Secret Wars: Cuarenta años jugando con los mayores iconos

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Desde que Stan Lee dejó vacante la posición de Director Ejecutivo en Marvel Comics, nadie se mantuvo en el puesto un largo tiempo durante la década de los ’70. Gerry Conway, Roy Thomas, Archie Goodwind y Marv Wolfman ocuparon la posición de Publisher, sin ninguno echar raíces en el cargo. Dirigir el timón de la casa de las ideas entrañaba demasiada presión y desgaste personal. Hasta que llegó Jim Shooter en 1978.


Por aquel entonces, Jim Shooter ya era historia del medio. Con 13 años vendió su primer guion, que apareció en Adventure Comics #346, con fecha de portada julio de 1966. Ese tebeo, protagonizado por La Legión de Superhéroes, sirvió para que debutaran personajes que con historia a día de hoy del grupo de héroes del futuro por antonomasia del Universo DC: Karate Kid y Ferro Lad. Mort Weisinger, editor de DC comics, no tardó en contratarlo como guionista regular, pensando que aquel nuevo talento era un chaval universitario, no un adolescente que estaba en el instituto.

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Sin embargo, aquel juvenil Shooter consideraba su faceta como guionista un trabajó menor para ayudar a la economía familiar. Su intención era ir a la universidad y buscar un “trabajo de verdad”. Años después, el «trabajo de verdad” siguió siendo uno relacionado con el noveno arte: el que consiguió en 1978: dirigir el rumbo de «la casa de las ideas» e inaugurar una nueva edad gloriosa en Marvel. Cuando asumió el mando en su haber constaban varios guiones para DC y labores de asistente del editor Archie Goodwind. Parecía poco bagaje, pero enseguida demostró que ese puesto era un traje que le encajaba.

Su etapa no estuvo exenta de polémicas con autores, pero si que fue una edad en Marvel en la que sus hitos hoy aun perduran. Tanto en lo comercial (el fue el que dinamizó la venta directa con ediciones y colecciones de venta directa en las comic-shops) como en lo artístico. Entre sus ideas se encuentra la de instaurar las series limitadas en Marvel, tanto para contar aventuras trascendentales de un héroe o grupo de héroes, como para testear el mercado con personajes considerados secundarios hasta la fecha. Bajo su dirección se lanzaron las primeras series limitadas de Marvel: “Contest of the Champions”, el “Lobezno” de Chris Claremont y Frank Miller, “Hercules”, “Capa y Puñal”, “Ojo de Halcón”, “Los Vengadores de la Costa Oeste”, “El Halcon”, “La Visión y la Bruja Escarlata”, “Punisher: Círculo de Sangre” o aquel mítico cruce de La Patrulla-X con Micronautas.

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Suya fue la etapa en la que Marvel se expandió con sus “Marvel Graphic Novels” para lanzar álbumes de mayor calidad argumental y artística; o cuando la línea Epic exploró posibilidades más creativas. De su época se recuerdan etapas ya clásicas como la Patrulla-X de Claremont, el Daredevil de Frank Miller, el Thor de Walter Simonson o los Cuatro Fantásticos de John Byrne. Otra de las luces de su paso por Marvel es la saga que hoy nos ocupa: Secret Wars.

No fue el primer crossover de la compañía pero si el más relevante y el que más huella ha dejado en la casa de las ideas: baste rastrear en estos cuarenta años para ver las numerosas reediciones que ha contado esta saga. No solo eso, sino que los conceptos aquí vertidos se reciclaron a lo largo de las décadas en nuevos eventos (Sin ir más lejos, ahí estan las “Secret Wars” de Jonathan Hickman, o el reciente “Battleworld” que está editando Marvel). Secret Wars marcó un antes y un después. Y todo empezó con los juguetes.

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Kenner había llegado un acuerdo con DC comics para lanzar una línea de figuras con personajes de la Distinguida Competencia. La editorial apoyaría la maniobra comercial con la cabecera titulada como la línea de juguetes que lanzaban : “Super-Powers”, de Jack Kirby, Paul Kupperberg, Greg Theakston, Joe Orlando y Greg Theakston. Esto motivó la reacción de otro gigante de los jugetes: Mattel, que llamó a las puertas de Marvel comics para replicar la jugada.

Ya era por aquel entonces una constante que en la casa de las ideas se recibieran peticiones de lectores demandando relatos en los que los mayores iconos de la compañía participasen en una aventura de dimensiones colosales. Mattel se sumaba en esa dirección con la jugosa oferta de licenciar muñecos de los personajes más famosos. La oportunidad era muy jugosa e interesante y Shooter la aprovechó para hacer algo mucho más grande que una serie que apoyara el lanzamiento de Mattel.

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Así nacieron las “Marvel Superheroes Secret Wars” (que en origen se iba a llamar “Cosmic Champions”). Una apuesta ganadora que se hizo desde la urgencia y, por que no decirlo, la audacia. Jim Shooter diseñó un argumento para doce entregas mensuales que apoyarían la presencia comercial de los juguetes en las tiendas, pero no se quedó en eso: Aquel evento iba a suponer puntos de inflexión para los mayores iconos de la editorial. Algunos estéticos o anecdóticos, otros totalmente trascendentales. Cuando se lanzó la serie los aficionados veían los cambios en las cabeceras respectivas de los héroes que protagonizaron las Secret Wars y surgieron las preguntas. Las respuestas esperaban en el crossover, una jugada comercial maestra que dotó de mayor expectación a la saga.

De un mes a otro muchos héroes habían llegado a Central Park a investigar un aparato que había aparecido allí. Al entrar desaparecían. En la siguiente entrega de cada cabecera reaparecían con algunos cambios notables: Spiderman estrenaba un traje negro (que más tarde se convertiría en Venom); Los Cuatro Fantásticos estrenaban nuevo miembro, Hulka, y de La Cosa nadie sabía donde había quedado, en la Patrulla-X se gestaba la primera decepción sentimental de Kitty Pryde por la infidelidad de Coloso… ¿Qué había pasado realmente? La respuesta estaba en “Secret Wars”, el autentico punto de inflexión de la casa de las ideas en la década de los ’80.

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En lo gráfico la serie se realizó con urgencia, asumiendo la mayoría de los lápices Mike Zeck con entintando de John Beatty (que en la entrega #11 compartió tareas con Mike Esposito y Jack Abel). Si bien, el férreo deadline de la macrosaga impidió que Zeck llevara a cabo todas las entregas, a las que Bob Layton contribyó dibujando los números #4 y #5. El color estuvo a cargo de Christie Scheele, con excepción del #11, que se ocupó Nelson Yonton. Aun con eso, en su conjunto se mantiene una coherencia gráfica que resiste al paso del tiempo.


Así se presentaba en las comic-shops esta serie un 25 de enero de 1984. Bajo un contundente “Deus ex Machina” inicial, veíamos a héroes y villanos trasladados a los confines de la galaxia para combatir entre ellos a instancias del “Todopoderoso” («Beyonder»), un ser omnipotente que en esta serie no pudimos ver su forma física. Esó quedó reservado para la secuela de la saga. El Todopoderoso había prometido que quien matara a su contrincante se le concederían todos sus deseos. Una premisa, sin duda, muy básica, pero que funcionó de forma efectiva. Pues no dejaba de ser el intento de replicar ese enfrentamiento que llevarían a cabo los chavales con las figuras en sus hogares. Y de ese sencillo punto de partida surgió la magia de las viñetas, con momentos que hoy son clásicos y con portadas que han devenido en icónicas imágenes de Marvel. Todo ello cumplirá 40 años este 2024. Y “Secret Wars”, aunque en ocasiones se le vean las costuras, aun mantiene el encanto y la magia que desplegó. Por todo ello, siempre albergará un lugar privilegiado en muchas estanterías alrededor de este mundo.

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