
El año se estructura en cuatro estaciones, con sus, a priori, características climátologicas propias: primavera, verano, otoño e invierno. Cuatro periodos para una vuelta completa al sol, como cuatro son las entregas trimestrales al año de Giallo en castellano. Un hecho que, llegado el séptimo número regular, es ya una saludable costumbre de horror folclórico transalpino sazonado con paganismo, serial killers y reversos tenebrosos del alma.
Esta primavera se altera con la séptima entrega, con páginas impregnadas del género amarillo gore y terrorífico, en blanco y negro o con escala de grises, pero siempre apelando a lo siniestro. Para ello, “Giallo #7” presenta un menú de seis relatos, tan breves como efectivos, y un artículo. Es momento de diseccionarlos, con bisturí, precisión cirujana y vocación de asomarse a la oscuridad, entre las diferentes texturas que el magazine nos presenta. Vayamos pues a revisar que nos depara el número primaveral de la revista dirigida por Massimo Rosi y coordinada, en su versión española, por José Luis Vidal.

Para empezar, tenemos una buena ración de desesperación que proviene de “El lamento del bosque”, de Salvatore Vivenzio y Giorgia Rosati. Un lamento en el que la pérdida nos conduce, entre viñetas, al desenlace fatal, en un ejemplo de resolutiva concisión dada la brevedad del relato.
Tomado el pulso del desasosiego, llega la hora de “La confesión”, de Federico Mele y Veronica Chiacchio, quizá la historia que más brille de esta entrega, por los oscuros lugares del alma que visita. Esos que nos llevan a los deseos ocultos y la represión formal de otros tiempos, cargados en la psicopatía que presenta el personaje principal. Una confidencia bien construida, que atrapa en su desarrollo.

Repite con otro relato Federico Mele: “La sanción”. En esta ocasión junto al arte de Vitorio Serrenti, que nos brindan páginas de bella factura, entre la venganza y lo arcano, con sabor pulp en esencia y resultado gráficamente fresco. Por ello, se antoja conveniente que a continuación, a modo de interludio, disfrutar del artículo de Daniel González: “Terror y Supers”, en el que el autor ahonda entre las conexiones entre los tebeos de terror y los de superhéroes.
Hecho el paréntesis, nos espera la segunda parte de “Una serpiente de mármol negro”, de Davide Aicardi y Tommaso Catone, que continua con el tono preciso de lo que se espera en el género de terror italiano, incluido un final de angustia que pide a gritos continuar la historia. Será en otro momento, pues nos espera “La línea de fuego”: una curiosa batalla bélica, ambientada en la Primera Guerra Mundial, obra de Roberto di Leo y Luca Colandrea.

“Nada nuevo en TV” marca el final de la grapa. Un relato de Alessandro Ginori y Nicolò Fontanelli, donde representan con oficio y solvencia uno de los lugares más comunes del miedo, que no por conocido deja de ser efectivo en su recorrido. Con ese sabor, de terrorífico entretenimiento plagado de eficacia en su cometido, acaba la entrega primaveral de Giallo. Tras finalizarla, el arriba firmante espera que el verano nos traiga el siguiente número cargado de pesadillas, gore y oscuro folclore italiano. Una amarilla ventana al infierno en viñetas a la que conviene asomarse cada trimestre, para degustar las texturas del miedo.
