
Abril supuso cumplir el primer año de existencia de la edición española de Giallo. Un mes en el que se estrenó con motivo de la festividad de Semana Santa el “Giallo Púrpura”, del que ya dimos buena cuenta en esta web. Mayo fue la fecha elegida para que el cuarto número de la revista trimestral llegará a los lectores. Un número que ya anunciaba el cumpleaños desde el editorial firmado por José Luis Vidal y para el que se habían preparado cinco relatos, a modo de cinco velas negras para celebrar esta pasión por el terror y horror hecha viñeta. Unos relatos que hemos degustado y que recogen nuevamente la esencia de ese terror “amarillo” (significado de «giallo» en italiano) para hermanarlo con una amalgama “weird” y «slasher», dando como resultado unas propuestas de buena factura. Pasemos a continuación a diseccionarlas con la meticulosidad del fino cirujano de White Chapel, pues la ocasión lo merece.
Dentro de las 84 páginas que nos esperan en este “Giallo #4” hay terror para todos los gustos y preferencias. Todos con un nexo común: lo inquietante y lo espantoso. De ello da buen ejemplo “El Coccia”, de Antonio Cella. El relato que abre esta entrega, realizado de forma magistral a carboncillo por Cella, nos transporta al medievo para conocer a un condenado por brujería, recluido en una jaula colgante para acabar ahí sus días. Pero las cosas no saldrán como esperan las autoridades de ese pueblo… Ni para el lector, que disfrutará y descubrirá el expresivo trazo de Cella, que potencia magistralmente las sensaciones sórdidas que deja su relato. Una buena apertura, sin duda.

Tras el medievo, José Luis Vidal (“Salitre” y “Buddies”) y Kry García nos llevan a la época actual con “Para Mónica”: toda una dantesca declaración de amor en la que el gore hace sutiles pero contundentes actos de presencia. Como una buena sinfonía macabra, aumenta en intensidad a cada viñeta hasta llegar al climático desenlace. Breve pero intenso, como la muerte y la sangre vertida en sus páginas.
Massimo Rosi y Andrea del Campo revisitan el concepto de ogro en “Pedofagus”, una historia tan aterradora como desalentadora para su protagonista. El arte detallista de del Campo potencia, en este caso, el frio y gélido horror que esperan a las víctimas de este solido relato. “Pedofagus” deja huella por el sinsabor final que produce y por lo efectiva que es la narrativa gráfica de Andrea del Campo, que firma también la portada de este número.

Los guiños al cine clásico de la Universal de mediados de siglo XX hacen acto de presencia en “Agua y Barro”, a cargo de Massimiliano Grotti y Samuele Giannicola. En esta historia veremos cual es el alto precio que va a pagar un escritor por encontrar la inspiración. Todo realizado con artesana eficacia, dentro de los cánones del género.
Se cierra el quinteto de cumpleaños con “La tradición” Federico Mele y Davide M. Di Tolla: una vuelta de tuerca al clásico de Pinocho pasado por el tamiz del gore. No se qué opinaría Carlo Collodi sobre este siniestro y bizarro relato que se sirve de inspiración en su clásico personaje. Lo que si podemos decir es que este acercamiento es fresco y acertado. Por las formas empleadas, llevando ritmo y tono preciso en todo momento para ser efectivo. Tanto en guion como en lo gráfico, este evidente reverso tenebroso de uno de los clásicos infantiles europeos cierra por todo lo alto los relatos que comprende Giallo #4.

La revista se complementa con dos textos. “En la mente del asesino”, donde Daniel Custer recomienda una serie de tebeos sobre crímenes; y “El más Allá”, de Mario Moschera, centrado en la cinta de culto de Lucio Fulci. Buenos complementos para este número que conmemora el primer año de vida en castellano de Giallo. A lo que, desde estas líneas, solo podemos añadir que cumplan muchos más.
