El Diario de la señorita Litgi: intimidades ilustradas

El tiempo es ese ser inmisericorde que barre todo tras su paso, relegando, por pura biología, al olvido del que muy pocas cosas se salvan. Hechos, personas, hitos, historias… Todos son devorados por su efecto, navegando como una especie de botellas en la inmensidad de la eternidad. Pocas de ellas llegan a la orilla de los descubrimientos para ser recuperadas por nuevas generaciones. Pero, a veces, ocurre. Aunque sea por una casualidad, una conjunción de factores o puro azar, hay historias que son rescatadas del olvido.

Es el caso del cómic que hoy nos ocupa: “El diario de la señorita Litgi”, de Kim Aubert, recién estrenado por Norma. Un tebeo que esconde algo más que un relato, pues nace del diario de Merçè Litgi, una mujer que vivió en la Barcelona del siglo XX, cuyo diario íntimo el autor encontró en el mercado de Els Encants de la ciudad condal. Junto a un montón de objetos antiguos estaba a la venta este cuaderno donde una mujer apuntó sus reflexiones más íntimas en torno a un amor imposible que ella sintió hacia un hombre casado veinte años mayor.

Fue lo que vivió esta entonces joven perteneciente a la burguesía catalana durante las décadas de los treinta, cuarenta y cincuenta del siglo XX. En una Barcelona que paso de estar ubicada en una república a una dictadura, guerra civil mediante. Durante ese tiempo un amor prohibido, de contactos esporádicos y fugaces, alimentó la pasión de la joven mientras lograba hacerse una mujer independiente en lo profesional.

Entre medias, la distancia y las esperas. Tejidas en ese diario por esta moderna Penélope. Ese que años después Kim encontró y que, tras leerlo, decidió trasladarlo al papel con respetuosa fidelidad, pues sabía que en esa letra en azul – o verde – sobre blanco había algo digno de ser contado. Y visto el resultado final, no podemos estar más de acuerdo, tanto en la forma como en el fondo, lo que se plasma en estas páginas merece ser leído y degustado por lo que muestra: trozos de realidad descritos desde la veracidad con que lo sentía la autora del diario. Protagonista de un amor prohibido en una época donde “cuidar las formas” era una férrea norma no escrita. Y más en esos ambientes burgueses que descubrieron que la dictadura no solo impuso cuestiones ideológicas, sino que las extendió hacia lo lingüístico o las formas sociales.


Eso subyace soterrado en esta historia real, que Kim nos la presenta combinando las entradas del diario de Merçè con páginas donde la protagonista cobra vida. Componiendo así un viaje a otra época, a una confidencia manuscrita hecha cómic en cada página que ha llevado a cabo Kim. Apoyado exclusivamente en el texto de la joven burguesa que fue presa de un amor que no pudo ser correspondido por entero. Condenada, por elección propia, a ser “la otra”, “la querida”. Aquí están esas reflexiones mientras el tiempo pasa, mientras Merçè va conquistando su independencia que, paradójicamente, sigue anclada a una pasión que es imposible de culminar.

Con un ritmo sobrio y acorde con cada entrada, Kim logra hacer un soberbio ejercicio de salto sin red y cae de pie. Metiéndonos de lleno en lo más íntimo de los anhelos y pulsiones de ese amor no correspondido, a esas frases escritas desde el deseo y la frustración. A esas palabras de vida vivida entre esperas infinitas y pequeños encuentros que se hacían grandes mientras los meses, años y décadas pasaron.

Así se componen las 128 páginas de “El diario de la señorita Litgi”. Un tebeo que sabe a verdad recuperada del olvido, merecedora de ser contada sin más añadidos que el respeto y la fidelidad al texto del que nacen, a los sentimientos de quien lo escribió. Intimidades ilustradas que llegan a conmover por todo lo que encierran los trazos de sus viñetas y letras. Intimidades escondidas en las páginas de un libro perdido entre “los encantes” que han dado lugar a un tebeo fascinante, por arriesgado en concepto y seductor en su resultado final.

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