¡Viva la Anarquía! 2: La utopía entre los extremos

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La primera parte del siglo XX europeo podría denominarse como “tiempos interesantes”, esas épocas convulsas en las que ocurren muchos acontecimientos y resultan clave para el posterior devenir de sociedades y pueblos. Especialmente en el viejo continente, el primer tercio del pasado siglo fue el momento en el que varios ideales de distinto signo político maduraron hacia lo que hoy, por concepto, se designan cuando se nombra. Consecuencia de la composición social que acarreó la revolución industrial y de las distintas relaciones de poder establecidas en un sistema en el que el factor humano en el trabajo era capital. Aún no era una obviedad necesaria el dialogo social para establecer salarios y la fuerza bruta se utilizaba con más fiereza tanto para reprimir reivindicaciones como para defender una mejor retribución. El eterno conflicto de intereses de las relaciones sociales no estaba regulado tal y como lo está hoy en día. A ello súmese que el acceso a la cultura no era factible para toda la sociedad y que, en muchas partes del continente europeo, las relaciones sociales venían dadas por un status quo basado en el feudalismo.

De ese caldo de cultivo germinaron las corrientes ideológicas socialistas, comunistas, anarquistas y fascistas. Todas ellas, junto al pensamiento conservador y el liberal, componen el marco ideológico de un siglo XX tan poliédrico como fascinante en términos de pensamiento filosófico, político y económico. Corrientes que condicionaron el devenir de esta Europa que hoy conocemos. Algunas llevaron al totalitarismo a países que buscaban falsas esperanzas ante la desesperación material que presenciaban día a día. Otras iniciaron las mayores tragedias que ha vivido la humanidad en tiempos modernos, como es lo que supuso la Segunda Guerra Mundial. Todo ello conviene no perderlo de vista en la actualidad, en estos tiempos oscuros donde lo urgente se impone el mundo virtual, donde la información se vomita y no se asimila y se busca el ruido en lugar del análisis. Por eso, y porque siempre es mejor tener biblioteca que ideología que condicione la mirada, se nos antojan necesarios cómics como el que tratamos hoy: “¡Viva la Anarquía! 2”, de Bruno Loth y Corentin Loth: el volumen con el que se cierra el encuentro mantenido en 1927 entre Pepe Buenaventura Durruti y Néstor Majnó, dos figuras clave para entender el anarquismo europeo de principios de siglo.

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Al igual que en el primer volumen, Bruno Loth («Dolores«) toma ese acertado tono alejado de dogmas y propaganda para acercarse al movimiento obrero anarquista, a través de dos de sus exponentes europeos y se sirve de esta hipotética conversación para explicar sus biografías a través de lo vivido hasta la fecha del encuentro. Hechas las presentaciones en la primera entrega, en este segundo volumen la atención se centra en el exilio americano de Durruti y Francisco Ascaso y las peripecias vividas por las comunas ucranianas de Manjó durante la Primera Guerra Mundial y la represión comunista que vivieron. Hecho este último que acapara la mayor parte de páginas del volumen y donde Loth recrea de forma bastante didáctica las dificultades que tuvo aquel proyecto de colectivización entre la invasión alemana y el totalitarismo comunista. La independencia de aquel proyecto anarquista nacido en las estepas ucranianas le granjeó a Manjó enemigos a ambos lados del espectro político. Y en este caso no había distinción de matiz entre Leninistas, troskistas o estalinistas: todos querían acabar con esas colectividades. Tampoco entre el Ejercito Blanco que quería reponer el feudalismo de la institución zarista, el nacionalismo ucraniano o el invasor alemán. Se había convertido en una molestia para todos. Pues todos, cada uno con su “excusa” ideológica en el brazo, buscaban poder y control.

Cabe destacar la presencia en viñetas de Galina Kuzmenko, maestra y anarquista ucraniana y compañera de Néstor Majnó, que Loth da voz para explicar, en primera persona femenina lo que implicaba la toma de posición femenina en términos libertarios, teniendo que luchar no solo contra una servidumbre de corte económico, sino contra de rasgo de género.

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Todo esto, junto a las vivencias de “Los Errantes” Durruti y Ascaso por Latinoamérica, nos lo muestra Bruno Loth de forma bastante didáctica, sin sesgo ideológico evidente y con voluntad de capturar la esencia de aquellos momentos y lugares, que quizá son lejanos ya en el tiempo, pero necesarios en su recuerdo. Todo a través de un juego de color sobrio empleado por Corentin Loth, en el que prima el sepia en el momento en el que los protagonistas recuerdan lo vivido.

Así, en tono sepia y con tempo relajado, se nos presenta esta historia. Un relato hecho para descubrir un tiempo y lugar que pocas veces se divulga en esta sociedad de la urgencia. Un tebeo que sirve, a la vez que cumple con su factor lúdico, para acercarse a una época determinada y poder adentrarse, sin sesgo ideológico, en los hechos.

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Al igual que el primer volumen, Ponent Mon ha editado “¡Viva la Anarquía! 2” en un cuidado formato europeo cartoné que cuenta con la traducción de Fabián Rodríguez Piastri: 120 páginas de cómic histórico que llevan al lector a un determinado tiempo y lugar. Que pone las claves para entender, lejos de prejuicios viscerales que esconde la ceguera de lo ideológico, una parte de los movimientos políticos de comienzos del siglo XX, arrojando luz sobre aquella utopía anarquista que creció entre el movimiento obrero mientras los extremos totalitaristas germinaron en Europa. Un ejemplo más, el de esta obra de Bruno Loth y Corentin Loth, de que el noveno arte es un medio artístico de expresión con muchas más posibilidades de las meramente recreativas.

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