
A veces hay tebeos que no solo proporcionan un disfrute con su lectura ya que, al abrirlos pueden transportan a aquellos que vivieron situaciones parecidas a un tiempo pasado, todavía presente en muchos de los recuerdos. Es el caso de “Días de Inmortalidad”, de Eliseo García y Javier Urrea, editado por Drakul, que nos remite a los años de juventud de una pandilla de colegas de barrio obrero de Madrid durante la primera mitad de los ochenta.
Fueron esos años donde la transición daba paso a una joven monarquía. Una época en la que los medios de comunicación amplificaban el eco de las bandas de la movida madrileña mientras que en los barrios el rock duro y el punk sonaba en los parques de las ciudades, al calor de unas litronas. Una época en la que las diversas corrientes estéticas (heavies, rockers, punks, Technos, nuevos románticos, góticos) se colaban en las vestimentas de la juventud. Donde, a falta de internet, había leyendas urbanas, cintas de casete grabadas y colegueo.

Esos son los días que retrata este cómic. Los que a los heavies eran tomados por yonquis por muchas abuelas desinformadas. Son los que viven el grupo protagonista del tebeo, en plena juventud y encrucijada vital, en días de instituto donde la búsqueda personal de cada cual se viste con códigos estéticos del “rollo” que le va. Donde las atracciones y las pulsiones se descubren. Y los coqueteos con el lado oscuro forman parte del aprendizaje, así como las miserias vividas, porque en los días de arrogante juventud no todo es gloria. También está el reverso oscuro para devolver la mirada a esos protagonistas que están empezando a ser adultos.
De eso se tejen los “Días de Inmortalidad”, que obviamente tiene mucho de generacional por los códigos estéticos y contexto que maneja. Pero, por lo que cuenta, el tebeo va más allá, pues nos brinda un retrato costumbrista de una época, que permitirá a quien no lo vivió descubrir algunos de los códigos y lugares ya asociados a una época. Como, por ejemplo, aquellas “academias de macarras” que eran los salones recreativos. O los macroconciertos de Heavy Rock donde se constataba que, a pesar del ninguneo de los medios de comunicación serios, era una corriente musical con una gran aceptación. Cosa que, en mayor o menor medida, sigue sucediendo.

Del mismo modo que cuando se ve por vez primera vez la película de George Lucas “American Grafitti”, el final amplifica el sentido de la película, algo parecido ocurre con el tebeo de Eliseo García y Javier Urrea mientras se recorre. Se descubre, entre las pequeñas victorias de la joven pandilla, el subtexto de encrucijada en la que se encuentran. Uno que igual no son conscientes mientras pasan los días, cervezas y petardos. Mientras se discute por que disco de The Clash mola mas o mientras se consigue un autógrafo de una banda de tecno pop para lograr los favores de una chica.
Todo eso está aquí. Trazado en el fluido guion de Eliseo García, que plasma eficazmente Javier Urrea en unas páginas que huelen a barrio, a cerveza. Donde suena Leño, Barricada, The Clash, Barón Rojo o, entre otros, Obús, en días finales de instituto mientras la adolescencia de los protagonistas culmina. Donde en el parque se habla con el mismo ímpetu de bandas punk como de heavies. De la misma manera que se fantasea con las “tías buenas” del barrio entre burradas las burradas que se sueltan entre colegas. Con litronas si hay recursos. Con la complicidad que otorga la camaradería. Con collejas y putadas. También con “primeras veces” y autodescubrimientos. Todo a pie de calle, con el sabor de la verdad de barrio. La que no se idealiza, pero si se reconoce en la fidelidad de su representación.

Como muestra, la cantidad de detalles en atrezo de muchas de sus viñetas, donde se descubre la cartelería de la época, así como objetos, que nos sitúan en cada momento histórico donde se desarrolla el relato. Que dan más sensación de veracidad al conjunto. Del mismo modo que queda reflejado lo que supusieron conciertos como los que ofrecieron Saxon o The Rolling Stones. Auténticos hitos que marcaron un antes y un después. Cada uno a su nivel, pero llegando con igual intensidad a quien era su público natural.
No obstante, el soporte fundamental sigue siendo lo que transmiten los personajes, tan tridimensionales que exhiben veracidad en sus expresiones y diálogos. Que sientes sus risas y distintos estados de ánimo cuando lees sus frases. Perfiladas de forma certera por el arte de Javier Urrea, en perfecta simbiosis con el guion de Eliseo García.

Prologada esta edición por El Pirata, son sus 104 páginas, en consecuencia, algo más que un ejercicio de nostalgia de un tiempo que pasó. Estos “Días de Inmortalidad” componen un retrato coral de despertares, una costumbrista crónica urbana de la juventud que descubre el mundo. Con piel y voz propia, de las que dejan buen poso y sientan bien cuando se vuelve a ellas. Como esa vieja chupa de cuero que se luce en ocasiones: siempre atemporal. Son, en definitiva, “Noches de Rock’n Roll” hechas papel, sonando a todo trapo en sus viñetas.
