La Mujer y el Vampiro:  dibujo y verso

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Cuenta Luis Alberto de Cuenca que, al ver un cuaderno de dibujos del pintor y Académico de Bellas Artes Manuel Alcorlo, surgió la chispa. Todos plasmaban desnudos femeninos, quizá de la misma modelo, junto a animales de compañía. Surgidos del delicado trazo de Alcordo, donde menos es más, sugiriendo y mostrando desde la elegancia de quien sabe perfilar belleza sin excesos plásticos, pero con certera mirada.

A todos aquellos dibujos el poeta les escribió pequeños versos. Así se conformaban, a modo de pies de imagen, ampliando el sentido de la ilustración, pudiendo funcionar por separado o en conjunto. Así nació “La Mujer y el Vampiro”, una pequeña joya donde poesía y dibujo se encuentran para maridarse en un objeto único. Dicho esto, en el sentido de que, paradójicamente, estos versos “pintan” un significado a cada una de estas ilustraciones, perfilándolas y conformándolas, en torno a un hilo narrativo sugerentemente único. Como si asistiéramos a una suerte de narrativa secuencial nacida del trazo de Manuel Alcorlo y bañada de los apuntes poéticos de Luis Alberto de Cuenca.

La mujer y el vampiro texto 01

Así nace este texto, indisoluble a las pinturas de Alcorlo, como un amor inmortal, el que muestra. Un eterno “no muerto, donde la fuerza reside en la potencia de lo evocado. De un lado, el poeta (y vampiro). En el otro, el eterno femenino, deseado y anhelado… hecho carne en la comunión de los amantes, alcanzando lo eterno en encuentros privados. Celebrando la vida en toda su dimensión. No es más, ni menos, que esa poesía de la vivencia (literaria o no) que Luis Alberto de Cuenca cultiva con sutileza, bebiendo de lo cercano y mundano; y de lo asimilado en literatura, cine, cómics y demás artes de las que procura proveerse. Como buen refinado vampiro, las vive y asimila, para luego verterlas en la voz poética propia que posee. Esa que remite a lo esencial sin artificios. Donde, de haber referencia, es tan sutil como orgánica. Manejar todo este amplio espectro que supone la alta y baja cultura y maridarlo con lo cotidiano supone una agudeza lírica notable, sin duda. Y en el juego de espejos que supone confrontar los dibujos de Alcorlo con estos versos se demuestra el sutil magisterio del poeta.

Eso sugiere este festín poético hecho verbo y trazo. Un poemario, que por concepto es indisoluble de los dibujos que acompaña, nunca se ha incluido en “Los mundos y los días”, el volumen que compila lo más destacado de su obra poética. Un “poema de poemas”, pues como bien apunta José Gutiérrez en el texto que precede a la obra, cada poema funciona por separado y en conjunto. Si bien para el arriba firmante le parece más poderoso el resultado global, por las posibilidades que brinda tanto narrativas a nivel literario como las que sugiere al combinarse con cada uno de los dibujos.

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Así se erige esta suerte de Eros y Thánatos encarnado en “La Mujer y el Vampiro”, que ha recuperado Reino de Cordelia en una cuidada edición en formato apaisado de 88 páginas en cartoné con sobrecubierta. Más que un libro ilustrado, estamos ante un “cuaderno versado”. Una obra sensual y sensitiva. Plásticamente bella, líricamente íntima. Cuyos versos apelan a lo cómplice, a llevarnos a esos lugares ocultos y privados, donde los festines y combates no tienen más heridas que “la petite mort”. Que se evocan desde el recuerdo para adquirir ese grado inmortal, no muerto… esa eternidad que dota la buena poesía. Consiguiendo, al recorrer sus versos, que lo sugerido y contado sea siempre presente. Esa es la fuerza, íntima y poderosa que hay en esta obra. Propia del deseo y recuerdo hecho verbo. Inherente al trazo hecho carne. Sutil y letal, como las cosas que llegan hasta dentro.

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