Plomo y Gualda. Entierro Mexicano De Azaña En Francia: El final de los días

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El final de la Guerra Civil Española no trajo la paz, sino la victoria del bando sublevado, con la consiguiente represión de los vencedores sobre los vencidos. Tanto a nivel interior como en el extranjero con muchos exiliados, la detención de figuras afectas a la Segunda República no se hizo esperar. Uno de los objetivos era Manuel Azaña Díaz (Alcalá de Henares, 10 de enero de 1880 – Montauban, 3 de noviembre de 1940), Presidente de la Segunda República.

Al igual que el medio millón de españoles que cruzaron los Pirineos durante los dos primeros meses de 1939, miembros destacados del Gobierno de la Segunda República se exiliaron en Francia. Faltaba un año para que la Alemania Nazi vertebrara al país galo en dos, ocupando directamente una parte y dejando un gobierno títere en la otra. Un año antes, los exiliados españoles no lo tenían fácil: muchos eran repatriados, otros directamente hacinados en campos de refugiados. En ese contexto llegó Azaña y familia a Francia. Eso es lo que nos espera en “Plomo y Gualda. Entierro mexicano de Azaña en Francia”, el último cómic de Juanarete y Manuel Granell, editado por GP Ediciones.

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De todas las naciones, quien prestó una mayor ayuda a los refugiados españoles en Francia fue México, embarcando a muchos exiliados hacia su país. Embarques que quedaron interrumpidos por la ocupación nazi. El momento de la rendición francesa fue determinante para que la Falange Exterior comenzase a buscar en Francia a figuras destacadas de la República, además de colaborar con la Gestapo. Mientras tanto, un Azaña mayor y enfermo pasaba el final de sus días: exiliado y buscado por aquellos que habían dado un golpe de estado en el país donde fue presidente.

Ese es el panorama que tenía delante Luis Ignacio Rodríguez Taboada (Silao, Guanajuato, México, 21 de octubre de 1905 – México, D. F., 28 de agosto de 1973), conocido como Luis I. Rodríguez, embajador mexicano en Francia, cuando recibió el encargo de su presidente Lázaro Cárdenas (Jiquilpan, Michoacán; 21 de mayo de 1895-Ciudad de México, 19 de octubre de 1970) de reanudar los embarques de exiliados republicanos a su país. Una misión nada fácil, teniendo en frente al gobierno títere de Petain, el tercer Reich alemán y los servicios secretos del nuevo régimen totalitario español.

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Luis I. Rodríguez fue el responsable de embarcar a muchos españoles hacia México, salvándolos de un futuro cuanto menos incierto en aquella Europa a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, con Francia ocupada y la España franquista “dando caza” a republicanos destacados. Rodríguez (y extensión México) fue quien protegió a un Azaña enfermo en el final de sus días de la sed de revancha de los franquistas. Y si bien no pudo embarcar al Presidente de la Segunda República, si pudo velar porque sus últimos días lo fueran en libertad, protegiéndolo de quien quería detenerlo y deportarlo.

Esta es la historia del final de la vida de Azaña, poco conocida en nuestro país. También el relato del Estado que más ayudó a todos aquellos españoles que tuvieron que huir por los Pirineos de la España franquista. Todo esto lo retrata de forma certera Juanarete en un ágil y didáctico guion que muestra uno de los capítulos del siglo XX español más olvidado en la actualidad. De forma resolutiva, el guion de Juanarete (“La Pitillera Húngara”, “La Bondad y la Ira” o “Pepe Buenaventura Durruti) sintetiza y pone de relieve los hechos más significativos de esos últimos días de Azaña, hilvanando un relato sólido, que arroja mucha información y sirve como primera toma de contacto para quien desee profundizar más en el tema.

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En lo gráfico, Manuel Granell retrata con acierto esos días de huida y exilio. En todas y cada una de sus viñetas nos acerca con fidelidad a esos días. Tanto por la ambientación como por ritmo, el lápiz de Granell pone acento al relato de Juanarete, reforzándolo en todo momento.

Esto es lo que nos espera en “Plomo y Gualda. Entierro mexicano de Azaña en Francia”, editado por GP Ediciones en un álbum de 96 páginas en formato europeo, contando con un prólogo firmado por Loreto Urraca Luque, nieta de Pedro Urraca, agente agregado en la embajada de la España Franquista que, en colaboración con la Gestapo, secuestró a refugiados españoles para devolverlos  a España. Entre ellos a Lluis Companys o a Julián Zugazagoita.

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Una historia que merece ser contada y leída. Una puerta a nuestro pasado, quizá de los capítulos más intencionadamente olvidados y que muchos españoles de pie de calle desconocen a día de hoy. Por ello, tebeos como “Plomo y Gualda” son una excelente iniciativa para dar a conocer hechos pretéritos, que sirvan para iluminar capítulos de nuestra historia que quedaron, bien en el olvido, bien bajo el silencio impuesto. Porque conocer el pasado, con independencia de corrientes ideológicas, siempre enriquece. El relato humano que nos espera en este tebeo cumple esa función.

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