Lo peor de Vázquez: Irreverente genialidad

La factoría Bruguera marco escuela en la historieta infantil española. De las páginas publicadas en la editorial del gato negro salieron múltiples creadores que han conquistado su hueco en la memoria sentimental de generaciones de lectores. Empezando por Francisco Ibáñez, Josep Escobar, Jan, Raf o los hermanos Fresno’s, entre otros. Nombres propios que son historia de nuestro cómic. Como el de Manuel Vázquez, quizá el genio más irreverente de todos los que pasaron por sus tebeos.

De hecho, cuando Francisco Ibáñez empezó en Bruguera, Manuel Vázquez (Madrid 1930 – Barcelona 1965) ya era una de sus dibujantes estrella. Vázquez dejó en la huella sentimental de aquellos años previos al desarrollismo hasta los setenta una huella imborrable: “Las Hermanas Gilda”, “La Familia Cebolleta”, “Anacleto, Agente Secreto”, “La Abuelita Paz”, “Angelito, “La Familia Churumbel” son personajes indisociables al patrimonio cultural del tebeo español, no pudiéndose entender la dimensión que llegó a tener Bruguera en algún momento de su historia. Tanto “Las hermanas Gilda” como “Anacleto” ocupan, por méritos propios, el lugar destacado en la memoria de muchos lectores que “Mortadelo y Filemón”, “Zipi y Zape”, “Superlópez”, “Sir Tim O’ Teo” o “Benito Boniato”, por citar solo a algunos de los muchos iconos que pasaron por la editorial.

Detrás del agente secreto y las hermanas solteronas, se encontraba un tipo curioso, con una vida digna de ser contada. Así lo hizo Óscar Airbar en la película de 2010 “El Gran Vázquez”, protagonizada por Santiago Segura, en la que se contaban múltiples anécdotas de la leyenda que alimentó en vida el propio Vázquez, que llegó a convertirse en un personaje propio más de sus historietas: vividor, amante del bingo y de la vida fácil y con una picaresca que entronca en la tradición popular española.

Más allá de la fama de jeta que pudiera alimentar el mito, lo que si era Vázquez era un dibujante superlativo, capaz de dotar de forma sintética a sus personajes de una expresividad y agilidad arrolladora. Provisto de la habilidad de dominar los entresijos de la comedia, fue capaz de hacer reír a grandes y chicos con su producción en viñetas. Para los más pequeños ahí está su etapa en Bruguera, quizá la más inocente. Aunque esa palabra con Vázquez nunca se puede aplicar al cien por cien, pues también hizo “Los cuentos del Tío Vázquez”, serie que, vista con la óptica de hoy, para muchos seria cuestionable dirigirla a un público infantil. Eso si, seguro que les arrancaría alguna que otra carcajada. Al fin y al cabo, muchos supimos lo que eran el bingo y la Agencia Tributaria gracias a sus viñetas.

Para el lector maduro también produjo páginas, y de ellas se nutren muchas de las que componen “Lo peor de Vázquez”, la antología, con textos de Antoni Giral, que acaba de rescatar Bruguera en un jugoso volumen de 192 páginas en las que se recoge una selección de sus trabajos desde finales de los años setenta hasta su etapa final en Glénat.

En ella aparece material procedente de “El Papus”, donde firmaba como Sappo, “JAuJA”, los primeros años de Ediciones B cuando recuperó el catálogo de Bruguera, el diario “El Observador”, la gamberra y necesaria “Makoki” y, entre otros, los años finales de Glénat. Material donde vemos a un Vázquez más suelto e irreverente. En ocasiones, más animal y contundente. En otras, incisivamente rotundo. En ese lugar donde la corrección es un punto en el horizonte que el creador ha dejado atrás, siendo salvaje cuando es menester. Sin sutilezas y con trazo grueso si el gag lo precisa. Haciendo que cada golpe de efecto funcione, despertando la carcajada, por muy políticamente incorrecto que sea el desenlace de lo que está contando.

Todo eso está en estas páginas, que recogen además una evolución de un Vázquez cada vez más suelto e incisivo. Sabedor que de su imagen y leyenda pública podía sacar autentico petróleo para contar historietas de humor. Hábil jugador con los estereotipos del género y cultura popular del momento, para manejarlos a su antojo consiguiendo lo más difícil: hacer reír. Pero no solo entonces, también ahora, pues estas páginas no solo soportan el paso del tiempo, sino que resultan frescas. Por la irreverencia genuina de esas viñetas. Por el genio vertido en ese trazo suelto, casi mínimo, de su última etapa. Ese donde menos es más, donde lo esencial no solo se mantiene, sino que se maximiza. Ese es el Vázquez que ponemos disfrutar en las páginas «Lo peor de«. No aptas para todos los públicos, pero ideales para quienes, habiendo ya vivido una mayoría de edad, quieran reírse con algunas de esas propuestas recogidas en esta antología. Una en la que vuela lo mejor que dejó dibujado el Vázquez en su última e irreverente época. Por eso, entre otros trabajos, es uno de los grandes de la historieta española.

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