Patrulla X / Vengadores: Onslaught Alfa. Un desastre fascinante

Hablar de Onslaught es hablar de uno de esos eventos que no se pueden juzgar con ligereza, porque no es solo una historia. Es una época, una mentalidad editorial y un estado de ánimo muy concreto del Marvel de mediados de los noventa. «Patrulla-X / Vengadores: Onslaught Alfa» no es únicamente el primer volumen de una saga monumental, es una radiografía sin filtros de una Marvel desbordada por su propio éxito, ambiciosa hasta la temeridad y convencida de que más siempre significaba mejor. Leído hoy, este ómnibus funciona tanto como relato superheroico como documento histórico, y en esa dualidad reside tanto su mayor virtud como su principal problema.

El tomo impresiona desde el primer contacto. Es grande, pesado, denso, casi intimidante. Panini Comics junto a SD Distribuciones presenta un volumen robusto con sobrecubierta y con una sensación física de “evento definitivo” que justifica el formato ómnibus. Aquí hay más de seiscientas páginas con traducción de Uriel López que recopilan un número ingente de series y enfoques distintos, y eso, de entrada, ya plantea una advertencia al lector. Además de una introducción de Pedro Monje, nos encontraremos con los números de Cable 32-34, The Uncanny X-Men 333-335, X-Force 55, X-Man 15-17, X-Men 53 y 54, X-Men Unlimited 11, Onslaught: X-Men One-Shot, Avengers 401, Fantastic Four 415, The Incredible Hulk 444, Wolverine 104, X-Factor 125 y 126, The Amazing Spider-Man 415, Green Goblin 12, Spider-Man 72 y material de The Uncanny X-Men 287 y Excalibur 100. Debido a la gran cantidad de series diferentes, esto se transforma en una lectura que no es cómoda ni ágil. Onslaught Alfa no se lee, se afronta. Y ese carácter mastodóntico define la experiencia de principio a fin.

Narrativamente, el volumen deja claro desde las primeras páginas que Onslaught es, ante todo, un evento mutante que arrastra al resto del Universo Marvel a su órbita. Aunque el título hable de Patrulla-X y Vengadores, el corazón del relato está en los X-Men, en sus traumas acumulados, en las consecuencias de La Era de Apocalipsis y en la figura de Charles Xavier como pilar moral que empieza a resquebrajarse. La idea central (que el sueño de Xavier contenga en su interior la semilla de su peor pesadilla) es poderosa, incluso hoy. Es una de esas decisiones conceptuales que justifican por sí solas la existencia de un crossover de esta magnitud.

Los primeros compases del tomo son, en general, sólidos. Scott Lobdell junto a Jeph Loeb, Terry Kavanagh, John Ostrander, Mark Waid, Larry Hama, Warren Ellis, Peter David y otros guionistas saben crear un clima de amenaza latente, de paranoia y de tragedia inevitable. Hay una sensación constante de que algo va mal, de que los X-Men están avanzando hacia un punto de no retorno. Estas páginas iniciales tienen un peso dramático real, y funcionan especialmente bien en la caracterización de los personajes, algo que a menudo se ha infravalorado de esta etapa. Puede que el estilo sea excesivo y verbal, pero hay una intención clara de profundizar en los conflictos internos del grupo. Sin embargo, a medida que el evento se expande y más series entran en juego, empiezan a aparecer los problemas estructurales que han perseguido a Onslaught desde su publicación original.

El principal es la falta de una progresión narrativa clara. El evento tiene muy pocos puntos de inflexión reales. Hay una gran revelación (la identidad de Onslaught) y un gran estallido de acción (la aparición de los Centinelas), pero entre medias hay una enorme cantidad de páginas que no hacen avanzar la historia de forma significativa. En un formato mensual, esto podía pasar más desapercibido; leído hoy, de forma continuada, el estancamiento se nota con fuerza.

El villano es otro de los grandes puntos débiles del conjunto. Onslaught es visualmente imponente, una figura gigantesca, casi mitológica, pero como antagonista resulta sorprendentemente hueco. Durante buena parte del evento es poco más que una presencia abstracta, una amenaza sin voz ni personalidad definida. No hay un conflicto ideológico claro, ni una psicología desarrollada, solo poder desmedido y una vaga voluntad de dominación. Para un evento que pretende ser tan trascendental, la falta de profundidad del villano acaba lastrando el impacto de muchas escenas clave.

A esto se suma la sensación de saturación. Este tomo incluye una cantidad abrumadora de series, guionistas y dibujantes, y esa diversidad juega tanto a favor como en contra del conjunto. Por un lado, ofrece una visión amplísima del Universo Marvel, permitiendo ver cómo cada rincón de la editorial reacciona ante la amenaza. Por otro, provoca una irregularidad constante en tono, ritmo y calidad. Hay capítulos muy logrados junto a otros claramente prescindibles, historias que aportan matices interesantes y otras que parecen existir solo para cumplir con el requisito del crossover. Algunas series, no aprovechan apenas el evento, limitándose a ofrecer combates ilusorios, recapitulaciones poco inspiradas o escenas que no dejan huella. En cambio, otras, como ciertos números de X-Men o la parte de Hulk demuestran que había potencial para algo más cohesionado. El problema es que ese potencial se diluye entre demasiadas páginas que no terminan de justificar su presencia.

En el aspecto gráfico, el ómnibus es una montaña rusa. Hay arte que ha envejecido mal, con excesos anatómicos, poses imposibles y una estética muy marcada por las modas de la época. Pero también hay trabajos que brillan con fuerza incluso hoy. Ver a Joe Madureira, Andy Kubert y Adam Kubert, Carlos Pacheco, John Romita Jr., Ángel Medina, Mike Deodato Jr., Pascual Ferry, Steve Epting, Val Semeiks, Mike Wieringo o Mark Bagley entre otros a pleno rendimiento es un auténtico placer. Algunas páginas ganan una fuerza espectacular gracias al tamaño y la reproducción, recordando por qué estos autores definieron el imaginario Marvel de los noventa.

Uno de los aspectos más interesantes del evento, visto con perspectiva, es su impacto a largo plazo. La decisión de oscurecer la figura de Xavier y, finalmente, apartarlo de los X-Men es una de las consecuencias más valientes de la saga. Durante demasiado tiempo, el Profesor X había sido una sombra omnipresente que limitaba la evolución del grupo. Onslaught rompe ese equilibrio y abre la puerta a una Patrulla-X más independiente, una idea que futuros guionistas retomarían una y otra vez. En este sentido, el evento deja un legado narrativo más importante de lo que a veces se le reconoce.

«Patrulla-X / Vengadores: Onslaught Alfa», no es una obra redonda ni complaciente, sino como un primer acto incómodo, irregular y deliberadamente excesivo. Este no es un cómic pensado para gustar a todo el mundo. De hecho, es muy probable que muchos lectores choquen con su desorden, con su villano abstracto o con su ritmo errático. Es un tebeo que exige paciencia, contexto y una cierta tolerancia al caos narrativo propio de su época. Y aun así, o quizá precisamente por eso, termina dejando huella. Porque este primer tomo no se olvida fácilmente. Aunque seas consciente de sus defectos mientras lo lees, hay algo en su escala desmedida, en su tono apocalíptico y en la forma en que va arrastrando a todo el Universo Marvel hacia un punto sin retorno que acaba enganchando de manera casi involuntaria. Es uno de esos relatos que no siempre disfrutas página a página, pero que te mantiene dentro, avanzando, con la sensación de que algo importante está a punto de suceder, aunque no tengas del todo claro por qué.

Al llegar al final, los héroes no han resuelto nada de forma definitiva. El conflicto sigue abierto, la amenaza continúa creciendo y el equilibrio del Universo Marvel ya ha sido roto. Todo lo leído hasta aquí funciona como una larga preparación, un prólogo extendido que deja a los personajes (y a nosotros) en una posición incómoda. No hay cierre, no hay alivio, solo la certeza de que la verdadera sacudida aún no ha llegado. Y es ahí donde este tomo demuestra su eficacia como inicio de saga. Puede que no convenza del todo, puede que incluso irrite por momentos, pero consigue que abandonar la historia aquí resulte antinatural. La curiosidad pesa más que el juicio crítico. La necesidad de ver hasta dónde llega todo esto acaba imponiéndose. Por eso la lectura termina apuntando inevitablemente al siguiente volumen, Marvel Universe: Onslaught, donde la crisis dejará de estar contenida en los márgenes mutantes para desbordarse sin control por todo el Universo 616. Será allí donde las consecuencias se vuelvan irreversibles y donde este evento, tan discutido como persistente, enseñe por fin todas sus cartas.

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