
Fue la mujer más rápida del mundo, la reina de Cayo Ballena. Nieta de Jabez Bostwick, uno de los magnates de la petrolera Standard Oil, Marion Barbara Joe Carstairs (5 de febrero de 1900, Hanover Square, Reino Unido – 18 de diciembre de 1993, Napples, Estados Unidos.) pronto se decantaría por ser un alma libre. Y no solo por su abierto lesbianismo (“Salí del útero queer” es una de las frases que se le atribuyen) sino por su afán emprendedor y abierta independencia y carácter. Ya desde pequeña prefirió que le llamasen “Tuffy” para adoptar posteriormente el “Joe” que le acompañaría toda su vida. Así pasaría a la historia como Joe Cartstairs: conductora de ambulancias durante la Primera Guerra Mundial, emprendedora en el mundo del Taxi, rápida corredora en carreras de lanchas motoras y finalmente empresaria que dio esplendor a la isla de Cayo Ballena en Bahamas. Un reino, el suyo, donde no solo modernizó la isla de su propiedad, sino que dio la oportunidad de ilustrarse a los habitantes de la misma, construyendo una escuela, una iglesia y una fábrica de conservas.
Es pues, la historia de Joe Cartstairs una historia digna de ser contada. Puro siglo XX en la mejor de sus acepciones: la de romper barreras impuestas por la moral imperante de principios de siglo. Las mismas que Joe empezó a romper siendo ya una niña. Llevando una vida excéntrica (para algunos) o de pura libertad (para otros), esta es una que conviene no perder en olvido. Ya en sus últimos años de su vida hubo un intento de llevarla al cine, pero no fructificó. Por suerte, Hubert y Virginie Augustin la han llevado a las viñetas en el fantástico tebeo editado por La Cúpula en castellano: “Joe la pirata” (“Joe la pirate”).

Con las pertinentes licencias para que la obra funcione a nivel narrativo, Hubert ha construido el camino de esta vida de absoluta rebeldía que protagonizó Joe. Una en el que pronto renunció al papel que se esperaba de una dama burguesa. Sin recato alguno no solo mostraba su orientación sexual, sino que prefería vestirse como un hombre. Hecho que ahora no puede causar asombro, pero en su momento si que sacudió los valores de la moral imperante.
“Nunca he deseado ser un hombre. ¡Jugar a ser uno es mucho más divertido!”
Y así lo hizo durante toda su vida. Sabedora que “es demasiado corta como para aburrirse”, por su alcoba pasaron Ruth Baldwin, Dolly Wilde (sobrina de Oscar Wilde), Greta Garbo, Tallulah Bankhead y Marlene Dietrich, entre otras. Siempre proactiva, no dudó en ser conductora de ambulancias en tiempos de la gran guerra, pilotar lanchas motoras de forma velozmente temeraria o levantar en una isla anclada en el pasado un centro de producción manufacturero acorde al siglo XX.

Todo esto Hubert lo traza con eficaz pulso narrativo, adentrándonos en una vida de aventura. De la aventura de ser libre, de soltar lastres y navegar a empresas nuevas. Que acarrean riesgos, pero también realización. Y no solo nos referimos a la libertad sexual de la que hizo gala Joe, sino también de la capacidad emprendedora de esta aventurera, que jugo fuerte a lo largo de su vida metiéndose en “empresas de hombres” saliendo no solo airosa, sino victoriosa.
Bajo el fino trazo de Virginie Augustin cobra vida Joe en el comic, capturando la esencia de esos días dotando de vida cada viñeta. En delicioso blanco y negro donde brillan las tintas. Hay alguna página a color también, pero el negro sobre blanco impera y reina a lo largo de sus 226 páginas, traducidas en la edición en castellano por Eva Reyes de Uña.

Los 13 capítulos en los que se divide la obra componen el tebeo sobre la mujer que se construyó a si misma, siempre acompañada de Lord Todd Wadley, el pequeño muñeco del que se hiciera inseparable desde que se lo regalase Ruth Baldwin. Una vida que fue tanto una fiesta como una aventura. Todo un ejercicio de plena libertad es lo que Marion Barbara Joe Carstairs vivió, digna de rescatarlo del olvido. Y eso es lo que han hecho Hubert y Virgine Augustin con «Joe la pirata«, llevándonos de lleno al siglo pasado. Una lectura, no obstante, deliciosamente actual, en forma y en fondo. Que transmite el sentimiento de libertad plena con el vivió Joe. Como una reina de su propia isla. Como una veloz piloto. Como un ser humano que hizo lo que realmente le vino en gana. Y es que ¿acaso no hay mejor forma de vivir que de este modo?
