
Sin el recuerdo, no queda nada. Ni de los hechos ocurridos, ni de los seres que los llevaron a cabo. La única inmortalidad posible es trascender en la memoria… Sin eso, solo queda el olvido absoluto. La nada. La negación absoluta de la existencia pretérita. El no ser, ni haber sido…
Estas primeras líneas se pueden aplicar a cualquier hecho ocurrido en la historia de la humanidad y a los seres humanos que nos precedieron. También a los personajes de ficción que han poblado las mitologías que ha asumido el ser humano en su evolución; o en los relatos de ficción que han acompañado a la humanidad a lo largo de su existencia como especie. En nuestro querido noveno arte también hay varios casos que lo atestiguan. Personajes que tuvieron una vida fugaz: algunos que brillaron como un destello que se apagó tras una breve existencia en pocas páginas; otros tuvieron una cierta repercusión coyuntural que se fue desvaneciendo al pasar el tiempo.

En esta última categoría nos encontramos a Hop Harrigan, también conocido como “The Guardian Angel” o “Black Lamp”, un personaje nacido en las páginas del #1 de “All American Comics”, con fecha de portada abril de 1939, editado por All-American Publications Inc, una de las dos compañías de las que nacería la actual DC comics, tras fusionarse en 1946 con National Comics Publications. Creado por Jon Blummer, Hop Harrigan era un aviador cuyas aventuras estaban ambientadas en lugares exóticos, siendo un personaje recurrente que apareció en varias de las cabeceras de su editorial, como All-Flash, All-Star Comics, Green Lantern, Mutt & Jeff, Wonder Woman, Comic Cavalcade, Sensation Comics y Flash Comics. Su popularidad comenzó a crecer y, llegada la Segunda Guerra Mundial, pasó a protagonizar relatos ambientados en el conflicto y traspasó las viñetas, protagonizando un serial de radio de 1942 a 1946, con la voz de Chester Stratton; y un serial cinematográfico ese mismo 1946. de 15 capítulos en formato cortometraje que se exhibían en los cines protagonizada por William Bakewell.
Ese fue Hop Harrigan. Todo un hito de su tiempo, del que nadie se acuerda en la actualidad. ¿Nadie? No. Christopher Cantwell y Javier Rodríguez lo rescataron el año pasado en “Superman: La orden de la Lámpara Negra” (“Superman: The order of Black Lamp”), un pequeño relato que apareció serializado, junto a otros, en el segundo volumen de “Batman: The Brave and The Bold” en sus entregas #1 al #3, con fechas de portada de los meses de julio, agosto y septiembre de 2023. Algo desconcertante esta ubicación, porque esta historia, ni por personajes ni por temática, tenían mucho que ver con el resto de seriales que había en la cabecera. Por suerte para el aficionado español, ECC ha hecho gala de olfato editorial y la ha publicado en separado en un volumen, haciendo, a nuestro parecer, mayor justicia al trabajo aquí realizado.

A pesar de recuperar un personaje olvidado de la historia editorial de la “Distinguida Competencia”, Christopher Cantwell (“Iron Man”, «Podía Volar«, «Star Wars: Obi-Wan» o, entre otros, «The United States of Captain America«) no abusa ni de nostalgia ni de lo vintage en el guion que aquí nos plantea. Los elementos clásicos están ahí, pero son más sutiles en todo momento. Incluso en el punto de partida del relato, pues Clark Kent recibe un paquetito que le lleva a su infancia, cuando había sido fan de Hop Harrigan y una nota que indica “sálvame”.
Así el mayor héroe de la tierra se embarca en una curiosa misión de rescate, que le hace rememorar la época que de niño veía las aventuras de su “héroe”. Al abrir la caja, su memoria se activa (como nos ocurre a cualquiera) a ver un objeto de la infancia y retrotraernos a esa época. Ese es el primer paso de la aventura que , con sabor atemporal e imperecedero, espera aquí.

Digo atemporal, porque estamos ante un tebeo que, si bien bebe de lo clásico, denota en su trascurrir de una frescura moderna que aumenta la potencia de lo narrado. Tanto por el hábil guion de Catwell, que ha combinado la estructura clásica de aventura y viaje a lugar exótico con recursos narrativos más actuales, dando en su conjunto una precisa trama; como por el pletórico trabajo de Javier Rodríguez (“Historia del Universo Marvel”, “Spiderman”, “Spiderwoman” o, entre otros, “Daredevil”), que asume el arte total del tebeo para deleite del aficionado.
Con el trazo sutil que nos tiene acostumbrado el artista asturiano, vuelve a desplegar sus encantos en estas páginas. Unas páginas en las que encontraremos auténticas virguerías en cuanto a composición de página. De esas que, al acabar el tebeo, vuelves a ellas para disfrutarlas con calma y reparar en detalles narrativos. Sin ir más lejos, hay una doble página en la que Rodríguez guía el ojo del lector a través de los movimientos de un Superman que está explorando el misterio que tiene entre manos. Toda una lección de narrativa espera ahí que, para evitar spoilers, no diremos más.

Además de ello, el ritmo que imprime el tebeo hace que te sumerjas, por el atractivo y sugerente dibujo y certeramente secuenciado y compuesto de sus páginas. Por un color que es directamente una golosina. Con todo ello, el tebeo destila esa amalgama entre clasicismo y modernidad que lo hace merecedor de editarse así, en un formato cartoné que hace justicia a las 48 páginas que conforman “Superman y la orden de la Lampara Negra”.
Puede que a muchos les parezca este tebeo una historia menor al haberse publicado originalmente fragmentado en una cabecera de seriales, pero lo que esconde este relato es mucho amor por el noveno arte, tanto en lo literario como en lo artístico; con una mirada actual que no renuncia al legado. Posiblemente de este tebeo se hable en un futuro por la delicada joya pop que es. Atemporal, fresca. Puede que sencilla en forma, pero con sutiles capas de lectura, como la mejor ciencia ficción. Tras leerlo, solo esperamos que Cantwell y Rodríguez vuelvan a cruzar sus caminos con el hombre de acero. Y si hay posibilidad de que hagan algo con Hop Harrigan, también será bienvenida. Al fin y al cabo, la mejor manera de combatir al olvido es con creatividad.
