Flash Gordon 1969-1971: aventuras clásicas en la frontera de una nueva era

«Flash Gordon 1969–1971» es un tomo que invita a una lectura pausada, casi ceremonial, como quien se asoma a una ventana abierta a otra época del cómic y de la ciencia ficción. No es solo una recopilación de tiras diarias clásicas, sino el testimonio de un momento de transición en la historia del personaje, cuando Flash Gordon deja atrás definitivamente los restos del imaginario de los años sesenta y se adentra en una etapa más sobria, más reflexiva y, en muchos aspectos, más adulta, propia del cambio de década. Este volumen, editado por Dolmen en tapa dura, 200 páginas en blanco y negro, con traducción de Alberto Díaz, reúne las tiras diarias de periódico (daily strips) publicadas entre el 10 de noviembre de 1969 y el 4 de septiembre de 1971, un periodo especialmente rico dentro de la larga trayectoria del héroe creado por Alex Raymond.

La lectura comienza con una premisa inquietante y muy bien planteada. Flash Gordon lleva varias semanas desaparecido y despierta de repente en el pequeño avión en el que había sido abducido. No recuerda cómo llegó hasta allí ni cuál es su destino. Esa amnesia inicial no es un simple recurso argumental, sino el motor de toda una serie de conflictos que se desarrollarán a lo largo del tomo. Flash ha sido convertido en un peón dentro de un plan cuidadosamente diseñado por el Profesor Dahlmeister, un antagonista que encarna una amenaza más intelectual que física. Sus recuerdos han sido borrados con un objetivo concreto: capturar al Doctor Zarkov. La trampa está tendida en la órbita de la Tierra y, desde ese momento, la serie plantea una tensión constante entre el control de la mente, la manipulación tecnológica y la lucha por recuperar la propia identidad.

Los guiones, firmados por Harry Harrison y Dan Barry, apuestan por una ciencia ficción más racional, menos dada al exceso y más interesada en el funcionamiento interno de sus conflictos. Se percibe claramente un cambio de tono respecto a etapas anteriores. Aquí la aventura no se limita a la sucesión de peligros exóticos, sino que se articula alrededor de planes complejos, intrigas prolongadas y decisiones que tienen consecuencias reales para los personajes. Flash Gordon, tradicionalmente retratado como el héroe invencible y seguro de sí mismo, aparece en esta etapa más vulnerable, más humano, obligado a enfrentarse no solo a enemigos externos, sino también a la pérdida de control sobre su propia mente.

El primer arco, «Flash Gordon contra el amo de las marionetas«, establece de forma brillante este nuevo enfoque. El villano no busca la destrucción inmediata ni la dominación abierta, sino el control sutil, el uso de Flash como instrumento contra sus propios aliados. Es una historia que juega con la paranoia, con la desconfianza y con la fragilidad de la voluntad humana frente a la tecnología. Este tono más oscuro y cerebral marca el camino de lo que vendrá después y demuestra la voluntad de los autores de actualizar el mito sin traicionar su esencia. A partir de ahí, la acción se traslada de nuevo a Mongo, que recupera su papel central como gran escenario de aventuras, pero lo hace de una manera más rica y matizada. Los grandes tesoros de Mongo y Las tribus del desierto de Mongo expanden el planeta más allá de los palacios y los tiranos, mostrando un mundo vasto, lleno de culturas diversas, zonas inexploradas y peligros ancestrales. Mongo deja de ser un simple decorado exótico para convertirse en un lugar vivo, con su propia historia y sus propias reglas. Las tribus del desierto, los conflictos locales y la búsqueda de tesoros perdidos aportan un aire casi arqueológico a la narración, muy en sintonía con el gusto de la época por la exploración y el descubrimiento.

En «Piratas de Mongo«, la serie abraza sin complejos la aventura clásica en su forma más pura. Combates, persecuciones y traiciones se suceden con un ritmo ágil, recordando que Flash Gordon sigue siendo, ante todo, un relato de acción. Sin embargo, incluso en este arco más ligero se mantiene la coherencia del conjunto, evitando caer en la simple repetición de fórmulas. Los piratas no son meros villanos caricaturescos, sino parte de un ecosistema más amplio, otro reflejo de la complejidad creciente del mundo de Mongo.

Uno de los momentos más memorables del tomo llega con «Valle Dinosaurio de Mongo«, una historia que conecta directamente con la tradición pulp de la ciencia ficción y la aventura. Dinosaurios, paisajes salvajes y peligros constantes se combinan para ofrecer un relato que parece sacado de una novela de exploradores, pero filtrado por la mirada más contenida y madura de esta etapa. Es un homenaje al espíritu original de Flash Gordon, pero también una demostración de cómo ese espíritu puede seguir funcionando sin necesidad de exageraciones. El cierre del volumen, con «Neptunia y Frigia!, amplía aún más el horizonte del relato. Estos episodios introducen nuevos escenarios, culturas y conflictos, reforzando la idea de un universo en expansión. La aventura ya no se limita a un único eje narrativo, sino que se ramifica, ofreciendo al lector la sensación de estar recorriendo un mapa inmenso, lleno de historias potenciales. Es una conclusión abierta, coherente con la naturaleza seriada de las daily strips, y al mismo tiempo muy satisfactoria en términos de desarrollo temático.

En el apartado gráfico, el trabajo de Fred Kida es fundamental para el éxito del conjunto. Su dibujo es claro y elegante. Aunque los materiales de reproducción no son los mejores como la misma editorial reconoce, cada viñeta destaca por su composición cuidada y su capacidad para guiar la mirada del lector sin esfuerzo. Kida no busca el virtuosismo excesivo ni el impacto inmediato, sino la solidez y la coherencia. Las escenas de acción son fluidas, los rostros expresivos y los escenarios están llenos de detalles que enriquecen la experiencia sin sobrecargarla. La tecnología, las naves, los laboratorios y los paisajes de Mongo reflejan una ciencia ficción influida por la carrera espacial y el optimismo científico de finales de los sesenta, pero ya con un tono más reflexivo.

El formato de tira diaria impone una estructura muy concreta, y este tomo demuestra hasta qué punto Barry, Harrison y Kida sabían sacarle partido. Cada entrega avanza la historia de manera constante, manteniendo el interés sin recurrir a trucos fáciles. Hay una sensación continua de progreso, de viaje, que hace que la lectura completa del volumen resulte muy fluida, incluso para el lector contemporáneo.

Es un tomo pensado tanto para el lector veterano, que quiere recuperar una etapa menos conocida pero muy sólida de Flash Gordon, como para quienes deseen descubrir cómo evolucionó la ciencia ficción clásica en el cómic de prensa. Este tomo de Flash Gordon no pretende reinventar al personaje, y ahí reside gran parte de su valor. Es una obra que entiende perfectamente su legado y sabe cómo hacerlo avanzar sin romperlo. A través de historias bien construidas, personajes más complejos y un mundo cada vez más rico, este volumen demuestra que el héroe podía adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su identidad. Es una lectura clásica, elegante y muy disfrutable, que sigue funcionando décadas después y que confirma por qué Flash Gordon sigue siendo uno de los grandes iconos de la aventura y la ciencia ficción en viñetas.

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