálogos para dar vida a los personajes, creando retratos complejos y matizados de individuos que enfrentan los desafíos de su tiempo.

A lo largo de la obra, vemos escenas del pasado del monstruo, destacadas visualmente por el uso de acuarelas del dibujante Andrés G. Leiva. Estas escenas nos muestran que el monstruo ha vivido en primera persona algunos de los acontecimientos más importantes de la historia de Europa. Cada uno de estos eventos le ha dejado claro que, independientemente de la época o el lugar, el ser humano siempre le ha pagado con odio y maldad cualquier atisbo de bondad que él haya mostrado. Cabe destacar el diseño del monstruo, una desviación deliberada de la representación clásica del cine. Parece buscar una apariencia más alineada con la visión literaria de Shelley. En lugar de la frente plana y los tornillos en el cuello, Leiva presenta un ser más humano, pero igualmente perturbador. Sus cicatrices son prominentes, sus manos enormes y están marcadas por el sufrimiento como con la violencia. Este enfoque hace que el monstruo sea más trágico y complejo, resaltando su lucha interna y su deseo de redención.

Una de las técnicas más efectivas de Leiva es el uso del color para diferenciar entre la realidad y las escenas de pesadilla o ensoñación. Las escenas realistas del presente están mayormente en tonos de gris y negro, con contrastes de blanco que resaltan ciertos elementos y añaden profundidad. Estos momentos se intercalan con flashbacks y pesadillas del personaje, que están a color, creando un contraste perfecto entre la realidad y la ficción. Las escenas de flashbacks y pesadillas están coloreadas de manera que transmiten una sensación de irrealidad y monstruosidad. Estos momentos a color permiten a Leiva explorar diferentes paletas y técnicas, creando una atmósfera onírica que distingue claramente estos segmentos del resto de la narrativa. Este cambio de estilo hace que las pesadillas sean mucho menos realistas, dotándolas de una sensación de irrealidad que aumenta la tensión y el desconcierto.

Al cerrar la última página de este tebeo, queda claro que David y Andrés han logrado un homenaje magistral a la obra eterna de Mary Shelley. A través de sus brillantes ilustraciones y una narrativa fascinante, nos muestran cómo un monstruo puede ser tanto un ser bueno como peligroso, desafiando nuestras percepciones preconcebidas. Con un total de 128 páginas, este tebeo publicado por Astiberri Ediciones nos sumerge en un mundo de contrastes, bien marcadascon partes a color que resaltan momentos clave y la mayoría de las ilustraciones en blanco y negro que añaden profundidad y misterio a la historia. «Monstruo» nos deja reflexionando sobre la complejidad de la condición humana y la naturaleza del bien y el mal. Es una lectura que nos reta a mirar más allá de las apariencias y a cuestionar nuestras propias definiciones de lo que significa ser monstruoso. En definitiva, este cómic es una experiencia que no te puedes perder, una obra que te deja un poso según avanzas en el relato de la creación del Doctor Frankenstein en la España desarrollista de los ’60 del siglo pasado.

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