Mikel Erentxun en El Veintiuno: Regalo de cumpleaños

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En los últimos 13 años la sala oscense «El Veintiuno» se ha consolidado como una referencia de la música en vivo de este país. Desde sus comienzos han acostumbrado al público a conciertos de gran nivel en una entrañable sala de aforo reducido, apenas 150 personas, donde lo que ocurre en el escenario suele ser memorable. Ejemplos de ello ha habido varios a lo largo de lo programado hasta la fecha, un largo etcétera de artistas de primer nivel artístico han pasado por su escenario y para este trece aniversario, la sala ha programado un cartel tan atractivo como variado, con un denominador común: actuaciones de interés, de las que quedarán en el recuerdo de los asistentes. Como el concierto de ayer de Mikel Erentxun, que ayer cautivó al respetable acompañado de Marina Iñesta en una velada de muchos quilates.

La verdadera prueba de fuego de un músico (y su repertorio) es la de presentar de la forma más básica las canciones, despojadas de la protección que ofrece una banda en directo. Solamente arropados con la voz y guitarras (dos) o un piano, esos temas revelan su verdadera capacidad de conexión con público. Las veinte canciones interpretadas ayer noche superaron con creces la prueba, comenzando con un “Flores y café” que abrió la noche y metió a los presentes de lleno en el show.

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Con una voz que ha ganado enteros desde que la estrenó en el clásico “Por tierras escocesas”(el primer trabajo de Duncan Dhu, del 85), Erentxun ejerció de trovador, acústica al hombro, para pasear al respetable por toda su trayectoria musical, con una buena muestra de su espléndido nuevo trabajo “Septiembre”, del que sonaron además, de la citada “Flores y café”, “Tu y yo” y una emotiva “oh, Siena” al piano. Quizá una muestra algo escasa para lo que es un trabajo tan superlativo como es “Septiembre”, el último disco del donostiarra, pero sin duda significativa.

Cierto es que con casi tres decenas de trabajos discográficos es difícil compactar y resumir toda una trayectoria en un set. Además, Mikel tiene una artillería pesada que es historia viva de la música de este país: su pasado con Duncan Dhu y que es ineludible en una cita en directo. Así sonaron “Entre salitre y sudor” (con un juego de guitarras soberbio), “Una calle de París”, “Esos ojos negros”, “Cien gaviotas” y “En algún lugar”, con la que cerró el show. También del repertorio “Duncan” rescató una fresca “A tientas”, que suena muy bien arropada solamente por el duo de guitarras de Erentxun (acústica llevando el peso del ritmo) y Iñesta (aportando la melodías y arreglos).

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Pero no solo de emotiva nostalgia “Duncaniana” y refrescantes interpretaciones de “Septiembre” se nutrió la velada. Mikel aderezó la noche con una acertada selección de su trayectoria en solitario. Así se corearon por el público “California”, “Mañana”, “A un minuto de ti” o “¿Quién se acuerda de ti?” y hubo espacio para lo más granado de su producción de estas últimas décadas, destacando las potentes “Cicatrices” que sanan en el momento que suena el primer acorde, “Ángel en llamas”, “Vasos de Roma y Ginebra”, o “Cartas de amor (cuando no hay amor)”. Marina Iñesta, además de arropar a Mikel con su acústica y eléctrica en cada uno de los temas, regaló a los presentes un tema de su banda “Repion”: “Barrio Somavilla”, que ejecutó en solitario dando una dimensión más íntima si cabe a este tema.

Así fue la noche oscense, que en las paredes de El Veintuno transpiró complicidad y calor: el que mostraban Mikel y Marina en el escenario, en perfecta sincronía; y del que contagiaron al público con un equilibrado, solvente y rotundo set list. Íntimo y único, por formato elegido, fue un regalo de cumpleaños para los presentes. Canta Mikel en “Tren a Marte” (ausente en el cancionero de la noche) que “nos falta Bowie, nos falta Lou Reed”. Por suerte, nos quedan conciertos como el suyo anoche en El Veintiuno. De los que no se olvidan.

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