Biblioteca Marvel Los Vengadores 11: Visión, destino y grandeza

«Biblioteca Marvel: Los Vengadores 11» es uno de esos tomos que, leídos con calma y sin prisas, te hacen sentir que estás asistiendo a un cambio de era. No es solo una recopilación de episodios clásicos. Es el momento exacto en el que Los Vengadores dejan de caminar con paso inseguro y empiezan a avanzar con autoridad dentro del catálogo Marvel de finales de los sesenta. Aquí la serie se sacude definitivamente el polvo de experimento irregular y se instala, por méritos propios, entre las grandes colecciones de la casa.

Este volumen, editado por Panini Comics con traducción de Francisco Reina, Gonzalo Quesada y Rafael Marín, reúne The Avengers #56-59 y el Annual #2, publicados originalmente en 1968, un año clave para Marvel Comics. La editorial estaba ya plenamente consolidada, el “método Marvel” funcionaba como una maquinaria bien engrasada y Roy Thomas comenzaba a demostrar que no era solo un heredero aplicado de Stan Lee, sino un guionista con ambición, obsesionado con la continuidad, con el pasado de los personajes y con la idea de que todo lo contado podía (y debía) tener consecuencias.

El tomo se abre con una historia que es puro espíritu Marvel de la época: exagerada, emocional, algo absurda en su planteamiento, pero sincera en sus intenciones. El Capitán América decide utilizar la máquina del tiempo del Doctor Muerte para viajar al pasado junto al resto de los Vengadores y presenciar la muerte de Bucky durante la Segunda Guerra Mundial. No se trata tanto de cambiar el pasado como de enfrentarse a él, de confirmar una verdad que ha marcado toda su vida adulta. El viaje temporal funciona aquí como excusa narrativa, pero también como una herramienta que refuerza la figura trágica del Capi, un hombre fuera de su tiempo que arrastra culpas que nunca terminan de cicatrizar. La historia tiene todos los vicios de su época: reglas temporales que cambian según conviene al guion, soluciones improvisadas y una lógica que hoy resulta, cuanto menos, discutible. Sin embargo, también tiene una virtud fundamental: se toma en serio el pasado de los personajes y lo utiliza como motor dramático. Esa obsesión de Roy Thomas por mirar atrás, por rellenar huecos y reinterpretar hechos ya conocidos, es una de las señas de identidad de esta etapa.

Ese primer episodio desemboca directamente en el Annual #2, una historia que, pese a sus enormes problemas, tiene un valor histórico incuestionable. En él, los Vengadores regresan de su viaje temporal y descubren que han llegado a una realidad alternativa en la que los Vengadores originales han seguido una senda oscura, conquistando el mundo y eliminando a héroes y villanos por igual. Es, en esencia, la primera gran historia de universos paralelos de Marvel, una idea que décadas después se convertiría en un pilar fundamental de la editorial. El problema es que la ejecución no está a la altura del concepto. El guion de Thomas se enreda en explicaciones confusas y resoluciones poco convincentes, mientras que el dibujo de Don Heck y Werner Roth resulta especialmente pobre cuando se compara con el de la serie regular. El enfrentamiento entre los “nuevos” y los “viejos” Vengadores se resuelve de forma atropellada, con derrotas forzadas y soluciones que rozan el absurdo. Es una lectura interesante desde el punto de vista histórico, pero claramente el eslabón más débil del tomo.

Por suerte, todo cambia radicalmente cuando comienza la saga de La llegada de la Visión, el auténtico núcleo del volumen y uno de los momentos más importantes de la historia de Los Vengadores. Aquí la colección alcanza su cénit creativo y demuestra por qué este tomo es considerado una pieza imprescindible. La Visión aparece como un villano al servicio de Ultrón, pero pronto queda claro que estamos ante algo muy diferente. No es un simple androide, ni un enemigo más que acabará siendo derrotado en unas cuantas páginas. Es un ser artificial dotado de recuerdos humanos, atrapado en un cuerpo que no comprende y obligado a cuestionarse su propia existencia. La revelación de su origen, una creación de Ultrón, quien a su vez fue creado por Hank Pym, utilizando los patrones mentales del Hombre Maravilla y el cuerpo de la Antorcha Humana original es una de esas ideas que solo podían surgir en el Marvel de los sesenta: desbordante, excesiva y maravillosamente loca. Ese “árbol genealógico” imposible, que mezcla humanos, robots, androides y sintezoides, amplía la mitología de Marvel de forma espectacular y sienta las bases para innumerables historias futuras. Pero lo realmente importante es el tono: la Visión no es tratado como una curiosidad científica, sino como un personaje trágico, consciente de su diferencia y deseoso de encontrar su lugar en el mundo. La famosa idea de que incluso un androide puede llorar se convierte aquí en el eje emocional del relato.

Todo esto funciona, en gran medida, gracias al trabajo descomunal de John Buscema. Su dibujo en estos números es sencillamente magistral. El trazo es claro y fluido con composiciones de página que transmiten épica sin perder humanidad. El entintado de George Klein potencia cada figura, cada gesto, cada escena de acción. Buscema convierte a Los Vengadores en una serie imponente, capaz de competir con cualquier otro título de la editorial. Tras la incorporación oficial de la Visión al equipo, respaldada incluso por miembros inactivos como Iron Man, Thor y el Capitán América, la alineación del grupo queda formada por Ojo de Halcón, la Avispa, Goliat, Pantera Negra y el nuevo sintezoide. Es una formación extraña, desequilibrada y, precisamente por eso, fascinante.

El tomo se cierra con otro momento clave: la presentación de Chaqueta Amarilla. Solo se incluye el primer capítulo del arco, pero es suficiente para dejar claro que Hank Pym está entrando en un terreno peligroso. Chaqueta Amarilla se presenta como un personaje arrogante, violento y profundamente inestable, que asegura haber matado a Goliat y exige su entrada en los Vengadores. El final, con la Avispa anunciando que va a casarse con él, es tan desconcertante como irresistible, y anticipa una de las etapas más oscuras y polémicas del personaje.

En conjunto, el tomo once de la Biblioteca Marvel: Los Vengadores no es perfecto, pero sí fundamental. Contiene historias irregulares, ideas que hoy chirrían y resoluciones discutibles, pero también algunos de los momentos más importantes y memorables de la historia del grupo. La llegada de la Visión y el arte de John Buscema elevan el volumen a una categoría superior, convirtiéndolo en una lectura obligatoria para cualquier aficionado al cómic clásico Marvel. Aquí Los Vengadores dejan de ser simplemente un buen equipo para convertirse, definitivamente, en leyenda.

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