“Tan solo estamos seguros de dos cosas: de vosotras y de vuestro final”
Alan Moore
Así dedicaba el genio de Northampton el comienzo de la obra que tratamos hoy. Polly Nicholls, Annie Chapman, Liz Stride, Kate Eddowes y Marie Jeannette Kelly han pasado a la historia como las victimas de Jack el Destripador. Un personaje que ha entrado en la categoría de mito popular moderno desde que le atribuyeron los macabros desmembramientos cometidos en el Londres victorniano de 1888. Desde entonces, estos hechos no han dejado de ser investigados, siendo éste uno de los casos no cerrados que más páginas han generado a lo largo de la edad contemporánea. Diferentes teorías han ido alimentando el mito a lo largo de más de cien años. Teorías a las cuales Alan Moore se acercó para sintetizarlas junto a Eddie Campbell en “From Hell”, un cómic que no solo es catalogado como la obra cumbre de sus autores, sino que es considerado por muchos una de las mayores cotas alcanzadas a lo largo de la historia del noveno arte.
Iremos por partes, no obstante, como el fino cirujano de White Chapel al que muchas teorías le atribuyen la autoría de estos crímenes acaecidos en 1888. Nuestra intención será realizar una autopsia, en un sentido analíticamente minucioso, a todo lo que apuntan las conclusiones que se pueden extraer del cómic en el que hoy centramos nuestra atención. No es para menos. Pues estamos ante uno de los trabajos que eleva el arte secuencial al plano máximo de la alta cultura. Todo ello partiendo de lo más bajo: el auténtico infierno vital que suponían las calles atestadas de los barrios miserables del Londres victoriano. Donde no solo el alma estaba en venta, sino el cuerpo también. Todo por un chelín. Desde ese infierno. Desde el infierno (“From Hell”), utilizada esa expresión como encabezamiento de la única carta que llegó a la prensa de la época que se atribuye al asesino.
Desde ese infierno. Pero también hasta lo más alto. Pues todo lo expuesto en estas páginas nos va dar la dimensión de lo que proponen Moore y Campbell en esta obra. Una ficción letal por lo plausible que resulta, ambiciosa por todos los niveles a los que apunta. Única en definitiva porque va más allá de la narración de unos simples asesinatos, porque es mucho más que la reconstrucción de unos crímenes.
“Todo debe considerarse en su contexto, ya se trate de palabras o de hechos.” Sir William Withey Gull, Notes & Aphorisms.
En las entrañas de este tebeo residen muchos más elementos. Algunos sutiles, otros evidentes. Todos ellos necesarios para que la ambiciosa propuesta de Moore y Campbell llegue a buen puerto de forma singular. En este relato, plagado de simbolismo y referencias, el mayor terror que alberga no solo serán los crímenes cometidos, sino lo que subyace tras los hechos. Porque como apuntó el Dr. Gull, todo ha de considerarse en su contexto. Y de ello dota Alan Moore la obra para engrandecerla llevándola a lo máximo: Así cada asesinato va a implicar un peldaño en el camino de elevación que supone esta obra. Tanto para quien lo comete como para el lector que asista a los hechos. En el mismo sentido en el que se lee en futuro en las vísceras de algún animal.
Cierto que los autores juegan fuerte en esta obra, pues estamos ante unas páginas que exigen mucho al lector, pero que premian esa exigente atención requerida con un relato único en el que política, sociedad, magia, antropología, ocultismo, literatura y filosofía germinan de forma sutilmente sólida. Es probable que los tres primeros capítulos, necesarios para contextualizar y preparar la dimensión y paramentos de esta propuesta, demanden un esfuerzo extra en más de uno que se acerque a estas páginas. No obstante todo ello se verá completamente gratificado a partir de allí, pues ese es el peaje para sumergirse en una de las obras de ficción más fascinantes y escalofriantes del siglo XX. Transcendiendo de forma rotunda el noveno arte para llevarla a la una catalogación más allá de género o medio de expresión. Tal es la singularidad que presenta esta propuesta.
Así nos dispondremos por un paseo «psico-geofráfico» que, partiendo de ese Londres victoriano llegaremos a lo universal. Todo ello viene perfectamente delimitado en la ruta por la capital inglesa que mantienen dos de los personajes principales. Quizá el primero (y no único) de los momentos gloriosos del cómic, plagado de simbolismo y que puede considerarse el centro de la obra, que se erige para proyectar todo lo que pretende el guion de More a múltiples niveles. Un capitulo, el cuarto, donde se advierten los méritos de ambos pues estamos ante 38 de páginas que discurren por un paseo por el Londres del siglo XIX (en el que Campbell utilizó 67 fotos) en una conversación en la que el Dr. Gull (y Moore) instruye a su analfabeto cochero sobre las pretensiones de lo que quiere llevar a cabo. Un dialogo magistral que sirve para que el lector advierta la tamaña propuesta literaria que asienta Moore en estas páginas, mientras que Campbell se asegura en todo momento de mantener la atención visual del trayecto y de la historia, que a partir de aquí ya no permite dejar de leerla hasta no llegar al final. Así conoceremos esa urbe, un personaje más de la obra, que parece el germen del siglo XX por momentos, que despierta tanta atracción como miedo cuanto más se conocen sus adentros. Sin duda este es uno de los rotundos ejemplos de la simbiosis perfecta de Moore y Campbell en esta obra.
A partir de allí múltiples elementos confluirán en un relato destinado a no dejar indiferente a quien acepte los parámetros de la propuesta de los autores: la miseria moral (y material) de quien no tiene nada más que la existencia misma, la corrupción de las élites por perseverar su estatus quo, el miedo a revoluciones populares que terminen con privilegios ancestrales, el simbolismo de todo lo que acarrea la tradición cristiana (o anglicana) frente a lo pagano y sus procesos de vampirización.
“La diferencia entre un intelectual y un imbécil reside en menos de un dedal de yodo… Hecho que, a continuación, intentaré demostrar”
La razón científica, despojada de toda empatía social, asociada a Helios, figura fálica, frente a la sensibilidad que representa Selene, la luna. Un matriarcado atacado en esos paseos nocturnos, con la perversión que supone que la feminidad en la miseria quede reducida a la prostitución para poder sobrevivir. Todo entrelazado mientras asistimos al ciclo que experimenta el psicópata que lleva a cabo los asesinatos de las mujeres, que en un momento de la obra se autodenominan “las zorras del apocalipsis” y que, con sus muertes, desencadenan la catarsis en el relato que conceptualmente apunta a las metas máximas. Moore asegura que en la década de los ´80 del XIX está el germen del siglo XX. Y que el mayor exponente es aquel ya lejano 1888. Afirmación rotunda que se puede rastrear en el papel de la prensa mostrado en el relato. O en la sofisticada crueldad de algunos dirigentes de las altas esferas, en los que paradójicamente también encontramos figuras femeninas. La francmasonería, el ideal burgués en la época de la industrialización…. Todo ello compone un paisaje que como puede intuirse va más allá de unos simples crímenes para llevarnos a un terror mayor… el que puede albergar en la sociedad misma.
En definitiva, tras la enésima lectura (y que no será la ultima pues siempre es recomendable volver a los clásicos) de la obra estamos seguros no solo de la existencia y muerte de las víctimas de White Chapel, sino de que “From Hell” es una de las obras maestras del siglo XX, y no circunscribimos esta apreciación solo al noveno arte, sino a cualquier expresión humana cultural del siglo. Tal es la grandeza de estas páginas. Una autopsia poliédrica que va más allá de lo terrorífico para sembrar de forma sutil cuestiones de fondo mucho más inquietantes. Tal es la grandeza que puebla las páginas creadas por Alan Moore y Eddie Campbell. En glorioso blanco y negro, por supuesto, tal y como fue concebida esta obra. Tengan unas uvas cerca mientras degusten estas páginas, sea en su primera visita o en las sucesivas que vendrán. Porque a tebeos así siempre se vuelve.